Un Proust para el siglo XXI

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

FIRMAS

Los volúmenes autobiográficos del noruego Karl Ove Knausgård, comparados a «En busca del tiempo perdido», inspiran tanta polémica como admiración

23 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Al lector actual, los volúmenes de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, lo llevarán a la Francia de comienzos del siglo XX: un mundo que ya existe solo en las geniales páginas del autor francés. Pero ese mismo lector puede experimentar hoy lo que debieron sentir los contemporáneos de Proust. Al menos eso creen los admiradores de la serie autobiográfica del escritor noruego Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968), que ven en ella una ambiciosa saga memorialística para este comienzo de siglo, el XXI. En seis novelas Ove ha retratado su vida y la de su familia, sin ahorrar detalle, una actitud que le ha ganado tantos simpatizantes como detractores.

El éxito de sus títulos solo es equiparable a la polémica que ha levantado. Ha superado el medio millón de ejemplares vendidos en su lengua original (la población de Noruega ronda los cinco millones) antes de cerrar la traducción a cinco idiomas, entre ellos el español. Con la publicación de La muerte del padre y de Un hombre enamorado, Anagrama ha iniciado una serie cuyo título genérico, Mi lucha, ha echado más leña al fuego.

Pero las críticas se centran en la aparente sinceridad de los recuerdos del escritor. Ove no se detiene ante nada: la estricta relación con su padre, alcohólico, o el trastorno bipolar de su segunda mujer son temas que muchos noruegos creen que no debería haber contado con tanto detalle. Las frustraciones del escritor, tanto consigo mismo y su talento, como con su familia, se exploran sin pudor, igual que sus descubrimientos adolescentes del sexo y del alcohol. Es precisamente su veracidad, su minuciosa recreación, trasladada a través de una prosa absorbente, lo que esgrimen sus partidarios.

La publicación de las seis novelas de Ove, que culminó en Noruega en el 2011, se produce además en un contexto muy diferente al que vivió Proust. Casos como las revelaciones del exespía Edward Snowden han puesto el acento en la indefensión de la privacidad y son muchos los que se preguntan si Ove tenía derecho a retratar a personas de carne y hueso, algunas de su familia, con sus nombres reales, sin haberles pedido permiso para ello.

También se han producido cambios desde el otro lado, el del lector. El del siglo XXI, gracias a los programas de telerrealidad, ha cursado un máster en voyerismo de las vidas ajenas, en comparación con los contemporáneos de Proust. Quizá esas dos cuestiones, la defensa de la privacidad frente a la intromisión, hayan impulsado la serie del autor noruego, sin por ello poner en duda su talento literario, que ya le había ganado éxito antes de Mi lucha.