
El aclamado escritor de fantasía agranda la leyenda artúrica en «La espada fulgurante», dando voz a caballeros que permanecían en los márgenes. El relato ha enamorado al autor de «Juego de tronos»
22 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Habrá quien piense que de Camelot y del rey Arturo ya lo ha leído, visto y escuchado todo. Hasta que cae en sus manos la nueva novela del superventas Lev Grossman. No por nada, La espada fulgurante se ha convertido en una de las últimas obsesiones del autor de Juego de tronos, George R. R. Martin. Con el género de la fantasía como pegamento de toda la historia, el libro arranca tras la muerte del rey Arturo, dejando en el aire un dilema de difícil solución: ¿y ahora qué? Y a esa pregunta tratará de dar respuesta el protagonista, Collum, un joven a priori de apariencia y abolengo poco heroico que llega a Camelot con la firme intención de convertirse en un caballero de la Mesa Redonda, pero que se topa con un mundo en el que todo ha cambiado por completo. Nada queda de Lancelot o Arturo y en su lugar se topa con un grupo de caballeros poco fulgurantes que tendrán que reescribir la historia de aventuras que todos conocemos. Grossman consigue dar una pátina muy moderna al Grial o a Excálibur, con personajes imperfectos que incluso lidian con dilemas más bien contemporáneos en una dosis perfecta, capaz de mezclar mito y fantasía sin resultar para nada chirriante. El resultado son 800 páginas que enganchan de principio a fin y que pueden convertirse en el compañero perfecto de las próximas tardes al sol.
—Otra novela más de la leyenda de Arturo...
—Durante mucho tiempo no quería escribir nada sobre Arturo porque pensaba que ya se había dicho todo. Lo último que necesitaba Arturo era mi ayuda. Pero a medida que iba haciéndome mayor, veía que faltaban piezas, historias. Había que contar cosas que no se habían contado antes. Creía que había que presentar una historia más inclusiva, mostrar a personajes que estaban en los bordes de la historia. Y luego había una pregunta que siempre me había planteado: ¿qué pasaba con Camelot después de que se muriera Arturo? Él era el centro de su mundo, la columna vertebral. Cómo vive la gente después de que se acabe su mundo me pareció que podía ser una gran historia.
—Hay elementos del mundo actual que dialogan muy bien con esta historia mítica.
—Creo que ahora se pueden escuchar voces a las que no hemos prestado atención en el pasado. Durante muchos siglos, el mundo no estaba preparado para recibir a un caballero de la tabla redonda que fuera gay. Ahora sí, y estoy seguro de que había homosexuales alrededor de Arturo. O un caballero que fuera trans, o neurodivergente, o que no fuera cristiano, o que no fuera blanco... Camelot podía ser un lugar glorioso, pero hasta ahora no había sido nada inclusivo y creo que ahora es un buen momento para sacar esas voces.
—El protagonista de tu novela, Collum, llega a la historia épica de Camelot demasiado tarde, cuando Arturo se ha muerto. ¿Querías simbolizar con ello a la juventud contemporánea llegando a un mundo que han roto por completo sus antecesores?
—Sí, estaba totalmente premeditado. Esa es precisamente la historia de mis hijos, que me miran y me dicen: ‘Papá, ¿pero qué habéis hecho?’. Ellos piensan que han llegado demasiado tarde a un mundo que está hecho jirones. No van a experimentar lo que era vivir en un lugar en el que no teníamos que pensar en el clima, que no teníamos que lidiar con las redes sociales, en el que nuestra atención no estaba dividida en muchísimas cosas a la vez. Yo creo que la juventud ahora tiene la sensación de que ha llegado demasiado tarde, justo cuando empezaba a morir la era dorada. Ojo, porque esta es una historia muy poderosa en la que creo que la gente siempre ha pensado y, sin embargo, creo que cuando hablamos de la juventud de ahora mismo sí que es verdad.
—El libro también incorpora temas como la salud mental, la diversidad o la represión sexual que no suelen estar asociados con la literatura artúrica, ¿fue un reto?
—Lo maravilloso del mundo de Arturo es que sus historias contienen muchísimos elementos que, si los miras bien, empiezas a ver las cosas desde otro punto de vista. Las historias están ahí, delante de nosotros, simplemente tenemos que cambiar un poco el punto de vista y rápidamente descubriremos que la visión que teníamos sobre Camelot puede ser diferente y puede cambiar. Después de escribir esta novela, me he vuelto muy sentimental en todo lo que rodea a Camelot. No quería destrozar el sueño de lo que puede ser ese lugar perfecto. Porque lo único que buscaban los protagonistas era hacer del mundo un lugar perfecto. Para mí eso sigue siendo muy real y muy posible a día de hoy.