Dani de la Torre acaba de presentar su nuevo filme en Ourense, una historia sobre un grupo de adolescentes ambientada en la Ribeira Sacra de los 80
22 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Triunfó en el cine con historias de acción, pero esta vez vuelve a su adolescencia con Life is Life. Dani de la Torre (Monforte de Lemos, 1975) toma las riendas del guion de Albert Espinosa para emocionar a padres e hijos a través de un grupo de adolescentes que pasan el verano en la Ribeira Sacra. Life is Life no llegará a los cines hasta el 2022, después de atrasar el estreno por «el mal momento que aún viven las salas».
—Vienes del cine de acción. ¿Cómo llega a ti un proyecto tan diferente?
—Cuando me llegó la historia, pensé que era muy bonita y diferente, pero no sabía si aceptarla. En esa época mi madre cayó enferma de cáncer y hablando con ella de mis proyectos me animó a hacerla, me dijo que me hacía falta algo diferente, que me podría venir bien y la verdad es que acertó. Ella murió poco después y fue un cambio de registro terapéutico para mí. Volví a cuando era adolescente y corría por esos sitios de la Ribeira Sacra en bicicleta y fue una experiencia maravillosa.
—¿Qué recuerdos tienes de tu adolescencia en la Ribeira Sacra?
—Tengo muchísimos, de hecho fue muy chulo volver a recorrerla con chavales de 16 años, con los protagonistas. Uno de mis colegas participó en la película como operador de cámara y recordábamos todas esas anécdotas juntos. Tuvimos que enseñarles a los chavales a usar un teléfono de rueda, por ejemplo, porque en su vida habían visto uno. Sobre todo flipaban con la libertad de poder salir de casa por la mañana y volver al día siguiente, sin que nadie te llame, ese vivir la vida salvaje porque tus padres confiaban en que estabas a salvo.
—Se muestra lo bonito de la adolescencia, pero también aparecen el cáncer, la droga…
—Muchos adolescentes tienen que madurar antes que los demás. En la película, el padre de Suso está enfermo y el tiene que trabajar en la empresa de su padre llevando todo ese peso. Al final, la vida te hace madurar por las situaciones personales que se viven en cada familia. Luego, el tema de la droga en los 80 fue terrible. En mi pueblo fue devastador, una generación de chicos y chicas que se fue a la porra por culpa de la heroína. No podemos contar que todo era felicidad y alegría. También había problemas muy serios, que desde la óptica de unos chavales de 16 años se veían de una forma diferente.
—¿Te inspiraste en clásicos como «Los Goonies» o en el cine de Spielberg?
—Está claro que cuando cuentas una historia de aventuras de esa época tienes que acudir a los grandes clásicos, Los Goonies, Cuenta conmigo, ET, o Verano azul en España… Esta temática no abunda en la cinematografía española, y no hay casi referentes. Al final, es bonito que seas tú de los primeros en hacer algo que no hay, ojalá seamos unos referentes como lo fueron ellos para el cine americano.
—Cuando tenías la edad de los protagonistas, ¿ya sabías que querías dedicarte al cine?
—Qué va, yo quería ser veterinario. Empecé a hacer mis pinitos cuando mi madre compró una videocámara para grabar las fiestas familiares y yo la cogía sin permiso de vez en cuando. Busqué ese camino después, pero algo se me removía por dentro siempre: la necesidad de contar historias. Fue cuando empecé a estudiar Imagen y Sonido, entré ahí porque me encantaba la fotografía y al final me acercaron una cámara y empecé a hacer mis primeros cortos.
—¿Alguna historia en el cajón que te encantaría trasladar al cine?
—Hay tantas… Me gustaría hacer un Master and Commander sobre la batalla de Rande, por ejemplo. Una batalla muy épica en una época convulsa. Me atraen mucho este tipo de historias. Es muy complicado porque son producciones muy costosas, pero nunca se sabe, siempre tuve en mente esa historia y hay que mantener el sueño activo.