Rodrigo Cuevas: «Mis años en Galicia determinaron mi personalidad»

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El sábado actúa en el festival PortAmérica y el domingo será nombrado Veciño de Honra de la aldea pontevedresa en la que vivió 8 años

05 jul 2024 . Actualizado a las 10:00 h.

Si en una semana dejó huella en Oaxaca (México) —Lila Downs, su anfitriona, declaraba en estas páginas la semana pasada que no había conocido un artista igual—, imagínense lo que supuso para los vecinos de la aldea de O Trebello (en A Lama, Pontevedra) convivir ocho años con Rodrigo Cuevas. «Mis tres primeros años allí los recuerdo como, ¡buah!, una de esas etapas de la vida que te marcan totalmente. Hay gente a la que le marca la época de la facultad, a mi padre lo marcó la mili y a mí fueron aquellos tres años en la aldea los que determinaron mi personalidad y todo lo que me interesa en la vida. Fue mi particular Arcadia», confiesa. De ahí, la emoción con la que recibe ser nombrado el domingo Veciño de Honra de O Trebello. «Me presta por la vida», asegura.

­—¿Cómo te dieron la noticia?

—Me escribió un mensaje un amigo y me dijo: «Rodrigo, colle o teléfono por dios, que che teño que chamar por unha cousa importante». Lo cogí, era una videollamada y allí estaba todo el pueblo, merendando y saludándome. Me dijeron que acababan de tener una reunión y que me querían nombrar Veciño de honra «porque siempre te acuerdas de nosotros y siempre nos nombras». Y bueno, me emocioné entero.

­—Llegas al PortAmérica al poco de regresar de México. ¿Cómo ha sido la experiencia allí, qué te traes?

—Conocí un México superindígena y al tiempo desarrollado en un entorno urbano. Porque aquí siempre pensamos que lo indígena es aldea y aislamiento. Y allí lo indígena tiene una presencia urbana superfuerte y forma parte de todo lo que tiene que ver con lo político y lo social. Eso me fascinó. Te das cuenta de cómo podría ser también esto, si le diésemos una presencia muy muy fuerte a la tradición y a la cultura propia. Allí todo lo que hay es auténtico.

­—E ir de la mano de Lila Downs...

—Es un sueño. Ya se lo dije a ella, y te aseguro que es real, que no es peloteo: yo empecé a hacer todo esto de la música tradicional porque estaba escuchando a Lila Downs. Si no, posiblemente no lo hubiera hecho. En aquel momento, para mí Lila Downs era mi artista de cabecera. Así que, de repente, estar allí, en su casa, comiendo, grabando, cantando... Fue increíble.

—Frente a, por ejemplo, futbolistas que aseguran no tener nada que decir ante cuestiones sociales o políticas, tú aprovechas cada oportunidad que tienes para dar la cara y hablar de aquello que sientes que es necesario.

—Sí, claro. Hay que aprovechar la visibilidad para, jolín, remar en favor de hacer mejor la sociedad. A ver, yo entiendo que hay gente que no se quiere meter en jardines porque no tiene un discurso político estructurado. Y es lícito. No pasa nada. Pero en este momento, de lo que se trata es simplemente de posicionarse a favor o en contra del humanismo, a favor o en contra de la democracia. Es un discurso fácil, ¿no? Hay cosas que todos tenemos que tener claras por poco que te interese la política y lo social o por muy privilegiado y protegido que te sientas en tu castillo de oro. Hay cosas en las que es fácil posicionarse: «No, ultraderecha no». Y ya está. No tienes que meterte en más jardines.

—En una ocasión dijiste: «Los maricones no queremos ser dignos». ¿La dignidad es un concepto del que huyes?

—Yo siempre tuve esa sensación como de que tenía todo el rato que dignificarme y conseguir el respeto de los demás. Ahora creo que el camino contrario es más interesante y que te cura más por dentro. Ahora mi postura no es la de evitar que se rían de mí o que me encasillen, sino darles más razones para que lo hagan. No querías una taza, pues toma taza y media. Esa cosa de dignificarnos la veo un poco como amansarte y pasar por el aro que los demás quieren. Es un camino, el de cumplir las expectativas del heteropatriarcado, que no nos debería interesar. Todo lo contrario. Que abran ellos sus mentes.

—¿Quiénes son hoy más tolerantes, los viejos o los jóvenes?

—Yo creo que los viejos. Cuando vas cumpliendo años, como que vas entendiendo más las cosas, dándoles menos importancia, dándote cuenta de que lo que un día pensabas que era la verdad, pues al día siguiente igual no lo era tanto, igual también hay otras verdades o tu verdad tampoco es tan absoluta. Vas relativizando todo un poco, lo cual creo que está muy bien. 

—De la nostalgia, ¿también huyes?

—Sí, también huyo bastante. No es una sensación que en mí genere nada.

—Ni siendo un concepto que históricamente ha estado vinculado con la tradición.

—Ya, pero es que cuando conoces de verdad la tradición, lo de la nostalgia..., como que hasta cierto punto. Hay mucha diversidad dentro de la tradición. Se hacen cosas acomodadas, otras más punkis, cosas clásicas, otras más electrónicas y experimentales... Lo que está pasando con la tradición es una maravilla.

—En muchos artistas jóvenes se nota claramente tu influencia. En Galicia, en Mondra, sin ir más lejos. ¿Te sientes ya un poco referente?

-Pues no sé... Supongo que si hay gente que me ve como referente, pues tendré que serlo. Pero bueno, yo creo que es mejor que nadie me coja como referente (se ríe). Tener muchas expectativas puestas en alguien, al final a lo que te lleva es a tener muchas decepciones.

—Qué importante es en la vida el sentido del humor, ¿verdad?

—Total. El sentido del humor es algo que nunca resta. Siempre hace que las cosas lleguen mejor, más relajadas... La gente sin sentido del humor, no sé qué hacen en la vida, no sé cómo sobreviven. Para mí es una herramienta indispensable. Me ayuda a llevar todas las cosas con un poco de alegría y a superarlo todo. Con el tiempo me estoy dando cuenta de que solamente me interesa la gente con la que me río.

—A «Manual de romería» ya le va quedando menos recorrido. ¿Estás ya con la cabeza en lo siguiente?

—Pues mira, estoy empezando a estar con la cabeza en lo siguiente. Ya me compré una libreta y todo. Solo para eso. O sea que el primer paso ya está dado. Pero todavía me queda como un año de romería.

—El PortAmérica tiene dos vertientes, la musical y la gastronómica. ¿Como te llevas tú con la gastronómica?

—Uy, yo muy bien. Me encanta comer. Y fíjate que yo no cocino nada, y no sé si este año no empezaré yo a cocinar. Siento la llamada. Me regalaron un libro de cocina y ahora, pues estoy cocinando. Era algo que tenía siempre pendiente, pero como que me daba mucha pereza. Y ahora, pues mira, estoy en ello.

—¿Cómo va a ser el concierto que vamos a ver en Portas?

—Ahora llevo bailarines. A mí me gusta mucho bailar, hice danza muchos años y de hecho en los conciertos siempre bailo mucho, pero notaba como que era una cosa totalmente desestructurada y anárquica. Y ahora, como estoy ya un poco más mayor, tengo que hacer una cosa un poco dirigida y entonces, pues voy con unos bailarines maravillosos.