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En el libro que estoy leyendo, Susana Fortes cuenta que Albert Camus dijo, al recibir el Nobel, que cada generación está destinada a cambiar el mundo, pero que a la suya le había tocado una tarea quizás mayor, impedir que el mundo se destruyera. Parece que esos tiempos vuelven, y ahora toca lo mismo, defenderse de los nuevos nerones que han llegado al poder con el delirio desatado y sin nada que perder.
Sólo un día más es un biopic sobre la vida del intelectual francés argelino y la francesa de A Coruña María Casares. Unas vidas entrelazadas durante quince años con el fondo de la posguerra en un París liberado que seguía siendo cruel. En una escena, la actriz, hija de ministro republicano y colaboradora en la Resistencia francesa, como Camus, ve cómo una turbamulta insulta a un soldado alemán atrapado en el ya territorio perdido para los nazis. Un hombre apaga su cigarrillo en el párpado del chaval. Ella recrimina esa actitud indigna y casi es linchada por la caterva deseosa de responder con odio al odio recibido. Nada que no veamos cada día. Que se lo pregunten si no a Karla Sofía.
La lucha contra los totalitarismos está, pero lo que le interesa a Susana Fortes es el amor o quizás el amor en tiempos convulsos. La historia ficticia que se entrelaza con la de la pareja real también tiene de fondo el conflicto, el de los Balcanes.
Camus y Casares se conocieron el día del desembarco de Normandía. Se escribieron en los siguientes años 865 cartas (como lo cuenta la primera página de Fugas). Lo primero que hacían en cada ciudad que visitaban era localizar la estafeta de correos. En esa correspondencia bebe este libro que es una búsqueda. El amor también. Una pregunta siempre abierta.
Albert estaba casado con Francine, pero dice Fortes que su amor con María no fue un amor imposible. Fue posible y real. Duró, al menos, hasta el día que perdió la vida en un accidente de coche. Él le dijo una vez que «la muerte no separa, solo mezcla un poco más con el viento de la tierra los cuerpos que ya se habían reunido hasta el alma». La última misiva llegó el día de su entierro, al que ella no pudo ir. «Estoy tan contento de volver a verte que me río mientras te escribo».