Andrés Suárez: «Mi público se merece que yo rompa las cuerdas en el escenario»

FUGAS

PACO RODRÍGUEZ

El músico ferrolano sigue con la gira de «Viaje de vida y vuelta», su enérgico paso adelante que presentará en octubre en A Coruña. «Les he hecho una canción de amor a los 'haters'», dice

15 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha convertido en una idea recurrente en la industria musical eso de que, tras la pandemia, la gente se ha volcado en la música en directo. En el caso de Andrés Suárez, la idea se convierte en un hecho palpable. «Cuando ibas a Latinoamérica lo veías, que la gente a la tercera canción estaba de pie en las butacas y alucinabas. Pues eso está pasando por primera vez en España. No sé el motivo, no soy sociólogo, pero veo que la gente viene a darlo todo», explica. En breve se podrá ver ese efecto en Galicia. El 14 de octubre actuará en A Coruña (Palacio de la Ópera, 21.00 horas, desde 25 euros).

­—Muchos hicieron punto y aparte con la pandemia. Usted insiste en recordarlo en sus canciones.

—Sí, pero una cosa es no recordar y otra no mirar adelante. Yo de nostálgico, aunque sea cantautor, tengo poco. Es que si no no estaría haciendo Viaje de vida y vuelta. Estaría haciendo Moraima 2 y 3 y luego un grandes éxitos. Pero yo tengo mucho que contar aún. Mi mejor disco está por llegar. Es cierto que todos queremos olvidar las emociones colectivas desde marzo del 2020, pero me abruma el alzhéimer selectivo, abrupto y selecto, que parece que no haya pasado nunca nada. Y eso no. Pero yo en el Palacio de la Ópera no voy a llenar el concierto con esas canciones. Lo que hablo en Pienso en ti es que hay gente que dio la vida por nosotros, pero yo no me quiero quedar en esa sensación de pandemia y pospandemia.

­—En «Por no decir tu nombre» le canta a los «haters» de internet. ¿Le odian más ahora o le tienen miedo?

—Esa gente lo que no tiene es miedo. Lo único que tienen en su vida es dolor y llanto. Hace poco estuve en una conferencia con psicólogos y psiquiatras que hablaban sobre qué había detrás del incógnito de la pantalla. Había una conclusión: era gente que había sufrido tanto en su vida que su modo de plasmarlo es, protegido desde el anonimato, devolver cada uno de los golpes que le han dado en la vida. Pues ante eso, yo les he hecho una canción de amor porque es el mayor golpe que pueden recibir, cuando es toda una caricia. No lo entienden. Haters haberlos haylos. Y lo peor es que, a nivel social, lo hemos aceptado como algo normal. Que tú publiques un vídeo y que te insulten. Y no es normal. Debería haber más curas de amor y más profesionales para atender a esta gente.

—¿Su intensidad artística se corresponde con su intensidad vital?

—Para bien y para mal, sí. Hace mucho años pensaba que era un gran defecto llorar como lloro, beber como bebo, reír como río y amar como amo. Después pensé que era una gran virtud y que el resto se lo perdía. A día de hoy le veo las dos caras a la moneda, pero no sé ser de otra manera. Me gusta entrar en una sala, verla llena y que se me pongan los pelos de punta . O que de la emoción al cantar Rosa y Manuel, la canción de mis abuelos, rompa a llorar. Eso me parece maravilloso. Yo toco y a veces rompo dos cuerdas. Pero es que el público que me viene a ver se merece que rompa las cuerdas de mi guitarra en el escenario de lo intenso que es todo.

­—¿Esa incontinencia no le ha jugado malas pasadas?

—Sí, me he ganado enemigos en mi vida profesional por esta intensidad de la que no reniego, porque también hice grandes amigos. Resulta es que a mi ex y a mi novia no les puedo caer bien a la vez. Bueno, pero prefiero no callarme. La contención hace que te duela la espalda. Callarte verdades y el bienquedismo es una plaga.

—En el disco habla de Aute, pero en su adolescencia los inicios fueron otros.

—Si hablamos de los tiempos del Conservatorio de Ferrol, yo veía a Los Suaves, a Rosendo, a Robe Iniesta y al Drogas. A los 12, 13 y 14 años cae Rock transgresivo y el directo de Las Ventas de Rosendo. Eso me aleja de la música clásica y tiene que ver más con las hormonas, la adrenalina y las ganas de vida.

­—¿Bebía los vientos por el rock urbano?

—Totalmente. En aquel entonces no soñaba con Chopin, Bach o Vivaldi, sino con el concierto de Extremoduro en Caranza, con la gente patas arriba. Había unos tíos con guitarras eléctricas que tenían a todos locos. En esos años pecas de imitador. Creo que con 14 años es imposible tener una personalidad definida.

—Aunque hubiera mucha rugosidad, ¿se estaba colando por el camino de la poesía?

—Es que para mí uno de los grandes poetas de este país es Manolo Chinato, y también Roberto Iniesta. Muy poca gente escribe poesía como ellos. Lo que se inventa Robe con Rock transgresivo es poesía. Para mí no hay mucha diferencia entre él y Aute o Sabina. Hay grandes poemas en el rock urbano. Una vez hice un concierto en Galileo con gente mayor. Hice una suerte de popurrí de Robe en acústico. Al terminar el concierto me dijeron: «Eres el mejor escritor que hayamos escuchado» . Y me dijeron un verso. Les tuve que decir que era de Extremoduro. Se quedaron flipados.