La isla tiene similitudes con el Peñón, incluido un puesto fronterizo
08 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Gibraltar se puso de moda este verano. Una vez superada la crisis, o lo que es lo mismo, una vez comenzada la liga de fútbol, podría ser entretenido buscar analogías entre el peñón y nuestro Gibraltar doméstico, la isla de Toralla.
Para empezar, en Toralla existe un peñón, en este caso un edificio con tres características cuya combinación resulta nefasta: es grande, feo y muy visible. El mamotreto es un buen ejemplo de que los puntos de vista siempre son relativos. Desde ese edificio se contempla una de las mejores vistas de la ría que precisamente el propio edificio contribuye a destrozar paisajísticamente a todos los que no vivimos en el. Eran otros tiempos y otras sensibilidades, pero conste que hoy existen una docena de leyes europeas, estatales y autonómicas que prohibirían la construcción de algo así.
También tenemos una frontera, con su guardia y barrera correspondiente, que filtra el acceso en plan: «Usted puede pasar, señor, adelante, señor, que tenga usted buen día, señor», o bien: «Si no tiene pase no pasa», respectivamente.
De bloques y perros
Igualmente, como sucede en el peñón, el ecosistema de Toralla sufrió las consecuencias de la colonización, con unas escolleras de abrigo que ganaron espacio al mar y un puente que fragmentó en dos su playa y de paso alteró la dinámica litoral entre las de O Vao y Serral. La última similitud pintoresca es el interés (bastante interesado) por lo ambiental de este verano. En Gibraltar con los famosos bloques de hormigón y en Toralla con la presunta contaminación marina de la playa perruna.
Contaminación que, por otra parte, los análisis diarios de calidad del agua tanto de la Universidad como del Concello (cuyas muestras se toman allí mismo) certifican que no existe. Y por si faltaran semejanzas con la colonia gibraltareña, resulta que incluso tenemos en Toralla a un ex vicecónsul honorífico del gobierno de su graciosa majestad británica.
Todas estas desfeitas son anteriores a la ley de costas de 1988, por lo que a nivel urbanístico vivimos un período de paz solo alterado por el Ecimat, la Estación de Ciencias Marinas de la Universidad de Vigo. Esta infraestructura la propiciaron los vecinos de Toralla para, según dicen en su web «ofrecer un servicio público en la isla y mejorar la mala imagen que se arrastraba».
Objetivamente, el centro de investigación, al ser de nueva construcción, se pasó por el forro la Ley de Costas (quizás la Universidad debería dar otro tipo de ejemplos). Pero como se trataba de un edificio creado para una buena causa se hizo la correspondiente excepción, imaginamos que semejante a la que se hizo con la ampliación de la escollera que lo protege, precisamente, del mar que investigan y con su embarcadero.
También se trata de una instalación pública, aunque en este caso el concepto de lugar público no es exactamente lo que se imaginan, pues excepto sus 14 investigadores, y sus amigos, ese pueblo que financia el invento con sus impuestos no puede traspasar la frontera del final del puente ni para verlo desde fuera.
Aniversario invasor
Pero justamente hoy se cumple el sexto aniversario del primer asalto pirata a Toralla, en el que varios colectivos sociales tomaron al asalto la isla para reivindicar el libre acceso y su uso público, como marca la ley. El asalto, con el personal convenientemente ataviado con indumentaria pirata, se realizó por tierra y mar, con una docena de Ofnis (objetos flotantes no identificados), pero con su bandera negra con las tibias y la calavera, desembarcando en la playa.
De aquella jornada reivindicativa, con mucho cachondeo en las formas pero seria en el fondo, surgió algo más profundo. Apenas un año después, en junio de 2008, el Gobierno aprobó un proyecto denominado: Recuperación del dominio público marítimo terrestre y apertura del tránsito a la isla de Toralla en el término municipal de Vigo.
No era ningún brindis al sol, aparentemente, pues se asignaron al proyecto 56.637 euros. El caso es que en un par de años después el BNG preguntó en el Congreso que se sabía de aquello, y siguen esperando. En 2011 fue la prensa quien se interesó por el asunto, y consiguieron idéntico silencio. En 2013 preguntamos nosotros, y me temo que es una de esas malas, o incómodas, preguntas.