David Muñoz, Estopa: «Siniestro Total nos invadieron el cerebro durante nuestra adolescencia»

FUGAS

La del jueves, en O Son do Camiño, será la segunda vez que el dúo de Cornellà se suba a un escenario en año y medio

23 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A Estopa la pandemia les pilló con el pie cambiado. A finales del 2019, a modo de celebración de sus 20 años de carrera, publicaron Fuego, un disco en el que, de alguna manera, volvían a su esencia rumbera pero desde postulados mucho más modernos y complejos. Un buen disco que anticipaba una gira que se presumía histórica. Y que acabó por serlo. Básicamente porque se suspendió en el 2020 y ha vuelto a suspenderse en el 21. Los hermanos Muñoz tan solo harán diez conciertos este verano, todos ellos en festivales. El primero fue, hace unos días, en Calafell. El del jueves en el compostelano Monte do Gozo será el segundo. «La sensación es muy rara», confiesa David Muñoz. «Pero por otra parte piensas, joder, si esta gente ha venido aquí, con la mascarilla, es porque esto le gusta que te cagas. Porque, buff..., para ir yo a un sitio con mascarilla me tiene que molar mucho. Pero mucho».

— Ha pasado más de año y medio desde que publicasteis el disco, vas a tener que volver a estudiarte las letras.

—Ostras. Yo pensaba que el otro día, en Calafell, el primer concierto después de año y medio, iba a ir peor. Porque los músicos sí que ensayaron pero nosotros solo un poquito. Y dije, «ya verás como la lío». Pero no. Me he dado cuenta de que eso es matemático, que es como montar en bici. Es escuchar el acorde y ya me sale todo.

—Hay dos canciones de «Fuego», «Camiseta de rock and roll» y «El último renglón», en las que habláis precisamente de la dificultad que supone escribir una canción.

—¡Y nos cuesta bastante más que lo que contamos! Hoy en día, hacemos una canción y estamos una semana celebrándolo. Antes no. Igual era porque hacíamos canciones más chorras. Pero ahora le damos muchas vueltas para que una canción quede redonda. Nos hemos vuelto muy exigentes. Quizá demasiado. Es que escuchamos a gente muy cabrona que lo hace muy bien.

—Nunca tuvisteis escrúpulos a la hora de hacer públicas vuestras admiraciones.

—Claro, nos gusta reivindicar por qué estamos aquí. Sin determinadas personas no haríamos música ni seríamos lo que somos.

—¿Por ejemplo?

—El primero que se me viene a la cabeza es Robe (Iniesta). Yo de mayor quiero ser como él. O el Sabina, que se ha hecho un último disco de puta madre. Pero tampoco seríamos los mismos sin Los Chichos, sin Los Chunguitos, sin Los Calis, sin Junco... Ni sin Siniestro Total, que son de ahí. Siniestro nos marcó mucho en la adolescencia. Ese descaro y esa falta de miedo a lo que te digan, cuando éramos jovenzuelos nos invadían el cerebro.

—¿Os cortáis ahora a la hora de escribir o decir según que cosas?

—La verdad es que no. Quizá antes teníamos el sentido transgresor más activado y nos sentíamos bien diciendo «joder, qué graciosos somos», y ahora como que ya no le veo tanta gracia. Pero eso no es cortarse. Es que ahora nos salen otras cosas.

—Cosas como «Pobre Siri», que puede parecer una canción escrita en tono jocoso, pero que esconde una demoledora reflexión sobre la soledad y la dependencia tecnológica.

—Tal cual. Cuando empezamos a componer esa canción yo la cantaba con una voz como la de Josele, el de Los Enemigos (le imita). Pero luego la cambié porque, efectivamente, la letra es un drama. Iba a decir que una distopía pero no, ya es una realidad. Hay gente que solo tiene por amiga a Siri. Y otra gente que la insulta.

—Pero se repone y te contesta.

—Vaya que si te contesta. Yo la he insultado, pa que te voy a engañar [se ríe]. Me gusta ponerla un poco al límite.

—Una emisora de radio ha hecho una encuesta sobre los discos preferidos por los españoles para viajar en coche y el más votado ha sido el primero de Estopa.

—¡Hostia! Me hace ilusión, pero me parece inexplicable. No te puedo decir más.

—¿Os da pudor cantar hoy canciones de aquel primer disco como «La raja de tu falda» o «El del medio de los Chichos»?

—¡Que va! No, pudor, ninguno. Aparte, esas son las buenas, las que no se olvidan nunca. Sería un error tremendo por nuestra parte no cantarlas.

—«La canción siempre vuelve», decís en «Atrapado», el tema que abre el disco. Es un mensaje importante en estos tiempos de...

—(Interrumpe) De la no canción, ¿no? Pues fíjate, este tema lo escribí porque últimamente me despierto siempre con una canción en la cabeza.

—¿Con una canción nueva o con una que ya conoces?

—Me pasan las dos cosas. Cuando es una nueva, que se vino en sueño, me esfuerzo por intentar recordarla. Pero de repente me despierto con «Mami que será lo que tiene el negro» y me paso todo el día con ella en la cabeza. Y la gente me habla y yo solo escucho Mami que será lo que tiene el negro... Lo paso fatal.

—En alguna ocasión habéis dicho que de no haber triunfado en la música, erais «carne de bar». ¿Os queda aún algo de ese espíritu?

—En realidad éramos carne de camareros, porque era el negocio familiar. Pero nunca tuvimos ese espíritu. Era lo que había. Y era muy esclavo. De niños veíamos que cuando nosotros nos poníamos malos, llorábamos y no íbamos al cole. Pero cuando mi padre, al que no he visto llorar nunca, se ponía malo, iba al bar igual. No había otra. Y eso nos enseñó lo que nos tocaba. Y lo asumíamos, ¡eh! Pero la música nos salvó del bar. Y de la fábrica, que creo que aún era peor.

—¿A Estopa le debemos, de alguna manera, la dignificación de la rumba?

—Nosotros le pusimos un punto de orgullo, es cierto. Porque con la rumba había prejuicios muy irracionales. La rumba le puede gustar a todo el mundo.

—¿Y cómo te llevas con las tendencias más actuales?

—Estoy al tanto de las nuevas tendencias, pero el retrovisor lo tengo supergrande. Por ejemplo, cuando voy a correr o voy en el coche no investigo músicas nuevas. Pero si alguien me dice: «Oye, escucha esto», yo lo escucho. Por ejemplo, me ha gustado mucho el disco de C Tangana. Yo pensaba que iba a ser más reguetonero y, qué va, para nada. Es de lo más fresquito que he escuchado últimamente. Y luego, claro, el de Robe. Ese me ha matado. No es que sea el disco del año, es el disco de la década.