Camarón de la Isla, un héroe musical de viñeta

FUGAS

Carlos Reymán y Raulowsky recuperan en una novela gráfica el genio del hombre que revolucionó el flamenco

11 feb 2022 . Actualizado a las 18:36 h.

Figura mayúscula de la música española (y universal), Camarón de la Isla es uno de los gigantes artísticos de nuestro país. Su obra y vida ha sido glosada en todo tipo de libros, reportajes, reediciones, documentales y hasta en un filme de Jaime Chávarri en el 2005. Ahora esa travesía espiritual y cultural llega al terreno de la novela gráfica con la espléndida Camarón, dicen de mí (Desacorde). En ella, el escritor Carlos Reymán y el dibujante Raulowsky recrean la historia de aquel gaditano nacido en una humilde casa de la calle de la Amargura en San Fernando (Cádiz) que años después brilló en los escenarios de París, tras revolucionar la historia del flamenco con La leyenda del tiempo (1979).

En un riguroso blanco y negro, que le sienta estupendamente a la mística del personaje, los autores trazan un recorrido de 210 páginas. «Un hombre deja de ser niño un día para convertirse en cantaor, y no en un cantaor cualquiera: el más grande de todos los tiempos. Hemos intentado dejar constancia de esa aventura vital, la aventura de una búsqueda interminable que puso el arte por encima de cualquier otra circunstancia», indican en la nota promocional. Y todo ello está reflejado con agilidad. Desde el nacimiento presagiado con el graznido de una gaviota a los primeros chispazos de brillo en el niño aquel que prometía un futuro brillante. Desde la escapada a Madrid, donde conoce los claroscuros de la industria (y a su hermano Paco de Lucía) al afán experimentador en el que se embarcaría en los setenta. Desde la convulsión de la Leyenda del tiempo (con un clamoroso «¡esto no es Camarón, devuélveme el dinero!» de uno de sus fans en Galerías Preciados) a la constitución definitiva de un mito alabado como un Dios por sus seguidores. Todo ello captando la expresividad del artista en el trazo y el desgarro en ese juego de blancos, negros y grises. Y logrando que el lector termine la obra en el mejor de los lugares posibles: volviendo a escuchar la música eterna de un artista único y totalmente imprescindible.