
«Billy Summers» es la magnífica historia de un asesino a sueldo con principios morales que se enfrenta a un último trabajo
19 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Si eres fan de Stephen King, supongo que ya lo habrás devorado. Si, por el contrario, eres de los que nunca han leído al rey, esta es tu oportunidad de oro para empezar a adorarlo y librarte de cualquier prejuicio que te haya impedido lanzarte a disfrutar de su obra. Y no, esta vez no le hacen falta fantasmas, ni mensajes llegados de otros mundos, para tenernos con el corazón en vilo durante más de 500 páginas.
Aquí los monstruos son muy humanos. Y actúan sin freno. Billy Summers lo tiene todo: es una inquietante novela criminal, es una dulce historia de amor, es un crudo relato de guerra, es también un excelente manual sobre cómo escribir un libro y, además, una trepidante trama de venganza, al estilo de las de Yo soy la justicia... Ya te haces una idea. Y si por separado las piezas son soberbias, juntas componen un puzle perfecto al que no le sobra ni le falta una sola letra. Una genialidad.
técnica narrativa
El maestro Stephen King, que ya peina sus canas, 74 años, nos ofrece una historia en la que el protagonista principal es un asesino a sueldo, al que deberíamos odiar, y al que acabamos amando. Un pistolero con remilgos morales (solo mata a los que son malos) que afronta su último trabajo antes de jubilarse. Un encargo en un pueblo pequeño en el que se ocultará bajo la inesperada tapadera de estar escribiendo un libro. («Su mayor deseo es escribir. Se sienta y enciende el ordenador. Abre el documento en el que ha estado trabajando y se sumerge en el pasado»).
King hace gala de su excelente forma creativa (no todos los escritores agotan su genio con la edad) y presume de técnica narrativa: pasa de la tercera persona, a la primera, y salta de un momento temporal (la infancia del asesino) a otro (la actualidad) sin que en ningún instante perdamos el hilo de la historia o mengüe nuestro interés sobre lo que sucede.
Guiños a sus fieles
En el más de medio millar de páginas hay espacio para el drama, el humor, la acción y hasta para algún parrafillo sensiblero que no hará asomar una lágrima (esas escenas de ternura jugando al Monopoly con los niños del vecindario en que se oculta el pistolero/escritor Billy Summers a la espera de que llegue el momento del crimen).
Pero sobre todo hay (y esto entusiasmará a su legión de lectores constantes, tal como King los llama) esas pequeñas referencias que como huevos sorpresa nos deja a lo largo del camino para que disfrutemos con una sonrisa de los recuerdos de otras historias con las que nos conquistó: el laberinto del hotel Overlook con el que tanto sufrimos en El resplandor («Yo no soy supersticioso, pero no me acercaría al sitio donde estaba el hotel Overlook. Allí ocurren desgracias»); o que la chica protagonista se llame Alice Maxwell como uno de los personajes de Cell, o el pueblo de Hemingford Home en las montañas de Colorado, que también aparece en The Stand, y alguna más, como un siniestro payaso que saluda desde un taxi («El payaso saludó con la mano. Le devolví el saludo»)... Estas son las que yo vi, si encuentras alguna pista más cuéntamelo, ¡las colecciono!
Y también están las menciones a Donald Trump («Nick comenta qué me dices del puto Trump, y Billy responde qué me dices. Ahí empiezan a agotárseles los temas de conversación»), una crítica acerada que King no pierde la oportunidad en poner en primer plano, aun a sabiendas de que muchos de sus lectores americanos se sentirán ofendidos por sus críticas y lo pasaran a la lista negra.
Otros ya le han echado en cara la cruda descripción del asalto sexual que sufre la protagonista o que la primera parte de la historia se desarrolle con un tono excesivamente pausado.
Cambio de ritmo
Un ritmo que cambia cuando el personaje de Alice entra en escena. La historia se convierte a partir de aquí en pura adrenalina. Una road-movie llena de acción. Pero para mí, son los relatos que Summers escribe sobre sus experiencias en la guerra de Irak con asaltos a casas, encerronas y muertes; o sobre su infancia en casas de acogida con niños descarriados y solitarios lo que realmente da al libro una nueva profundidad. Cuestión de gustos.
Los personajes son otro punto fuerte. Perfilados, con sombras («si sufriera, me alegraría. Supongo que eso me convierte en mala persona. —Te convierte en humana —corrige Billy—»), evolucionan y maduran a través de las páginas. Los sentimos cercanos. Nos enganchamos a ellos.
Stephen King ha escrito una historia compleja, con algunas trampas deliciosas, en la que te sumerges y olvidas el mundo. Y el final... No lo voy a contar, pero te aseguro que nunca sospecharías cómo termina esta historia. Algunos dicen ya que es su mejor libro, por ahora.