Mañana en la batalla piensa en él

FUGAS

Su editora en español, Pilar Reyes, las libreras Lola Larumbe y Mercedes Corbillón, y el escritor Manuel Vilas invitan a entrar en un autor «que hizo más por nuestra literatura que diez ministros de Cultura juntos»

17 sep 2022 . Actualizado a las 19:26 h.

Cuando fue mortal, Javier Marías (Madrid, 20 de septiembre de 1951- ibídem, 11 de septiembre del 2022) escribió esa clase de cosas que rara vez se saben contar. El escritor que se lleva el nobel de su editora en español, Pilar Reyes, y de muchos coetáneos se mira ya eterno en el espejo de su obra. En él cualquier alma podría verse con todas sus motas, sin filtros de Instagram. Quizá Marías no vuelva a los sitios que conoció de mortal, a la manera del fantasma protagonista de su cuento Cuando fui mortal, pero va a seguir rondando las cabezas de los que entran en los libros a cuerpo descubierto, dejando fuera el caparazón de prisas y prejuicios.

«Yo digo que Marías escribía con brújula y sin mapa. Él hizo algo que es casi imposible conseguir: usar la lengua española haciéndola propia. Parece que hubiese un lenguaje Marías. ¡Y esa es una cosa endemoniadamente difícil!, muy pocos lo consiguen: reinventar el lenguaje. Marías lo logró», asegura su editora en español, Pilar Reyes, que entabló amistad con el escritor en el 2009. Pilar no olvida el pin de Shakespeare que llevaba siempre el escritor, su coquetería, al hombre «detallista, de conversación honda y gusto por las cosas triviales» que fue este amante a la antigua del arte literario, de la música y del cine. ¿Un escritor difícil? «En Marías no hay una relación pragmática con la lengua. Si uno cuenta cuál es la trama de una obra de Javier, lo reduce a lo que es solo la punta del iceberg de su literatura. Al leer a Marías, lees la lengua de Marías. En ese sentido, haces un pacto con el escritor, pero no es un esfuerzo que pida ser un experto para llegar. Tienes que entrar en su universo para apreciarlo. Si ofreces resistencia a ese lenguaje largo, de pensar, porque las novelas de Marías piensan..., pues no vas a entrar», explica Pilar Reyes.

Tímido, reservado, gourmet divertido pero gravemente afectado por las tribulaciones del XXI, Javier solía entrar en la Librería Rafael Alberti cuando vivía con sus padres en el barrio de Vallehermoso. «Estuvo aquí firmando Berta Isla. Él no era favorable a las presentaciones, era muy tímido, se guardaba, no hacía presentaciones como tal, pero se sabía deudor de sus lectores. Por eso, venía a firmar aquí y a la Librería Méndez», cuenta a Fugas Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti. Corazón tan blanco, la novela que nos enjauló en el mundo de una duda (vertiginoso comienzo: «No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas...») fue el primero que leyó Larumbe del autor. Mañana en la batalla piensa en mí (que seguramente evitó más de una infidelidad), Todas las almas y la serie de Tu rostro mañana están en el top de la librera, que ilumina su faceta de editor «a la sombra del novelista y el articulista. Su editorial, Reino de Redonda [que montó con su mujer, Carme López Mercader], muestra su amor a los libros, a una serie de escritores. Editaban dos o tres títulos al año y él decía siempre que no ganaba dinero con eso, que más bien lo perdía, pero era una manera de compartir con lectores y con amigos libros que, según él, merecían una buena traducción al español».

Aunque ha muerto joven para el Nobel, Marías aprovechó el tiempo, hizo del tiempo madriguera y así llegó a todo el mundo, a ser leído en 30 idiomas. «Hizo más por la literatura española a nivel internacional que diez ministros de Cultura juntos», sostiene el escritor Manuel Vilas, que nos atiende desde Chicago. «La relevancia internacional de Javier está ganada a pulso, porque tenía una independencia grande con cualquier tipo de institución española. No quería saber nada de los poderes, del dinero público destinado a la cultura, porque no creía en eso. Y no creyendo en eso, ha sido un gran defensor de la cultura española fuera».

El Nobel se queda sin él. «Javier Marías va a ingresar en la cofradía de escritores en español abandonados por el Nobel, que preside nada menos que Jorge Luis Borges», titula Manuel Vilas, que suma a nuestros imperdibles de Marías Los enamoramientos, la novela que le dio calabazas al Premio Nacional de Narrativa. «Los escritores en España estamos abandonados a la buena de Dios -amplía el autor de Ordesa y Los besos. Solo se acuerdan de nosotros cuando nos morimos... Este es un país muy necrofílico. Tampoco acabo de entender el olvido sistemático de la literatura española por parte de la Academia sueca, el último en recibir el Nobel fue Vargas Llosa. Pero es verdad que el Nobel ya no es lo que era. Han dejado pasar a Marías, como a tantos... En Estados Unidos se dejaron, por ejemplo, a Philip Roth, que es un novelista de la categoría de Marías».  Roth y Marías en algo se parecen, ¿no? «Sí, se parecen; esa posmodernidad moral que hay en Marías es muy parecida a la de Philip Roth. Esa especie de moralidad líquida, ese no saber muy bien cuáles son los principios morales de las personas en este tiempo, en este tiempo y este mundo en el que vivimos».

El narrador de fondo tomaba a ratos la forma de ciudadano gruñón, «lo que estaba bien, porque era indomable por los poderes políticos —opina Vilas—. La política en España siempre se quiere llevar una ración de escritores, porque adornan... Y Marías no se dejó, era un martillo, ese escritor que no se casa ni con unos ni con otros. La suya es una opinión libre, no interesada, lo que da a la sociedad una profundidad moral».

¿Por qué fue tan beligerante con la última ola feminista el autor al que Eduardo Mendoza recuerda como «el que mejor trataba a las mujeres»? «Eso es una cosa de época, que le ha tocado por haber nacido en el 52. Había partes de las novedades sociales del mundo que no entendía. En este sentido, había unas limitaciones evidentes... ¡Pero ahí podía haber hecho un esfuerzo! Porque entendía maravillosamente bien el mundo femenino», considera Manuel Vilas.

«Tuvo mucho tiempo en su homilía dominical para dar otro punto de vista sobre sí mismo, y no lo ha hecho, no ha querido. A mí me rechifla Marías como escritor y, en este sentido, me importa un bledo si es machista o misógino, o lo que sea. Mi planteamiento ante la literatura no tiene nada que ver con lo políticamente correcto o con lo que se espera en una época. Cuando abro un libro ni mucho menos espero un catálogo de buen comportamiento, que me parece lo más aburrido del mundo», sostiene la librera Mercedes Corbillón, de Cronopios, que este verano, «casualmente», leyó algunos artículos suyos sobre fútbol y le han gustado «mucho».

En general, el Marías que escribía artículos, «el viejo cascarrabias que ni siquiera era viejo»,  a Corbillón le era de poco agrado, pero «el estilo que descuidaba en los artículos era, en cambio, en sus novelas maravilla, pura delicia. Esas frases largas, ese tono envolvente, me cautivan. O eras lector de Marías o no lo eras», zanja la librera. Los enamoramientos, Así empieza lo malo y Berta Isla están entre las obras del autor que aprecia la librera y editora de Señora de Provincias.

«Cuando pienso en Javier, si hay una palabra que lo pueda describir en sus múltiples dimensiones, es libertad. Marías pensaba y decía lo que pensaba sin medir lo polémico o lo incorrecto que podía ser. Nunca fue complaciente con los tiempos, ni con el discurso imperante, ni con el poder, ni con el deber ser de nada. Nunca quiso quedar bien en algún flanco ni le interesaba ser boutade. Él se tomaba muy en serio la responsabilidad de enunciar, de decir lo que pensaba. Eso es una carga. Cuando él sentía que había algo que decir, sabía que había que decirlo asumiendo todas sus consecuencias», subraya su editora en español. 

Dios salve al rey de Redonda, proclaman unos. Otras merodeamos por sus frases-novela, por sus cuentos redondos. Rondamos al fantasma de Cuando fui mortal, sabiendo ya que no finge, que ese fantasma es real como lo son las letras, que existe desde que Marías lo contó.

Mercedes Corbillón me cuenta que le recuerda en una fiesta en Madrid en una de las entregas del premio Alfaguara, en los jardines del Retiro, «con sus pavos reales». «Estaba solo en una esquina. Nadie se le acercó. Ni yo, que me moría de ganas, me atreví a acercarme». Su editora, Pilar Reyes, dice que tenía un gran sentido del humor y que adoraba hablar con las mujeres...

Quizá eran solo unos pocos los elegidos, las elegidas, por el rey de Redonda. Yo no olvido que no contestó a una carta que le envié en el 95. Por eso en la batalla pienso en él.