Para dar ejemplo de austeridad, el Vaticano acaba de recortar el buey y la mula del belén. Desde estas Navidades, ambos brutos desaparecen del portal por decisión del Papa, que en su libro La infancia de Jesús, de próxima aparición, asegura que allí «no había animales». Por lo visto, en la santa cuadra solo había una estrella en el tejado, pastorcillos tocando la zambomba, unos magos venidos de Oriente y nieve de porexpán.
La noticia ha caído como una bomba en los bazares chinos, donde les van a quedar toneladas de bueyes y mulas en stock. Por lo demás, la cosa no pasa de anécdota. Y esto es lo que resulta asombroso. Con la que está cayendo, ¿no tenía el Papa nada más interesante que decir?
Porque llama la atención que, mientras la iglesia de base se desloma para hacer frente a la crisis, con comedores de caridad, refugios y roperos desbordados, sus jerarcas se entretienen con pamplinas.
La cosa no desentona con lo de Rouco Varela. El de Vilalba lleva meses mudo ante los desahucios, los escándalos financieros y los recortes sociales. El mismo purpurado que sacaba a la gente a la calle contra el matrimonio homosexual, está ahora calladísimo, no sea que le recorten algo.
En un país donde se producen 600 desahucios al día, no estaría mal que estos señores tuviesen algo que decir. Porque, según la Biblia, Jesús también fue desahuciado y hubo de huir a Egipto, en su caso por mandato de Herodes, personaje más simpático que muchos directivos de banca.
En Vigo, los comedores de las Misioneras del Silencio y San Francisco ya se desviven para preparar los menús de Navidad. Y lo mismo hace Vida Digna, la ONG de la Iglesia Evangélica. Todos ayudados por cientos de voluntarios. Mientras los jerarcas juegan con las figuritas del belén.