
Cuando paso por allí aún lo recuerdo. Ahora es un sitio apacible, iluminado, tranquilo, un lugar como otro cualquiera. Para mí, siempre será el escenario de una violación.
Vivíamos en una residencia de monjas. Teníamos sala de estudio, sala de café, sala de la tele. Elvirita, que parecía tener cien años, se pasaba el día deslizándose por los pasillos encaramada a unas mopas untadas de cera. Nuestro parqué era el más brillante de todo Compostela. Por las noches se deshacía el moño y su cabello blanco se derramaba como una cascada hasta los pies. Había habitaciones de cinco personas y en una de ellas fui feliz. Escuchábamos a Tracy Chapman y a Antonio Flores, hacíamos concursos para ver quién conseguía escupir el hueso de la aceituna hasta la ventana de nuestros vecinos de patio de luces, unos ciegos a los que odiábamos porque estábamos leyendo Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato y porque se pasaban el día haciendo el amor (y nosotras no). Casi siempre íbamos a clase en minifalda y nunca nos quitábamos las hombreras, entrábamos y salíamos sin parar, pero a las once estábamos todas en casa.
Un día, una de nosotras no llegó.
Volvía de la facultad cuando un tipo la metió por la fuerza en una casa abandonada para, durante horas y horas, hacer con ella lo que le dio la gana. A la mañana siguiente se cansó y la soltó. Aquel día, nuestra compañera nos contó lo que había sucedido, pero, al menos conmigo, jamás volvió a hablar de ello. Nunca supe del tamaño ni de la naturaleza de su trauma.
En Vista Chinesa, Tatiana Salem Levy habla de lo que nunca se habla. Una mujer escribe a sus hijos el relato del ataque que sufrió años antes de que ellos nacieran. Ese mismo cuerpo que los acogió fue ultrajado por un hombre que la arrastró al bosque y anuló su voluntad. Hasta ese momento, ella era una joven arquitecta que salía por las tardes a hacer deporte. A partir de ahí ya fue otra cosa. Supongo que te encuentras con el mal y arrastras para siempre una herida que, por más que pase el tiempo, no puedes cerrar.
Probablemente, si es silenciosa duele más.