Santi Balmes, cantante de Love of Lesbian: «La gente nos siente ahora como un abrazo de colega»

FUGAS

El cantante de la banda Love of Lesbian, Santi Balnes, durante su actuación hoy viernes en el Parc del Forúm de Barcelona
El cantante de la banda Love of Lesbian, Santi Balnes, durante su actuación hoy viernes en el Parc del Forúm de Barcelona Marta Perez

La del viernes 19, en el Caudal Fest, será su última actuación en Galicia antes de darse un descanso. Un buen momento para charlar y echar la vista atrás. Y también para otear el futuro

12 sep 2025 . Actualizado a las 14:27 h.

Sobre el escenario semejan estar viviendo una segunda juventud. Santo y seña del indie patrio casi desde principios de siglo, Love of Lesbian mudaron el paradigma de la escena con una propuesta mucho más hedonista y desenfadada que aquella a la que nos tenían acostumbrados los primeros grupos y festivales independientes. Y así ha seguido siendo a lo largo de dos décadas, si bien no han faltado momentos y discos de mayor introspección y giras que les devolvían al sosiego. Y en esas estábamos cuando en el 2024 llegó Ejército de salvación, su último disco. Un álbum que en temáticas, luminosidad y sonoridades remite a aquellos primeros trabajos de la banda, sin que ello suponga perder esa épica que siempre sobrevuela las canciones de LOL y ese estriptis emocional que se entrevé en las letras de Santi Balmes.

El resultado de esta feliz conjunción entre los grandes clásicos del grupo y su más reciente y centelleante cancionero son unos directos imbatibles, posiblemente los mejores de su trayectoria, apoyados además por unos visuales que no juegan para nada un mero papel decorativo.

Love of Lesbian encabezan el viernes 19 el cartel del Caudal Fest, de Lugo, coorganizado por Bring the Noise, el concello lucense y la Xunta.

—«Ejército de salvación» cierra el círculo y ha venido a refrendar que cuando empezasteis no estabais equivocados.

—Eso lo tengo hablado con Ricky [Falkner], que desde el 2005 ha sido el productor de todos nuestros discos. A veces, en medio del bolo, estamos cantando, por ejemplo, Cuentos chinos para niños del Japón, vemos a un montón de gente coreándola, nos miramos y decimos: «No estábamos equivocados». Porque en aquella época sí que parecía que estábamos equivocados. Se nos trató como a una especie de microbio al que había que aislar y tenerlo en observación.

—Sin embargo, el paciente evolucionó favorablemente y hoy goza de una extraordinaria salud.

—[Se ríe] Sí, al final nuestro discurso emocional ha cuajado y ha gustado. La gente nos siente como un abrazo. Un abrazo de colega. Y con este colega puedes reírte, puedes llorar, hacer chistes o sentirte relajado. Me gusta mucho cuando Mozart en la película Amadeus dice que «en la ópera alemana parece que todos los héroes estén cagando mármol». Eso es lo que siempre hemos intentado evitar. Al fin y al cabo, el pop tiene que ser música hecha por el pueblo y para el pueblo.

—¿Echas de menos un poco de sentido del humor en la escena musical actual?

—Sí, sí que lo echo de menos. Pero es producto de los tiempos. Ahora, incluso en las canciones más beligerantes hay una cierta neutralidad. Y creo que eso es por un proceso inconsciente del propio autor de autocoartarse no vaya a ser que le llamen esto o lo otro. En un estudio de grabación, con otras bandas, yo he escuchado: «Quita esta frase porque nos van a tachar de anticuados, de casposos, de machistas o de heterazos». Y también he visto cómo se han incluido frases hechas exprofeso para ser el más correcto y el más enrollado de la clase.

—Hace un año nos decías que «a partir de los 50 tienes que acertar todo el rato». ¿Cómo va tu balance entre aciertos y fracasos?

—No me muevo tanto en relación a aciertos y fracasos como en relación a una lentitud que sí que me tiene un poco descolocado. Antes, el tabaco me acompañaba muchísimo en la tarea creativa, pero desde que hace casi 2 años dejé de fumar, los biorritmos me han bajado y ya no soy capaz de estar delante de un piano tantas horas. Ahora estoy intentando reubicarme otra vez porque sí que es verdad que a la hora de componer acierto más rápidamente, pero también que le dedico menos tiempo. Así que ya no se trata solo de acertar o fracasar, sino que es una cuestión de constancia, de una entrega y una focalización con la cual ahora estoy empezando a tener problemas. Algo a lo que seguramente tampoco es ajena la continua dispersión que me provoca la invasión de wasaps, vídeos y reels que me están descentrando todo el rato.

—Siempre has dicho que escribir una canción supone una catarsis emocional. ¿Esa sensación se te amplifica ahora?

—Sí, absolutamente. Pero aunque me cuesta más, se consigue. Es obvio que yo ahora tengo que focalizarme en la búsqueda aún más extrema de la verdad, aunque eso pueda llegar a perjudicar a la poesía, al lirismo. Ahora estoy a la procura de una crudeza que quizás no admite tanta metáfora. Estoy en busca de la desnudez todo el rato. Casi, casi me encantaría volver a la música solo de voz. Pero todo son caminos que emprendes en el momento en que ya estás cansado de los otros.

—En el 2018, en «Manifiesto delirista» decías: «Aún manifiesto fe en mis semejantes». ¿La mantienes?

—¡Buf! Se ha reducido el cupo, ¡eh! Pero incluso a mí mismo. No quiero convertirme en un ser decepcionado, pero la proliferación en las redes de todo lo malo hace que la percepción que tienes es de que todo va peor. Y realmente creo que en algunos asuntos sí que va peor. Sobre todo en la viralización de la vulgaridad y de la ordinariez.

—Hace unos días, la «influencer» María Pombo decía que leer no nos hace mejores.

—Creo que es un comentario que no debería haber salido de un petit comité de amigos suyos. Con todo, puedo entender a qué se refiere. Yo he tenido personas a mi alrededor que apenas han leído y que son muy buena gente. O tenemos a nuestra generación de abuelos, que tampoco leyeron mucho y eran muy buena gente. Pero es que aquí hay que ir con mucho cuidado porque hacer proselitismo de eso es muy arriesgado. Ella llega a millones de personas y a gente joven que está en proceso de cultivarse. E insisto, lo terrible es que antes todo esto quedaba circunscrito a un petit comité, a una familia, a un grupo de amigos, a un bar o a una paella, donde podías decir cualquier parida. Pero ahora no. Ahora se hace una exposición impúdica de cualquier opinión de mierda.

—¿Por eso has abandonado las redes sociales?

—Entre otros motivos. Es que a mí me importa nada lo que opine, no solo María Pombo sino la mayoría de la gente de este mundo. Y si me interesa la opinión de alguien, se lo pregunto directamente. Pero es que de repente en las redes me encuentro con continuas agresiones que yo no busco. Y ya a nivel personal, me cansé de recibir comentarios ofensivos por parte de quienes yo pensaba que estaban ideológicamente de mi lado. Que me contestasen los haters de la derecha, contaba con ello y lo asumo, pero recibir hate de los míos... No tengo ninguna necesidad de convertirme en un motivo de opinión para todo el mundo, así que me salí.

—Cambiando de tercio, ¿tienes ya planes para esos años de anunciado parón que os vais a conceder?

—Sí, sí... Crear. Pero sin tanta presión. Aunque, al final, creo que voy a llegar a la conclusión de que la presión es absolutamente subjetiva.

Santi Balmes, tercero por la izquierda, con los otros miembros del grupo Love of Lesbian
Santi Balmes, tercero por la izquierda, con los otros miembros del grupo Love of Lesbian

—¿Crear para un proyecto personal tuyo?

—Sí, tengo previsto publicar un disco en catalán y algunas cosillas más. Pero, sobre todo, lo que me atrae es crear sin la presión de estar trabajando para un disco de Love of Lesbian.

—El lunes, en «La Vanguardia», te preguntaban por una ciudad especial para Love of Lesbian y dijiste: «Santiago de Compostela».

—Sí, sí, es una ciudad que me ha parecido mágica desde la primera vez que fui, que en una esquina llovía y en la otra no. Es una ciudad en la que aún se respira algo del pasado y eso me puede llegar a transportar. Además, de Santiago me gusta también esa sensación de estar en el fin de algo. Como al lado del precipicio que se consideraba que podía ser la costa gallega en la Edad Media. El fin del mundo conocido. Y luego, claro, visualmente es maravillosa, gastronómicamente lo mismo, y creo que tiene la medida de población ideal, que esto sí que me obsesiona bastante. No comulgo con las ciudades que sobrepasan su nivel crítico de población.

—¿Un músico o música de Galicia?

—Guadi Galego... Y también Carlos Ares es un tío excepcional.

—¿Qué disco estás ansioso de que salga?

—No sé si LCD Soundsystem van sacar algo en breve, pero estaría bien tener nuevo material de ellos. O de Hot Chip, que también me gustan mucho.

—¿Una canción o un disco que tengas últimamente en bucle?

I love you de Fountains DC.

—¿A qué concierto te habría gustado ir?

—A uno de The Doors en Miami.

—¿Cuál es la última camiseta «groupie» que te has comprado?

—No soy yo de comprar muchas camisetas. Las de Love of Lesbian las uso para dormir [se ríe]. Pero, mira, tengo una de Yes, que es una banda de la que solo me gustan canciones sueltas y algún disco en concreto, que es excepcionalmente bonita.

—¿Un festival que aún os falte?

—Mad Cool.

—Si tuvieras que dar un último concierto, ¿qué sala o qué lugar elegirías?

—La sala Apolo de Barcelona. En esta no tengo ninguna duda.

—Hace un año nos dijiste que habías empezado a ir al gimnasio cada día, ¿cómo va eso?

—Pues mira, ahora mismo me he venido a la cafetería del gimnasio para hacer la entrevista y cuando acabemos, voy a seguir. Lo llevo bien, muy bien. Y por fin he conseguido adelgazar, que era algo que pensaba que nunca iba a pasar. Aunque no ha sido solo por el gimnasio. ¿Sabes cuál es la mejor dieta que existe? Las fundas para corregir los dientes. Te las pones y como que es una movida quitártelas cada vez que tienes que comer, cuando de repente, «hostia, unas patatitas! ¡Uf, me lo pienso mejor». Y mira, he adelgazado, tío.