Cuando se cumplen 50 años de su primer álbum, este libro desvela todos los recovecos de una historia personal apasionante
27 sep 2019 . Actualizado a las 23:55 h.La vida de Julio Iglesias no es una balada romántica, tiene tantos picos de intensidad que parece una gran ópera, con todo su dramatismo y con toda la pasión de un gran protagonista. Un hombre único; huidizo a veces, entregado otras, tímido y descarado al tiempo, acomplejado y un seductor como no ha habido en este país. Julio es un veleta, regido desde su nacimiento por el aire (su signo zodiacal es libra), solo la tenacidad de llegar a la meta ha conseguido equilibrarlo. Esa fuerza contagiosa la hereda de su padre y de una armazón interior construida por quien es un auténtico soñador. Ese es el primer rasgo que destaca Óscar García Blesa, autor de esta biografía de casi ochocientas páginas, escrupulosamente documentada, que se devora con gusto. El mismo que le vio el compositor Manuel Alejandro al propio Julio: «Él representa el buen hacer, el buen decir, la sencillez, es como un buen vino». Pero el artista que ha vendido más de 300 millones de álbumes, que ha cantado en 14 idiomas, que tiene 2.600 discos de oro y platino, es mucho más.
Le asfixia la falta de libertad
Justo este año, cuando se cumplen 50 de la publicación de su primer álbum, Yo canto, García Blesa ha cosido con minuciosidad los pliegues de una vida que puede parecer envidiable, pero que Julio ha llorado en muchas ocasiones. De niño, cuando su madre lo castigaba en un pequeño cuarto, ya no soportaba la falta de libertad, así que cuando por fin se abría la puerta se iba directo al balcón a calmar la ansiedad. Esa asfixia marcó pronto su horizonte, para él no hay nada peor que estar atado, ya sea física o emocionalmente.
Julio es en cualquier circunstancia una fuerza adelante: «Si lo que hago un día es menos que el anterior, entonces me muero». Pero aunque sueña alto, le puede el miedo a volar. Su fobia a los aviones lo paraliza cuando arranca su carrera, y hasta dos veces se queda en tierra con los billetes en la mano; una contradicción curiosa para quien no ha parado de viajar por el mundo y tiene su propio avión privado. Julio es un pájaro de mucho cuidado, aunque tenga las alas rotas. Y las primeras se le rompieron cuando a los 20 años, tras sufrir un accidente de coche, se queda inmóvil en una cama durante dos años. Él sale ileso de ese coche, pero meses después un dolor insoportable en la espalda lo deja paralítico. Ese tiempo marca definitivamente a un chaval que pensaba que sería portero del Real Madrid y que se forja un carácter de hierro. Siempre de la mano, eso sí, de su padre, que mueve cielo y tierra para que lo vean los mejores médicos, lo atiende día y noche, y le miente para evitarle sufrimiento. En casa de los Iglesias, dice García Blesa, siempre hubo dos bandos: de un lado el padre y Julio; del otro, la madre y Carlos, el hermano pequeño.
Su padre es quien lo salva de una muerte segura y quien gira su destino cuando un amigo suyo, Eladio, le regala una guitarra para entretenerlo en ese aislamiento. La vida ya no sigue igual para Julio Iglesias, que empieza a componer y se proyecta enseguida como un cantante de éxito. «Mamá, yo voy a ir al Festival de Benidorm», le promete en cuanto ve que empieza a mover los dedos de los pies. Esa determinación es una constante, aunque el azar le abre enseguida un destino de estrella: el artista que iba a interpretar su canción, La vida sigue igual, enferma y tiene que ser Julio quien la cante. Él sale al escenario timidísimo, gana el certamen y ya no dejará de ganar nunca.
Mujeriego, con don de gentes, y muy tenaz, la huella de su padre es también un Canto a Galicia. «Creo que nunca volví a ser tan feliz como en mis veranos de niño en Cangas», confiesa Julio: «El olor a eucalipto, el agua transparente, las nécoras en aquella pensión O Pote [...] Soy un gallego profundísimo; mis sentimientos y mi sensibilidad están mucho más cerca de Galicia que de cualquier otro lugar». Esa etapa del accidente es crucial en su vida. Luego llegan Gwendolyne, Isabel Preysler, a la que la madre de Julio llama despectivamente La China y que, bañada en lágrimas por una boda de penalti, sufre pronto el desdén: «Cuando nació Chábeli tardé un día en localizar a Julio; luego llegó, estuvo una hora y se volvió a ir». Ese es el resumen de un matrimonio que se quiso, pero no sobrevivió a la infidelidad y a la ausencia del artista. Una fama de truhan que, cómo no, él alimenta siempre que puede. Cuando el Daily Mirror publica que Julio se ha acostado con 3.000 mujeres, lo primero que le dice a su mánager es: «Ni se te ocurra desmentirlo».
En 76 años y después de 50 de un éxito bestial hay muchas curiosidades que el lector descubrirá sorprendido, como que ese gesto suyo de los ojos cerrados y la mano en el pecho no nacen de la seducción: «Si los abría perdía la concentración, porque después del accidente mi sistema nervioso solo funcionaba al 65%». Su noche con Michael Jackson, la rivalidad con Raphael, la relación tensa con su hijo Enrique, su amor tranquilo con Miranda, «la mujer de su vida», sus operaciones estéticas, el exceso de sol, sus ocho hijos reconocidos… Ningún recoveco de la historia de Julio Iglesias se deja sin escudriñar en este libro que es una biblia para los fans y una parada obligada para los que creen que la música comenzó con Xoel e Iván Ferreiro (a los que el cantante, por cierto, hace referencia). Si creen en Julio, no se lo pierdan. Es un canto a la vida, hey. Y lo saben.
«JULIO. LA BIOGRAFÍA»
ÓSCAR GARCÍA BLESA
EDITORIAL AGUILAR PÁGINAS 763 PRECIO 19,90