Rita Bullwinkel noquea al lector con su primera novela: «Vivimos deseando que alguien nos vea»
FUGAS
«Golpe de luz» es un cegador debut en el que cada impacto revela una forma de verdad
03 nov 2025 . Actualizado a las 14:34 h.En su primera novela, Golpe de luz (Sexto Piso), Rita Bullwinkel (California, EE.UU. 1988) ejecuta una estimulante maniobra creativa haciendo concurrir, emparejadas, a ocho boxeadoras al filo de la mayoría de edad en un sótano inmundo de Reno, Nevada. Allí se disputarán el Trofeo Hijas de América. Pero esta —finalista del Pulitzer— no es una historia de pugilismo, que más bien funciona como marco para explorar la resistencia —más mental que física—, como excusa para aferrarse a lo brillante —mirillas por las que acceder luego al recuerdo— y demostrar que una es «capaz». ¿De qué? De algo. Dicen que antes de morir pasa entera la vida ante los ojos en cuestión de segundos. Artemis, Andi, Kate, Rachel, Iggy, Izzy, Rose y Tanya repasan las suyas desde el cuadrilátero, a golpe de monólogos interiores cruzados, mientras tratan de reconocer los destapados de sus contrincantes para proceder al impacto. Porque de eso, en definitiva, va todo: de ocupar un hueco, un lugar; de llenar un vacío.
—La novela se estructura como una sucesión de combates. ¿Por qué «encajonó» la narración en esta arquitectura?
—El torneo le dio al libro, de una manera increíble, un toque de suspense, porque el lector en cada capítulo se pregunta quién gana, y quién vencerá al final. Y eso era muy productivo. El compromiso de ambientar la historia en dos días y hacer que toda la acción sucediese dentro de ese ring entre personajes que, en realidad, no están hablando el uno con el otro, sino consigo mismos, fue un enorme reto narrativo. En la ausencia del diálogo, sus pensamientos interiores se fueron haciendo más presentes, y a través de las proyecciones que se hacen la una a la otra durante los asaltos fui capaz de escribir una emoción más verdadera, más real.
—¿Hasta qué punto la novela pretende recuperar la dimensión lúdica del deporte frente a la retórica del sacrificio y la superación?
—Está muy extendida la creencia de que la gente hace deporte porque es una especie de simulación de la guerra, porque hay algo en la naturaleza humana inherentemente violento, de que se hace ejercicio para dar salida a ese deseo de destrucción. Sin embargo, creo que tiene más que ver con el deseo humano de jugar, y de hacerlo con otros seres humanos. En el deporte pervive ese deseo de jugar.
—La novela pone en primer plano a mujeres en un deporte tradicionalmente masculino. ¿Qué debates internos se le plantearon sobre representar vulnerabilidad y agresividad en el mismo personaje sin caer en estereotipos?
—Los estereotipos son algo con lo que los autores están en constante batalla, porque en cuanto uno resulta familiar deja de tener energía. Precisamente por eso me interesa ser tanto lectora como escritora, para poder ver el mundo con ojos nuevos y, a la vez, tener el potencial del cambio. En concreto, sobre el género, si la recompensa para cualquier boxeador es mínima todavía es mucho menor si es mujer. Entonces, hay que preguntarse por qué lo hacen, por qué se suben al cuadrilátero. Creo que tiene que ver con el deseo de que alguien sea testigo de lo que eres. Vivimos deseando que nos vean. Cuando boxeas es imposible ser invisible y al entrar en un ring estás admitiendo que tu contrincante tiene potencial para hacerte daño, tienen el potencial de tener poder sobre ti. Pero también hay algo más: las ganas de ser reconocida. Supone un cierto tipo de respeto y te permite ser vista, te permite que alguien experimente tu presencia.
—¿Qué rol juega la sororidad en la obra, y cómo difiere de la competencia feroz?
—Los ocho personajes del libro son más compañeras que adversarias, sobre todo a medida que avanza la novela; van teniendo cada vez una energía más colectiva. Quería que la historia tuviera un sentido de acumulación, generar la sensación de cada vez más y más mujeres jóvenes persiguiendo la misma cosa. Está relacionado con lo que significa perseguir algo junto a otra persona.
—La novela ha sido muy bien recibida. ¿Hubo algo que le sorprendiese que afectara a su propia lectura del libro?
—Yo escribo de manera muy privada. Nunca comparto el trabajo en progreso con nadie, ni con familiares ni con amigos; es una manera de proteger mi proceso creativo, mantenerlo dentro de mí durante suficiente tiempo como para entender lo que es. Con este libro he vivido sola muchísimo tiempo y solo cuando firmé el contrato para publicarlo empecé a contarles a otros escritores, y a mi círculo cercano, lo que tenía entre manos. Y ahí hubo quienes me dijeron que no querían leerlo porque iba sobre boxeo, pero no, no va de eso. No me interesa ver cómo mujeres hacen cosas violentas, nunca pensé en el libro de esa manera. Es curioso. Los libreros están diciéndoles a sus potenciales compradores: «No tengáis miedo por el hecho de que hable de boxeo».