Nativel Preciado, escritora: «Lo que tienes de más se lo quitas a alguien que tiene de menos»

FUGAS

VICTORIA IGLESIAS

Acaba de recibir el premio Azorín por la novela «El santuario de los elefantes», un libro de aventuras sobre la codicia del primer mundo y el expolio de África

03 jul 2021 . Actualizado a las 11:39 h.

Nativel Preciado nos lleva a África con su última novela, El santuario de los elefantes (premio Azorín de novela 2021), y nos descubre la codicia de un grupo de amigos españoles millonarios y su desprecio por las personas que no tienen su mismo nivel de vida. Un viaje de aventuras alegórico que te lleva a reflexionar sobre la crueldad del ser humano y el poder de la naturaleza, que siempre acaba imponiéndose.

—Vuelves a la ficción con una novela de aventuras.

—Sí, llevo tiempo escribiendo ficción. Creo que es la séptima o la octava novela, pero las otras no hablan de mundos que me son tan ajenos, sino de historias más cercanas. Esta es una especie de novela de aventuras, un cuento para adultos con esa alegoría, ese simbolismo y luego un libro de viajes que, como todo libro de viajes, sucede un poco de todo. Enfermedades, accidentes, incidentes, enfrentamientos, enamoramientos... los viajes revelan mucho cómo somos. Y en cualquier viaje siempre suceden cosas muy distintas a la vida cotidiana. Nos enfrentamos con medios hostiles o medios que hay que descubrir, paisajes, personas o situaciones que nos ponen un poco a prueba y esa es la idea.

—La descripción de los paisajes te traslada irremediablemente a Tanzania. Me imagino que conoces bien el país...

—No, conozco bien África occidental, el Magreb... pero es diferente. Concretamente Arusha, Dar es-Salam y el territorio donde sitúo los terrenos y donde se manejan los personajes, ese escenario, no lo conozco. Es el escenario al que he viajado en pleno confinamiento a través de Google, que, como bien sabemos, es capaz de acercarnos el objetivo hacia la choza más insignificante de un poblado masái. Ha sido un placer escaparme de las cuatro paredes donde estaba encerrada. La pandemia me pilló en mi casa de Madrid y me he entregado en cuerpo y alma a esta historia. Por primera vez, he tenido el tiempo necesario para recrearme de verdad en los lugares, en los personajes y en el argumento. Así que es una gran compensación.

—¿Ahora es obligatoria la visita a Tanzania?

—Sí, y ver si realmente no me ha engañado mi imaginación ni mi documentación. Es un viaje pendiente. Y lo haré con muchísimo placer. Cada vez que he ido a África me he sentido de una manera muy especial. Y ya me ha atrapado como atrapa a todos los viajeros. No he vivido en África, pero sí he pasado el tiempo suficiente para admirarla y enamorarme de esa manera de vivir, de sus animales, de sus personas y de sus paisajes.

—Mientras lees esta novela te invade la sensación de lo injustos que siempre hemos sido con África, precisamente el lugar donde la humanidad tiene sus raíces.

—Sí, por eso te decía que es una novela alegórica. No hay nada más evidente que la situación que están viviendo los africanos. Ellos dicen en la novela: «No somos pobres, nos han empobrecido». Y es verdad. Tienen todas las materias primas, minas de piedras preciosas, minas de minerales imprescindibles para nosotros... diamantes, tienen hasta los animales, el marfil... Lo tienen todo y todo se lo llevan los invasores, las multinacionales. Los echan incluso de sus tierras para hacer plantaciones rentables. Es la injusticia más evidente y más flagrante a la que estamos asistiendo. Y cuando llegan aquí, cuando se juegan la vida para buscar un sitio donde vivir, porque a ellos bien les gustaría quedarse en su país, resulta que los miramos con desdén. Es una sensación de que estamos viviendo en un sistema insostenible. Después de la pandemia la brecha entre riqueza y pobreza ha aumentado. Se han enriquecido muchos más y se han empobrecido muchos más. ¿Hasta cuándo y hasta dónde vamos a llegar?

—Hay una cita en el libro que viene a decir que la pobreza es la única salvación.

—Sí, es de Diego Gracia, una persona que yo valoro mucho. Este desequilibrio es tan tremendo entre una parte de la humanidad que acumula toda la riqueza y la otra parte que pasa hambre, que es la mayoría, que no tiene sentido. Todo lo que tienes de más, que es muchísimo y que se ha puesto en evidencia también durante la pandemia, se lo quitas a alguien que tiene de menos. Y estos africanos que yo describo, que son humildes y que viven con muy poco y pueden ser muy felices, son también un espejo donde poder mirarnos para decir cuántas cosas nos sobran de las que tenemos. De cuántas cosas hemos prescindido cuando nos hemos confinado y, sin embargo, podemos vivir mucho mejor que otros que no tienen nada. Ese exceso de consumo es tan evidente que no hace falta señalarlo. Tenemos cosas de más porque los demás viven con mucho de menos.

—¿Acabaremos devorados por las hienas?

—Bueno, tenemos que espabilarnos. Yuval Noah Harari, autor del libro Sapiens, dice que el Homo sapiens es el asesino en serie mayor de la historia de la naturaleza. Es muy radical. Pero nos hemos creído algo que no somos. Cuando llegas a África lo primero que percibes es que formas parte de la naturaleza. No estás ni por encima ni tienes más poder. Y la naturaleza ha demostrado que es más poderosa que todas las multinacionales, que todos los ejércitos y que todos los inventos. Y resulta que no hemos podido combatir este virus nada más que humildemente, con los investigadores que tienen muy pocos recursos y con la ciencia.