Marta Nieto: «Mi hijo es mi maestro, ha venido aquí a ponerme firme»

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Marta Nieto debuta como directora con «La mitad de Ana».
Marta Nieto debuta como directora con «La mitad de Ana». Mariscal | EFE

La actriz debuta como directora con «La mitad de Ana», una película para acercarse a los niños desde el respeto asombro y a la soledad de las madres con otra mirada. «Una herramienta muy poderosa es poder elegir en qué te estás fijando», asegura Nieto

12 ene 2025 . Actualizado a las 20:01 h.

Ana está rota, pero va a brillar. Descosida por la precariedad, por la conciliación, por haber dejado de lado lo que le gusta, en el momento en que su hija Son empieza a salir del cascarón, Ana rompe a ser otra mujer, y es un alumbramiento que invita a observar con la calma de una tarde de verano La mitad de Ana. Es el debut en la dirección de la actriz Marta Nieto (Murcia, 1982), que enfoca el conflicto de la maternidad, el respeto por quiénes son los hijos, la extraña pareja que forman las lealtades familiares con los deseos esenciales de una mujer y la intensa amistad entre el misterio de la vida y algunas obras de arte.

­—¿Empezamos por Ángeles Santos, por el deslumbrante «Un mundo»? ¿Por qué esta obra? Es una pieza clave en la película.

—Estábamos buscando una obra que sirviese de anclaje para contar esta historia. Y apareció Un mundo, ese cuadro que lo contiene todo, y la historia de Ángeles Santos rimaba tanto con la de Ana... Nos servía para entender cómo Ana está todo el tiempo intentando refrendar su punto de vista. En ese cuadro hay un montón de cosas, pero ella solo ve eso que le hace recordar su dolor: que su hijo se va con el padre, que se marcha en el tren... Conforme ella va cambiando su punto de vista, el cuadro se va abriendo. Esas posibilidades estaban ahí, pero ella no las veía.

—Ángeles Santos, una pionera de las vanguardias que quedó sumida en el olvido. ¿Cómo es posible?, te dices.

—Pintó El mundo con 17 años en su casa de Valladolid. Durante un mes, se levantaba, pintaba, se acostaba, pintaba... Su padre era maquinista de trenes que le traía revistas de toda Europa. En esas revistas salían grandes expresionistas y en eso se inspiró ella. Por eso hace esa cosa tan moderna en la España de la República y vuelve locos a los artistas. Se convierte en una estrella internacional, El mundo lo peta en París. Pero un día tiene una crisis emocional y su padre se la encuentra en el río a medianoche. ¿Qué pasa? La meten en un psiquiátrico. Pasa un tiempo, unos años, y se casa con un pintor impresionista. Si ves los cuadros de la segunda época de Ángeles son bodegones. Deja de pintar esta cosa tan fuerte, con tanta vida y tanta muerte, para pintar flores y jarrones. Hay algo ahí que nos hace reflexionar: ¿Y si hubiera sido un hombre? Un hombre bañándose en el río a medianoche... ¡un artista excéntrico! Que el Reina Sofía sacase El mundo de Ángeles Santos del almacén para ubicarlo en una sala aparte en el museo, al lado del Guernica además, es darle lugar. Para dar ese lugar a mujeres artistas ha habido que retirar cuadros de hombres, y eso generó una polémica...

—Hay que elegir. Nos haces viajar de prejuicio, del cliché, del cuadro conocido, al asombro. Es como ir quitándose cosas de encima. ¿Apelas a la imaginación como forma de conocimiento y libertad?

—Totalmente. Hay un ejercicio de «si cambias la mirada, verás otras cosas» que está siempre apoyado en la imaginación. Las situaciones pueden cambiar, siempre hay gestos que se pueden hacer. Para mí una herramienta muy poderosa es poder elegir en qué te estás fijando.

­—¿Invitas a reflexionar sobre las infancias trans o más sobre la metamorfosis radical de convertirse en madre?

—Nos pareció muy peligroso atreverse a poner en boca de un niño algunas cosas. Los niños se deben al amor de sus padres y las narrativas que salen de sus labios en principio son las de sus padres. Es muy difícil que tengan un pensamiento propio, porque están empapándose del entorno, no desarrollando criterio. Nos parecía más interesante trasladar la responsabilidad a la madre, a los adultos, para que ella entendiese que necesita armarse de herramientas para ayudar a su hija: el amor propio, la paciencia. Cuando mejor estés tú como madre, mejor estará tu hijo.

—La soledad de las madres es un tema...

—Ahora empezamos a contarlo. Este es un conflicto contemporáneo. La conquista de derechos de las mujeres, eso de «entra en el mercado laboral y persigue tu sueño», choca frontalmente con la conciliación y con la maternidad. No llegas a todo. Ahora casi no hay red en las ciudades, y eso genera un ecosistema muy doloroso para las madres. Yo he estado ahí. He pasado por ahí.

—¿El conflicto está en la madre, más que en la hija?

—Sí. Es que Son está ejerciendo su derecho de juego y lo que le plantea a Ana es una crisis de tal magnitud que debe girar lo que creía. Al final, esa crisis es una bendición, porque ella consigue, a raíz de la crisis, estar mejor. Ella puede ser en las mismas circunstancias, en el mismo trabajo, pero poco a poco va teniendo sus momentos de placer. Eso es vivir, ¿no?

«Mi hijo es una persona que ha venido aquí a ponerme firme»

—¿Te ha costado lanzarte a dirigir? Nos comentabas hace un par de años que sentías cierto pudor de ocupar ese espacio...

—Sí, exponerse no es fácil. Voy con humildad, pero doy un paso adelante ocupando espacio porque quiero que lo hagan otras. Estoy deseando ver a mujeres contando cosas. Renta, las cuotas funcionan, hay grandes películas que han hecho muchísimo dinero dirigidas por mujeres. Hay demanda, y mercado. No es un capricho. 

—¿Ser musa, ser actriz, puede ser tan difícil o más que dirigir?

—Ser actriz es estar todo el tiempo a merced de la opinión de los demás. Ponerme a dirigir tiene que ver con asumir no solo una responsabilidad, sino también cierto control. Y a mí quedarme esperando no me gusta...

—«Mi hijo es mi maestro», nos dijiste en otra entrevista, por «Verano en rojo». ¿Sigues aprendiendo?

—¡Total! Y ahora que entra en la adolescencia me voy a elevar. Fuera de bromas, todos mis cambios de mirada están en función de lo que él me reta. A mí me gustan los retos, pero mi hijo es una persona que ha venido aquí a ponerme firme.