El amor como espejismo y trampa. El amor «que cuida y a la vez hiere». El amor que no es tal sino maltrato de baja intensidad, burdo eufemismo en que se esconde. El maltrato psicológico que no deja marcas físicas, pero sí profundas heridas en el alma. La gallega Lucía Solla deja al desnudo estos malentendidos en su primera novela. Original, lúcida, rigurosa
24 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«El día que mi padre murió hacía sol y yo tenía hambre. Mi padre murió y bajé a Frida a hacer pis». Así comienza esta novela. Y en estas escuetas palabras yo hallé sentimientos, emoción, lirismo, poesía. Belleza literaria sin perder ni un ápice de su verdad...
La leí de una sentada. Su autora es una debutante joven y lúcida que ofrece como primicia un relato original sobre la amistad, el duelo, el amor romántico. Pero, sobre todo, el amor como espejismo y trampa. El amor «que cuida y a la vez hiere». El amor que no es tal sino maltrato de baja intensidad, burdo eufemismo en que se esconde. El maltrato psicológico que no deja marcas físicas, pero sí profundas heridas en el alma.
Marina, la protagonista, en pleno duelo por la muerto de su padre, se siente vulnerable y triste. Tiene 25 años y acaba de graduarse en la Universidad. Se refugia en la amistad acogedora de Delia, con la que convive en un piso de alquiler modesto.
Marina conoce a Jaime, veinte años mayor. Divorciado y con una hija llamada Jimena, de la misma edad que ella. Las circunstancias personales de Jaime deslumbran a Marina: una casa maravillosa, restaurantes caros, ambientes refinados, amistades sofisticadas que lo halagan por sus éxitos profesionales.
Marina vive modestamente con su entrañable amiga Delia. La fascinación que ejerce la riqueza y la opulencia propicia que Marina se enamore de Jaime como una colegiala. Cree haber encontrado en él todo lo que ella no tiene y desea. Un día Jaime le urge: «Te vienes a vivir conmigo. Tendrás todas las comodidades a tu alcance». Marina acepta emocionada. Pero será en la convivencia donde afloran otros rostros del amor que desconciertan y confunden a Marina: ¿«Te quiero porque me cuidas»? o ¿«te quiero con miedo a veces»?
Jaime la cuida, sí, y le dice mil veces que la quiere. Pero otras la hace llorar, le grita, la castiga con silencios, la deja sola, la asusta dando portazos y estampando el móvil contra el suelo. Marina está cada vez más triste y llena de dudas. Su necesidad de amor le está jugando una mala pasada. «Me estoy perdiendo a mí misma», se dijo un día. Y era cierto, como cierto era que «la violencia no siempre es evidente» Marina reacciona con valentía: decide abandonar a Jaime aunque le cause dolor.
Lucía Solla crea una Marina tan real y creíble que cualquiera puede tomarla como referente: sentirse, como ella, culpable, sufrir sus propias dudas, cometer sus mismos errores, creerse inferior. Pero está la Marina valiente que infunde esperanza a quien, como ella, quiere salir de un amor pernicioso y tóxico.
La violencia machista es una lacra. ¿Cómo proteger a cada mujer del asesino que convive con ella en un hogar?
Mi marido me pega lo normal. Tengo en mis manos ahora este libro cuyo título me resultó inquietante, y que, además, imaginé truculento. Pero la solvencia de su autor, Miguel Lorente, doctor en Medicina, y de la filósofa Victoria Camps, que lo prologa, desbarataron mis prejuicios. Es un libro que interesa. Con autoridad y rigor, reflexiona y aborda el espinoso tema de las agresiones a la mujer, cualesquiera sean las circunstancias o situaciones.
Mercedes Boado es catedrática de Latín.