Marta D. Riezu: «Galicia me parece un lugar incomprendido y maltratado»

FUGAS

Marta D. Riezu es autora de «Agua y jabón» y «La moda justa».
Marta D. Riezu es autora de «Agua y jabón» y «La moda justa». Cedida

Anagrama reedita los codiciados apuntes sobre la elegancia involuntaria de Riezu, «Agua y jabón», una colección de reflexiones cotidianas

15 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En Agua y jabón —ese compendio de textos sobre la elegancia involuntaria que Terranova publicó en el 2021 con una tirada limitada de 1.500 ejemplares y que tras convertirse en todo un fenómeno Anagrama acaba de reeditar—, Marta D. Riezu (Terranova, 1979) habla de «los eslabones», esas personas de cuyas recomendaciones siempre nos fiamos. No hay quien mejor encaje en este concepto que ella, intuitiva para apartar el ruido y enfocar todo lo que tiene ese «algo», ese «brillo inconsciente y sin adulterar».

­—¿Cómo de importantes son estos «eslabones» en un mundo tan lleno de impactos informativos?

—Creo en la figura del tutor, en tener amigos más mayores, en consultar y preguntar sin ser pesado. Uno debe detectar esas figuras cercanas (que pueden ser los libros, simplemente) y ser consciente de lo poco que sabe. Y ampliarlas y variarlas, no quedarse siempre en el mismo círculo toda la vida. Conservar amigos antiguos es fantástico, pero hay que hacer amigos nuevos todo el rato. Aunque cueste. Precisamente porque cuesta: eso indica que vale la pena.

­—¿Hablar de la elegancia no resulta poco elegante?

—¡Absolutamente! Ya lo digo en la primera página: los dones siempre son escurridizos, no hay que hablar de ellos, ni siquiera mirarlos de reojo. Cuando confiesas a una persona lo que te gusta de ella rompes el hechizo en ese mismo momento. El libro es más bien un compendio de admiraciones que deseo compartir con el lector. Yo no me tengo por elegante, solo faltaría. Soy un desastre y un caos.

­—¿Cómo gestionó el fenómeno editorial en el que se convirtió esa primera edición de Terranova?

—A ver, a ver. Un moment, si us plau. De fenómeno nada [se ríe]. ¡Cuatro gatos! Se vendió a cuatro gatos y se agotó. ¿Eran los cuatro gatos adecuados y los que yo exactamente deseaba? Sí. De eso sí estoy satisfecha.

­—Poca Galicia hay en su libro. ¿Qué hay de elegante por aquí?

—Me parte el corazón. Amo Galicia y me parece un lugar maltratadísimo e incomprendido. Nadie protege todo lo bueno que hay ahí. Estoy pensando en la naturaleza, el paisaje agrario, el lenguaje. Sin entrar en clichés de carácter y humor, los gallegos me parecen imperturbables, lúcidos, perplejos, atlánticos. Una suerte, porque los mediterráneos son unos pesados y unos ruidosos. Son observadores, directos, y pasan el día haciendo contabilidad inconscientemente. Llevan las cuentas de todo.

—Hábleme de Sargadelos, que sí sale en estos apuntes.

—Me gustan mucho sus bases humanistas. Díaz Pardo y Seoane creían verdaderamente en la cultura, el valor redentor del arte, las enseñanzas de la historia, el respeto al pasado. Quienes hoy compran la cerámica de Sargadelos —los bolsos y las carteras me parecen un desatino— harían bien en informarse acerca de su trayectoria y de todas las tensiones de los últimos 15 años causadas por el dinero, el ego y la falta de sensibilidad.

—¿Cómo sería su verano perfecto?

—Viajar estas semanas es condenarse a la vulgaridad, al tumulto y al desorden. No me interesan la playa ni la montaña popular. Me gusta la urbe mediana, ordenada y limpia. Me quedo en casa, donde no molesto a nadie ni nadie me molesta. Prefiero visitar en otoño e invierno.

—¿Menos es más?

—Menos es más tranquilidad. Pero lo entiendo más bien como un esencialismo profundo ligado a la educación, más que un minimalismo superficial que lo pinta todo de blanco.

—¿Qué opina sobre esa tiranía de la vida eficiente, de la necesidad de aprovechar cada minuto libre, de no perdernos nada?

—Todas las tiranías nos las imponemos nosotros mismos. No creo mucho en echar la culpa al otro. Uno ha de aprender a detectar por su cuenta los timos, los espejismos, los atontamientos. Si pierdo dos horas a diario en Instagram, la culpa es solo mía. Emplear el tiempo sin ansia y sin miedo es una enseñanza vital que se aprende demasiado tarde.

—Un nombre propio.

—Patrick Leigh Fermor.

—Un lugar.

—El colegio en el que nos educaron. Importantísimo, para bien o para mal.

—Un director de cine.

—Uy, aquí tengo muchas debilidades. Buñuel, Hawks, Wilder.

—Y una película.

—Estoy en un momento muy siciliano, diría La terra trema (Visconti, 1948).

—Un objeto.

—Aguja de coser e hilo. Aprendí a coser sola y me ha sido utilísimo. Cuanto más cosas sepamos hacer con las manos, mejor.