Maruja Mallo, más completa que nunca

MARISA SOBRINO MANZANARES

FUGAS

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«Máscara y compás», organizada por el Museo Reina Sofía y el Centro Botín de Santander, es la exposición más exhaustiva sobre la artista, cuya obra encarnó los ideales de la mujer emancipada

01 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Maruja Mallo es una de las figuras más fascinantes del arte español e internacional del siglo XX. Máscara y compás da nombre a la gran retrospectiva sobre esta artista, organizada por el Museo Reina Sofia y el Centro Botín de Santander donde actualmente se está celebrando la muestra. Se trata de la exposición más exhaustiva realizada hasta la fecha, aportando una visión completa de la intensa trayectoria de Maruja Mallo, a la que libera de los tópicos y los prejuicios sociales que a menudo enmascararon su obra, a pesar de que su biografía encarnó los ideales de la mujer emancipada y moderna que desafió la escena artística madrileña a finales de la década de los veinte.

Con una cuidadosa selección de sus pinturas, dibujos, fotografías y textos, la muestra recorre diversas etapas de su trayectoria, con una disposición de bloques temáticos que corresponden casi cronológicamente a las series y etapas biográficas de esta pintora. Con la garantía de un catálogo razonado publicado en noviembre del 2021 y el legado del Archivo Lafuente que proporcionó fondos documentales inéditos, esta exposición ofrece por primera vez una lectura profunda de la múltiple personalidad creativa de esta artista nacida en Viveiro.

Desde su primera etapa en la Academia de San Fernando, su participación en la efervescente Madrid de los años 20 y 30, hasta su estrecha relación con la Residencia de Estudiantes y a su amistad con intelectuales artistas y poetas de la generación del 27 (Dalí, Lorca, Buñuel, Alberti), Maruja no solo frecuentó los santuarios tradicionalmente masculinos, sino que asistió con la misma desenvoltura que sus compañeros a cafés, eventos literarios y verbenas populares, consolidándose pronto como una joven y sorprendente pintora.

En 1928, Maruja presentó en los salones de la Revista de Occidente cuatro Verbenas, que desbordan una vibrante alegría al fusionar elementos festivos y burlescos, presencias mágicas y máscaras grotescas, de estos temas populares que trata con novedad. Cada verbena es una especie de retablo en el que se acumulan escenas y personajes que se mueven, cantan o corren ocupando por completo la superficie del lienzo. En ellas, mujeres exultantes con extraños tocados, cantores con capirotes y criadas, guardias civiles, marineros y cabezudos, vendedores y músicos, patinadores, casetas de tiro, tiovivos, carruseles y norias, circos e incluso orondos burgueses contemplando el bullicio de la fiesta. Estas pinturas destacan no solo por su variedad y dinamismo, sino también por la intensidad descarada del color y, sobre todo, por la libertad compositiva organizada por múltiples instantáneas simultaneas.

Figuras femeninas idealizadas

Coetáneas a las Verbenas, Mallo creó las Estampas, con lápices de colores, que representan figuras femeninas idealizadas como deportistas, o composiciones que integran fragmentos del mundo moderno: imágenes de la ciudad, edificios, trenes, zepelines o mujeres que se proyectan en todas direcciones, creando una simultaneidad espacial. Maruja vive un momento de éxito. Pocos artistas de su época han recibido tal atención mediática —como puede verse en las vitrinas de la exposición—, y goza de la celebridad de una burguesía a la que parece encantarle sus obras. Sin embargo, pronto dará un giro radical transitando de la vitalidad de las verbenas a inquietantes imágenes de signo totalmente opuesto. Cloacas y campanarios, la nueva serie se presenta en blanco gris y negro, protagonizada por fósiles y residuos.

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En palabras de Maruja, estas obras evocan espacios cubiertos por cenizas, «las superficies inundadas por el légamo habitadas por los vegetales más ásperos, cloacas empujadas por los vientos, campanarios atropellados por los vendavales /…/ En estos panoramas desolados la presencia del hombre aparece en las huellas, los despojos, los esqueletos y en los espantapájaros desgarrados por el viento». Es entonces cuando recibe una beca para estudiar teatro en París, donde realiza una exposición de su nueva pintura, pronto elogiada por los surrealistas franceses. Su regreso a Madrid, a finales de 1932, significará un nuevo giro en su estilo, evidente tanto en la simplificación de sus dibujos como el cambio radical en la temática. Vitalmente es época de nuevas amistades y amoríos con otros poetas y artistas con quienes recorre los paisajes castellanos en la Escuela de Vallecas.

esplendor en la guerra

Los años previos a 1936 son de gran actividad, reflejada en Máscara y compás. Durante este tiempo combina el trabajo pictórico con una intensa dedicación teatral, compartida en ocasiones con Alberti. Hace diseños para las portadas de la Revista de Occidente y bocetos ornamentales c para la Escuela de Cerámica.

Este período supone la aparición de nuevas series que titula genéricamente Arquitecturas, entre las que destacan las Arquitecturas rurales con edificaciones mitad reales, mitad imaginarias. Esta etapa representa una especie de renovación espiritual para la pintora, un deseo de superar las tendencias destructoras de las obras anteriores. En su lugar, busca recuperar la arquitectura de la naturaleza. Como ella misma afirma, hay un anhelo de hallar el nuevo orden de un lenguaje universal en el que todos nos sintamos solidarios.

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Mientras la historia de España se desmoronaba, la trayectoria de Maruja Mallo alcanzaba un éxito notable. La Guerra Civil la sorprende en Galicia, en Beluso, aldea a la que viaja con un amigo y en la que permanece hasta 1937. Este año, se traslada a Portugal y de allí embarca hacia Buenos Aires. En esta nueva fase, su pintura se expresa con la resonancia de un nuevo clasicismo opuesto a la labor destructiva del surrealismo, mientras en sus escritos define la tarea del arte como creación de una «nueva iconografía». Su último cuadro español, Sorpresa del trigo, es una muestra de esta orientación. Es el primero de un conjunto de obras de apariencia muralista cuyo conjunto conforma La religión del trabajo. Imágenes monumentales y arcaizantes que evocan deidades de la mitología clásica de cuyas manos brotan espigas, peces, redes, estrellas, como símbolos de un nuevo orden social. A esta serie pertenecen las Arquitecturas humanas, cuadros como El mar o La tierra. Este conjunto de obras iniciaría lo que ella consideró «un renacimiento».

Tras la creación de estos cuadros, realizados desde el 36 entre España y Buenos Aires, su pintura explora nuevos motivos como las cabezas femeninas de frente y de perfil recortadas sobre fondos neutros con las que realiza hibridaciones de géneros y de razas exóticas. Casi de forma coetánea ejecuta la serie de máscaras que flotan sobre un paisajes marinos o bulliciosas playas. La constante presencia del mar configura también ámbito del ballet acuático de mujeres enlazadas que decorarán en 1945 el vestíbulo del cine Los Ángeles de Buenos Aires.

Aunque Maruja Mallo contribuyó a forjar su leyenda y, en especial, desde su regreso a España en 1961, su biografía resulta apasionante. Su obra refleja su curiosidad por las novedades artísticas, tecnológicas y científicas de su época así como por las escuelas filosóficas, las corrientes religiosas y místicas que nutren y trascienden su particular universo. Todo este legado queda magníficamente reflejado en Mascaras y compás.

??? Marisa Sobrino Manzanares es catedrática de Historia del Arte de la USC.