Lara A. Serodio, la gallega que triunfó en Audible con «La piel infiel»: «Me interesan las grandes heroínas adúlteras, su destino no tiene por qué ser trágico»

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Lara A. Serodio, autora de «La piel infiel».
Lara A. Serodio, autora de «La piel infiel». Cristina Reche

Esta autora gallega, guionista y creativa publicitaria en diversas agencias, reinventa el destino de «Madame Bovary» en un sensual «thriller» sin culpa que inaugura colección tras triunfar como audiolibro. Fue top-5 en Audible, con más de un millón de minutos escuchados

27 feb 2024 . Actualizado a las 22:02 h.

Lo que piensas puede convertirse en lo que haces, a veces se ve por fuera. Cuidado con eso, con dar cuerda a la propensión al drama y a las complicaciones. La piel infiel, que inicia la colección N de Novela de Planeta, empieza sin saber si es martes o miércoles, con el recuerdo de Alexis como un tarro abierto de mermelada de arándanos en la cabeza de Emma. No es la Emma de Flaubert o sí... Pero con un empleo en una agencia de márketing del Eixample, pasando folders a cuentas y comiendo de táper entre avalanchas de mails día a día.

El marco y las molduras de la historia les serán familiares, como la tensión erótica que sigue «la línea de puntitos» que acerca a los protagonistas, atribulados de tedio, infelices adaptados.

Con doblez y sensual ironía seduce al vuelo, y disecciona la infidelidad en perspectiva, Lara A. Serodio (Vigo, 1984), redactora, guionista y creativa española, y autora de Una vida M, Tercero sin ascensor y Cerca de ti.

­—Esta novela es un reflejo de la vida laboral y afectiva de al menos un par de generaciones. ¿En qué momento empieza a haber una relación íntima? ¿Las relaciones nos enfrentan hoy a otros códigos, a otros lenguajes?

—Sí, por las herramientas de las que disponemos, especialmente los que hemos navegado el cambio de comunicación, de cuando llamabas por teléfono o escribías una carta a mano... Ha habido una adaptación a los nuevos medios para comunicarnos y a la vez se está manifestando una incapacidad para entendernos. Hay una frase de una canción de Marvin Gaye que me gusta mucho: «De lo que escuches no te creas nada, y de lo que veas la mitad».

­—¿Lo digital complica el entendimiento?

—Sí. Navegamos en un mundo de malas interpretaciones, errores, males de cabeza. Quien más quien menos tiene un dolor de cabeza con que va a un amigo con un mensaje a preguntarle: «¿Qué crees que ha querido decir aquí?».

­—Sin ese juego no hay historia, no hay novela, no hay relación interesante.

—Totalmente. El punto de partida del affaire de Emma y Alexis es ese. Emma está aburrida de su rutina y aparece un personaje que le hace la vida interesante. Ella lo va dibujando a través de los gestos: primero la mira, después la saluda, le escribe correos... La persona se te vuelve interesante en esos detalles, en el uso de las palabras, y ese tonteo es lo que engancha. Parece que sean medios con un fin y no la manera en que vivimos las relaciones. La emoción inicial es muy poderosa.

­—¿El deseo es el «thriller»?

—Sí. Ellos hay un momento en que se conocen de manera íntima. Si el juego es solo un medio para llegar a un fin, para un fin que te produce placer pero te aísla, lo que importa es el juego... Echas de menos el «hola» que marca la diferencia.

­—¿El vínculo, la atracción, tiene mucho que ver con la atención?

—Este es el punto de partida de la historia. Quería contar la vida común que lleva la protagonista, que podemos llevar cualquiera de nosotros (levantarse, trabajar, ir al súper, al gimnasio, hacer la comida del día siguiente, ver una serie...). En el trabajo, ella se ve atada a una mesa con una cadena. El punto de partida es la falta de atención: ni su pareja ni sus jefas ni sus compañeros levantan la vista. Hasta que llega alguien que le hace caso... Y eso es emocionante, por eso ella toma la decisión de ser infiel de manera fría y calculada. Y no esa concepción de «Fui infiel porque me lo pedía el cuerpo y no lo pude controlar».

­—¿Qué tiene Emma de ti, del modo de sentir de las mujeres de ahora?

—Tengo la convicción de que cualquier persona de cualquier edad se puede sentir identificado con la historia en un punto o en otro. Bien porque son padres o madres y la historia de Alexis les pega un gancho en el estómago. Bien porque la idea de ser infiel planea de un modo u otro en la vida de cualquier persona. Emma tiene una vida normal, en la que nada parece que vaya mal. Todo va sin sobresaltos, tiene una buena relación de pareja que poco a poco se va acomodando. Nada va mal porque, precisamente, no hay nada que vaya.

­—Flaubert y Alain de Botton, en el «hall» del relato, grandes presencias muy reveladoras. ¿Es Emma una nueva Bovary?

—Construyo los personajes femeninos a prueba de bombas. En este caso, con la idea de las grandes heroínas adúlteras. Nosotros tenemos La Regenta, está el guiño también a Anna Karenina, pero, sin duda, quería traer a un punto de vista contemporáneo a Madame Bovary. Tanto en la literatura como en el cine, este tipo de personajes han resultado como muy trágicos. A esta Emma contemporánea quiero que la entiendas...

­—¿Y que la despojemos de su destino fatal?

—Sí. Independientemente de que la estructura siga el viaje de Madame Bovary, las diferencias es lo que me parece interesante en la comparativa; la idea de no castigar a Emma. Yo quería hacer un desenlace diferente, no llegar a esa sumisión, porque la sociedad o la moral fuerzan. No tiene que ser ese el único destino de una mujer que transgrede el orden patriarcal establecido. Tanto en la realidad como en la ficción se tiene la piedra en la mano, fácil para lanzar antes siquiera de escuchar la historia. Si La piel infiel fuese narrada por Alexis, todo el mundo le comprendería. Si la narrase él, no estaríamos profundizando en esto.