Rachel Cusk, cuando el divorcio es alta literatura

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Rachel Cusk, autora de «Un trabajo para toda la vida».
Rachel Cusk, autora de «Un trabajo para toda la vida». BENITO ORDÓÑEZ

La canadiense ilumina con la honestidad como brújula las ruinas de una relación, la suya

30 sep 2021 . Actualizado a las 22:36 h.

No teman al fracaso, está ahí, es el amigo infiel, el tercero en discordia en las relaciones auténticas, en esas que eligen la transparencia frente a la representación. Hay belleza literaria en el dolor, en una relación rota, prueba Rachel Cusk (Canadá, 1967), que nos parte al medio con Despojos (Libros del Asteroide). Esta es la historia de su matrimonio contada desde su disolución. El inicio es el futuro imposible, el capítulo final. «La gente va en pareja a todas partes [...]. Consiguen que amar parezca facilísimo», escribe la autora de la trilogía A contraluz, Tránsito y Prestigio, que enfoca y disecciona las relaciones de pareja, de una pareja normal con dos hijas contra las cuerdas del mundo actual y su igualdad impostada, desde el cristal roto de su separación. Cusk ata la bandera de sus hondas dudas afectivas al mástil de su inteligencia y ofrece un viaje sin retorno con mitos griegos, memoria familiar, vívidos y sencillos recuerdos y potentes escenas cotidianas (la fiesta de cumpleaños de mamá, una experiencia fatal en el dentista, la comparación de la madre con una floristería: cierra y parece desaparecer cuando no están las hijas, llena la calle de sus plantas y flores en cuanto ellas vuelven). Despojos es un caleidoscopio de cristalitos de antigua rutina, desconsuelo y amor que no deja pasar la luz. «Ahora tenemos dos casas y no tenemos ninguna», expresa en un pico de Despojos la hija de la narradora, una mujer que no borda el papel de divorciada, sino que desnuda, desde el diálogo con los clásicos, tomando como referencia a Clitemnestra e Ifigenia, su extrañeza, su vacío, su manera de ser madre y mujer, la sensación de no ser. Lo hace de manera independiente, honesta, despojándose del sentimentalismo de la maternidad y de los moldes que dan al matrimonio forma de cuento de hadas.

La mejor parte de un divorcio son, en realidad, despojos. Los de Cusk tienen valor. No es posible partir en dos a las personas, como un bizcocho. Pero nos desmiga el desamor.