Boiro es un pueblo de innumerables virtudes. Un lugar con inquietudes, dinámico; una urbe joven, con los pros y contras inherentes a tal condición. El defecto más notable de esta villa es la falta de reconocimiento público a personas que han escrito su historia, desde la ocupación más humilde a la de mayor notoriedad. Sin duda la prueba más evidente de esa dejadez es Jesús Alonso Fernández, presidente del Grupo Jealsa Rianxeira, un empresario de éxito, el de mayor éxito que ha parido este pueblo.
Para alguien ajeno a esta tierra es difícil de entender que Alonso no haya sido objeto de un acto público de homenaje en la tierra que lo vio nacer. Cuando a veces he suscitado este tema aparece alguien que, raudo, pone como pega su etapa política, primero al frente de la oposición municipal; y luego como alcalde en dos legislaturas. Tal objeción solo puede comprender desde la visceralidad de los participantes en el juego político, no desde la vida real.
Aquí estamos hablando de otra cuestión: de una persona que, con muchísima dedicación, convirtió su sueño en realidad. El Grupo Jealsa Rianxeira es un milagro cimentado en su buen olfato empresarial y su constancia. Solo un necio o un envidioso pueden ignorar el sacrificio y el trabajo necesario para convertir una modesta iniciativa creada en 1958 en líder de su sector.
No voy a enumerar sus hitos comerciales o sus innovaciones en el mundo de la conserva, pues solo por el mero hecho de situar Boiro en el mapa del mundo Jesús Alonso sería merecedor de tal acto. Pero hay más. A pesar de rumores e insidias, Jealsa se ha mantenido fiel a este pueblo y a esta comarca. En la pasada Navidad han anunciado un gran proyecto que se desarrollaría también aquí. Este hecho, en las actuales circunstancias económicas, supone una gran esperanza para muchas familias.
Jesús Alonso además ha sabido transmitir a sus hijos esa forma de hacer, asegurando la continuidad de su proyecto. Sin duda el prometedor futuro de esta compañía lo es también para Boiro. Y esta realidad debería estar por encima de banalidades, recelos políticos y demás excusas.
Desde la comodidad del anonimato considero que este pueblo, a través de su ayuntamiento, tiene una deuda con Jesús Alonso. A una servidora le gustaría verlo pasear por una calle o sentado en un parque donde luzca una placa con su nombre. No por él, que seguro se sentirá ya honrado con el reconocimiento de su familia y allegados, sino por el pueblo de Boiro que obraría con justicia y se haría grande reconociendo a un vecino notable en vida. De bien nacidos es ser agradecidos y no se puede dejar pasar la oportunidad de demostrarlo.
Esta cuestión con un poco de sentido común y responsabilidad se puede resolver de forma acertada. El alcalde tiene que tomar la iniciativa y plantearla a los demás grupos. Es importante conseguir que sea una propuesta unánime, para mayor realce de la misma. Se puede y se debe hacer.