Cien años de Saramago: «El nunca mandou a conciencia de vacacións»

FUGAS

Pinto&Chinto

«A entrevista que eu quixen facerlle a Saramago no 82 cheguei a facela, pero en novembro do 2008. El viña de morrer», revela Manuel Rivas. Celebramos de la mano del poeta de la presidenta de la Fundación José Saramago, Pilar del Río, y de la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes, la vigencia del nobel en su centenario

25 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Vio la mentira, el abuso y una pandemia cegadora antes que muchos. Incluso, se vio morir un par de años antes de morirse. Y fue una isla, una isla puente a todo continente y persona de la Tierra. «Siempre acabamos llegando a donde nos esperan», escribió en El viaje del elefante José Saramago (Azinhaga, 16 de noviembre de 1922-Tías, Lanzarote, 18 de junio del 2010), que no deja de conversar con el lector, de isla a isla, sobre la mar literaria. En un mundo de ciegos, Saramago supo ver las consecuencias. El autor que renació en la isla de Lanzarote, en A Casa, su hogar con Pilar del Río en Tías, con las puertas aún abiertas, da la brazada hacia quienes estamos en la otra orilla del libro, probando con la mano las palabras. «José Saramago lograba llenar teatros. Conseguía llegar a un público intelectual, y también a un lector menos frecuente, un lector casi con una relación emotiva con la literatura. Él lograba establecer esa doble conversación. Creo que, porque, en el fondo, tenía conciencia de un discurso cívico muy claro, y del poder de la palabra para llegar, emocionar, conmover y hacer pensar. Las novelas de Saramago son novelas para pensar», subraya Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, que ha publicado los libros del escritor desde 1993, y una de las muchas amigas que visitaron al primer portugués en lograr el Premio Nobel de Literatura en su casa en Lanzarote.

Pilar Reyes conoció al maestro de la lucidez cuando ella dirigía Alfaguara en Colombia, «muy poco tiempo después del Nobel, en el 99». «Vino a Colombia a presentar La caverna, el libro que en ese momento estábamos lanzando. Para mí, fue una experiencia impresionante. Antes del Nobel, sus libros se distribuían en Colombia y él era como un autor de culto para mucha gente», recuerda. «Una vez que pasó el Nobel, nos dimos cuenta del gran alcance de Saramago, de la sintonía que tenía con el público colombiano. En Bogotá yo nunca había visto una respuesta tan apasionada en la acogida de los lectores por un autor. Nunca. ¡Y te lo estoy diciendo en el país donde estaba García Márquez!, a quien yo había visto, digamos, relacionarse con el público colombiano. Pero José Saramago fue una cosa realmente conmovedora», asegura Reyes.

La presentación de La caverna, uno de los libros que también recomienda al lector joven Pilar del Río, viuda y traductora del autor, presidenta de la Fundación José Saramago, fue en Bogotá en un teatro ante dos mil personas, «y otras dos mil se quedaron afuera, ¡y no se quisieron ir! Se quedaron fuera por ver si de algún modo podían verlo», continúa Pilar Reyes. Ese fenómeno del que la editora fue testigo en Colombia, según relata a Fugas, se vivió también en países como Argentina y en México («donde más de 10.000 personas escucharon al autor en el Zócalo», la plaza principal de la capital del país).

«Saramago tenía ese don, el de llegar a la gente. En América Latina su universo literario y su figura como intelectual encontraron lectores fieles, que lo acompañaron a lo largo de todos sus libros».

Ensayo sobre la ceguera fue, posiblemente, el inicio de esa honesta conversación sin paños calientes del «menino de Azinhaga» con sus lectores latinoamericanos. ¿Somos, como él escribió en ese libro en el que todos supimos ver el don de Saramago, ciegos, «ciegos que, viendo, no ven»? «Yo tengo dudas de que un escritor pueda anticipar... —sopesa Reyes—. Lo que sí creo es que Saramago era un hombre enormemente consciente de su tiempo. Él se sentía un escritor de su tiempo y logró algo magnífico: traducir en un universo literario las preocupaciones de esa lectura de su propio momento. El mundo no ha cambiado tanto... Diría que Saramago era un escritor humanista. Su preocupación eran el ser humano y su entorno, las relaciones entre un personaje y su tiempo. En ese sentido, encontró una alegoría que puede ser leída como contemporánea, un libro que se ha escrito hace veinte...». «Los intelectuales no son profetas, son personas que piensan», explica Pilar del Río, que nos permite asomarnos en La intuición de la isla (Itineraria) a los días, los años, que pasó el autor en Lanzarote, desde su llegada a la isla en 1992 por la ofensa que fue la censura del Gobierno de Cavaco Silva, que vetó El Evangelio según Jesucristo, libro que desató la polémica, el miedo, y en el que, según la viuda del escritor, «ningún crítico se atrevió a entrar a fondo». «José terminó El Evangelio temblando», revela su traductora al español, segunda esposa y compañera de vida. La libertad provoca sufrimiento. Ser libre no es una fiesta, puede ser la cadena más pesada, perpetua. «Claro. Ves que o corpo dos libros é o corpo da liberdade. El chega a esa liberdade, e a liberdade é un risco. A liberdade fai que castañeteen os dentes», dibuja Manuel Rivas (A Coruña, 1957).

El nobel no se da por leído, es libro abierto que ayuda a navegar el mundo, la realidad (in)humana de la Tierra. Su epitafio, una frase de Memorial do convento: «Pero no subió a las estrellas porque pertenecía a la Tierra». Aunque podría ser también ese otro que se le ocurrió un día a su fino sentido del humor: «Aquí yace indignado José Saramago. Por dos motivos indignado: por no estar vivo y por haber venido a un mundo tan malo y que, en esencia, no ha cambiado».

Memorial do convento fue el primer encuentro de Manuel Rivas, galardonado por el Premio da Crítica de Galicia por el poemario O que fica fóra, con la obra de Saramago. «Quedei engaiolado con aquilo!: estabas lendo e estabas escoitando. Eran as voces que non se oen da historia, esas voces baixas. De súpeto, emerxía un mundo que enfeitiza porque estabas oíndo o que normalmente non se contaba, o que non se podía oír», recuerda el poeta coruñés. 

«Del sorprendía o mesmo xeito de contar, conseguir esa voz oral, que parece a dos contos de sempre, con esa atención que pon ao mundo de xente humilde, á parte escura da historia, ás dimensións extraordinarias da vida. Oes a voz que é o rumor do pobo, da xente que non tivo voz», amplía el escritor.

¿Cuándo vio por primera vez al nobel portugués? «Aínda non era el unha persoa coñecida daquela, cando publicou Memorial do convento. Cando veu a presentalo á Coruña non había ninguén... Eu fora porque me gustaba. Lembro unha viaxe a Portugal, desas nas que vas comprar toallas, e eu tivera noticia do libro por alguén; penso que fora Fernán Vello. Creo recordar que el o presentara na libraría Couceiro que estaba na praza do Libro. Memorial do convento, co relato de como se constrúe un gran convento en Portugal, xa che abre os ollos sobre ese lado escuro histórico que ten a Igrexa».

¿Eran dos, el José Saramago escritor y el ciudadano comprometido con la defensa de los más vulnerables, de los deberes humanos? «No, él era un ser en esas dos dimensiones», responde Pilar Reyes. «Lembro que, cando lle deron o Nobel, o primeiro que fixo ao volver a Lisboa foi ir á sede do Partido Comunista na avenida da Liberdade. Foi e saíron en manifestación porque había un conflito obreiro», recuerda Manuel Rivas. «Una vez le preguntaron qué pensaba él de la legalización de las drogas, y dijo: 'Creo que antes hay que legalizar el pan'», comparte Reyes.

La fusión de lo humilde y lo sublime

El magma emocional de la literatura de Saramago lo aproxima tanto a Latinoamérica como a Galicia, este rincón pensante de la península ibérica. «Creo que el interés de José por el mundo en español tuvo mucho que ver con el privilegio de poder ser traducido por su pareja. El ejercicio de traducción de Pilar del Río de los libros de José a partir del Ensayo sobre la ceguera es impresionante. Porque hace que haya una vinculación afectiva con la lengua española. Y, por supuesto, Galicia, que está vinculada al Atlántico, tiene una relación importante con Latinoamérica y con el universo luso. La balsa de piedra es una alegoría de eso: estar en esa isla, a medio camino entre Europa y América. La idea del libro se le ocurrió en un atardecer en Finisterre», cuenta Pilar Reyes.

La complicidad entre Saramago y Pilar del Río, en todo el mapamundi que puede ser la relación entre dos personas, fue, según la editora de Alfaguara, la que hizo que el acercamiento del portugués a España fuese no solo intelectual, sino emocional. «Es importante todo el proyecto de la Fundación Saramago, que trabaja en la divulgación de la obra de José, pero también en la labor de darle un alcance a sus ideas como intelectual, y a su Carta Universal de los Deberes y Obligaciones de las Personas. Más que los derechos, es el deber que tiene cada ciudadano en la sociedad en la que se encuentra. La Fundación Saramago está, además, haciendo un trabajo de presentar a autores españoles en Portugal muy importante, reforzando el vínculo de confraternidad ibérica».

Saramago fue un escritor político, comunista. «Su literatura no es un territorio para hacer política, pero su vocación de humanista y su idea de qué debe hacer un escritor en la sociedad son claves», aporta Pilar Reyes.

Ensayo sobre la ceguera «les cambió la vida a muchos lectores», dice la editora de Alfaguara sobre este libro de una trilogía que ilumina la oscuridad de los tiempos. ¿A qué tipo de sociedad debemos aspirar?, nos viene a preguntar Saramago. Difícil desmembrar de lo literario la coherencia de su compromiso cívico.

¿Por dónde empezar a leer al nobel? Para la presidenta de la Fundación José Saramago, «si eres una persona joven, que sabes leer, recomendaría la trilogía Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez e Intermitencias de las muerte. Ensayo sobre la ceguera les explica bien a los jóvenes el mundo distópico en que vivimos. En Ensayo sobre la lucidez, encuentran que los hombres pueden construir esperanza. E Intermitencias de la muerte es muy poético. Es verdad que nacemos para morir, y a veces quisiéramos ser eternos, pero ser eternos quizá no sea lo más maravilloso... A lo mejor, lo importante de verdad es amar mucho y amar bien». Para una persona con menos capacidad para la lectura, Del Río recomendaría La caverna; «y para alguien capaz de preguntarse quién soy y dónde soy en este mundo de prohibiciones y normas, El Evangelio según Jesucristo».

«Saramago ennobrece a realidade dos marxinados. Xa na primeira novela, Levantado do chan, aparecen as voces que son a súa marca, onde xa é quen de transformar o rumor do pobo en literatura, digamos que converte a fala humilde en sermus sublimis. O marabilloso del é como el transforma en sublime a fala e a historia dos de abaixo», apunta Manuel Rivas.

De Caín, el último libro que escribió, «impresionan las preguntas teológicas», añade Pilar del Río, quien no dejaría nunca de hacer El viaje del elefante. «Es una obra que me encanta, muy emocionante, que José escribió robándole tiempo al tiempo. Fue un libro que escribió después de un momento de crisis de salud violenta, donde parecía que no salía... Fue su libro quizá de resurrección, aunque es una palabra religiosa que a él, seguramente, no le gustaría. Tras una enorme crisis de salud, salió este libro tan luminoso».

«Como un titán ha escrito El viaje del elefante. Un triunfo del lenguaje, la imaginación y el humor, arrancado literalmente a la muerte», escribía Rivas en una entrevista al escritor en el 2008, en la que pregunta al nobel sobre lo que a menudo «fica fóra», sobre la relación con su propio cuerpo y con las mujeres, sobre su ateísmo o su visión de la izquierda en España. Pocas respuestas quedarían caducas en el periódico de hoy. «Esa foi, xunto con outra que lle fixen a Tabucchi, a entrevista que, probablemente, máis me impresionou —asegura el autor de O que fica fóra—. Aquela entrevista que eu quixen facerlle a Saramago no 82 cheguei a facela, pero en novembro do 2008! El viña de morrer. Dicía que tiña un dobre e que volvera ao mundo grazas a ese dobre que lle dixo: 'Non podes morrer agora! Lémbroo cos ollos de neno, grandes como focos. Contoume moitas cousas dos avós maternos, Jerónimo Melrinho e Josefa Caixinha. Sempre se refería aos avós como os seus primeiros mestres». Lo dijo al recibir el Nobel: «El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir». Era el abuelo Jerónimo.

«Saramago non ten concesións. Tamén a fala popular é moi auténtica. Non poderiamos entender nin Cervantes nin Shakespeare se non fose por esa cultura popular que se expresa no entroido, feiras, tabernas... en espazos que son impermeables para o saber oficial. No Decamerón de Bocaccio, Os contos de Canterbury, a picaresca española ou o boom hispanoamericano hai ese chan fértil, esa fonte incesante de vangarda que é a fala popular. En Saramago están o humilde e o sublime, o que el fai é fusionalos», argumenta Rivas.

«Saramago nunca mandou a conciencia de vacacións», concluye el poeta.

En el libro La intuición de la isla, Pilar del Río, traductora y compañera del nobel hasta el final, ilumina los recovecos personales de José Saramago (el ritual del desayuno, sus «conflictos de camisas», el bacalao plato estrella, la visita de María Kodama y de otros amigos) que son como esos cultivos como lunas de la Geria, donde se produce el vino blanco que tanto gustaba al nobel portugués. Saramago es una isla indignada, pero acogedora, un «menino» que en su centenario sigue haciendo amigos. Y poniéndonos deberes...

Cuatro libros para navegar tiempos revueltos

1. «Memorial del convento»

Los cimientos de la voz de Saramago

Una novela histórica. Una historia de amor inolvidable. Un personaje femenino, Blimunda, que el nobel consideró mucha mujer para él, según dijo a Manuel Rivas en una entrevista en el 2008 que el escritor y académico coruñés no olvida. Rivas recuerda este libro de Saramago como su primer encuentro con la obra del nobel. En Memorial, «oes a voz que é o rumor do pobo, a voz da xente que non ten voz», dice Rivas.

2. «El Evangelio según Jesucristo»

Golpe a toda una civilización

¿Quién es el Dios que quiere la sangre, la muerte, para que sea restablecido el equilibrio de un mundo en el que solo imperan sus leyes? Con este libro, golpea uno a uno a todos los tópicos de la civilización cristiana, señala Pilar del Río. Se desató un escándalo que llegó a ser censura. Y nuevo comienzo de Saramago en la isla de Lanzarote, tras ser vetado este Evangelio por el Gobierno de Cavaco Silva.

3. «Ensayo sobre la ceguera»

Para comprender un mundo distópico

La trilogía que forman Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez y Las intermitencias de la muerte es una de las grandes recomendaciones de la traductora y viuda del nobel portugués para el lector joven. «Ensayo sobre la ceguera les ayuda a comprender el mundo distópico en el que vivimos», señala Del Río sobre esta parábola en la que un hombre parado ante un semáforo se queda ciego súbitamente. ¿Vemos sin ver?

4. «El viaje del elefante»

El libro que le ganó a la muerte

El viaje del elefante Salomón a través de la Europa del siglo XV, que ofrece el sello Alfaguara en una edición ilustrada por Manuel Estrada, premio Nacional de Diseño, para celebrar el 20.º aniversario de la concesión del Nobel a Saramago, es una de las obras favoritas del autor de la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes. «Fue un libro que escribió después de un momento de crisis de salud violenta, donde parecía que no salía», cuenta.