El gran actor Ricardo Darín ha destapado la caja de los truenos en Argentina al afirmar, en una entrevista, que la presidenta de su país debería explicar cómo ha podido crecer tanto su patrimonio personal en los últimos años. Enseguida se ha abierto un debate nacional y al protagonista de El secreto de sus ojos le han llovido las críticas, entre ellas las de la propia Cristina Fernández. Cómo no.
Suele ocurrir cuando se toca un asunto tan incómodo como el de los sueldos y el enriquecimiento de los cargos públicos. En vez de hacer un striptease de transparencia, que sería lo normal, los políticos se las componen para convertir sus ingresos en tema tabú. A quien osa preguntar o cuestionar, le puede caer encima desde un manto de silencio a una campaña de difamación. No vaya a ser que descubramos que lo que cobran es una pasta gansa o que, por el contrario, no parece suficiente para costear determinados chalés, cochazos o vestuarios.
Vigo, por supuesto, no es ninguna excepción a la regla. Averiguar a cuánto ascienden las nóminas de los representantes públicos es tarea harto difícil. Estos días hemos descubierto, gracias a «un error», que Corina Porro tenía asignado en el Consello Económico e Social un salario anual (71.000 euros) mayor que el del presidente de la Xunta. Caballero se jactó no hace mucho de bajarse el sueldo hasta los 67.000 euros, pero se negó a aclarar cuánto sumaban sus asistencias a consejos y plenos de múltiples organismos en calidad de alcalde. López-Chaves declinó dos veces en una entrevista con este periódico aclarar cuánto le pagamos los contribuyentes como presidente del Puerto. Y Carmela Silva presumió esta misma semana de no cobrar del Concello sino «solo» del Congreso. Le faltó aclararnos que así lo obliga la ley y que «solo» se levanta unos 10.000 euros al mes.
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