Christina Rosenvinge: «Dedico un rato todos los días a escuchar música que no conozco»

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Podía haber sido una estrella del pop, pero prefirió ser artista de culto. Podía haberse recreado en el pasado, pero eligió mirar de frente al presente. Podía haber sido lo que quisiera y decidió ser ella misma. El viernes 21 actúa en A Coruña

14 nov 2025 . Actualizado a las 10:26 h.

Es la única de su generación que aún se sube a los escenarios defendiendo sus canciones y empuñando una guitarra. Ella sostiene, y no le falta razón, que se lo ha ganado a pulso. Nadando casi siempre contra corriente y haciendo oídos sordos a los cantos de sirena de una industria para la que Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) siempre ha sido inaccesible objeto de deseo. Su última pirueta ha sido publicar un disco en el que revisita y adapta la poesía griega clásica de Safo a un contexto de pop contemporáneo, no exento de ciertas sonoridades épicas y de una muy personal lírica, por mucho que no sean buenos tiempos para ella. Y cada vez menos. El viernes 21 actúa en A Coruña (Salón Atlántico de Árbore da Veira) en el marco del ciclo Momentos Alhambra Acustiquísimos. «Voy a dúo con Amaia Miranda, que toca la guitarra española. Es un formato que me gusta mucho porque es en el que mejor se escuchan las letras», comenta.

—¿Qué conclusiones has sacado de la relectura de los clásicos?

—Que aunque no seamos conscientes, los clásicos están todavía muy presentes. En películas, en novelas, en poesías... Son las historias fundacionales de nuestra cultura. Y siempre es muy interesante volver a la fuente. En el caso de Safo, yo sostengo que, realmente, es la primera cantautora de la historia porque la poesía griega, al contrario de la actual, no estaba pensada para leerla en la intimidad sino que se presentaba en público. Y en el caso de Safo, acompañada de una lira. Y para que veas si es actual, en la mayoría de sus poemas hay un tema que se repite constantemente, que es el del amor no correspondido. Como en el 80% de las canciones que hoy en día, 26 siglos después, suenan en la radio.

—¿Cómo han ido cambiando con el tiempo, o no, tus fuentes de inspiración?

—Sí, sí que van cambiando. Escucho muchas cosas nuevas que van saliendo y que me resultan muy sugerentes. Porque la inspiración no sale dos veces del mismo sitio, tiene que ir encontrando cosas distintas.

—Tu conexión con el presente es incuestionable. En el 2016 nos decías que, a diferencia de la mayoría de los músicos de tu generación, no seguías escuchando los discos de hace 30 años. ¿Sigue siendo así?

—Sí, eso es verdad. El otro día estuve en casa de un amigo y estaba sonando el mismo disco de Dylan que tenía puesto la última vez que fui a verle, que fue como hace 14 años. Le dije: «¿No te aburres de oír siempre lo mismo?». Y me dijo que no, que para él eso era estar en casa. Y sí, vale, eso es algo que yo también a veces hago, me pongo los discos fundacionales que me hacen sentir en casa, pero, a mayores, siempre le dedico un rato al día a escuchar cosas que no conozco.

—¿Cuál es hoy tu disco fetiche, tu disco «casa»?

—Hay muchos que me encanta escuchar. The Greatest, de Cat Power, es un disco al que siempre vuelvo. Y el Cat Power Sings Dylan me encanta también. Pero ahora mismo lo que estoy escuchando en bucle son los discos nuevos de Rocío Márquez y de Amaia Miranda, que son una maravilla.

—¿Eres mitómana?

—Sí, supongo que sí.

—¿Y fetichista?

—No, no tengo objetos fetiche. Es que pierdo mucho las cosas, así que más vale que no las tenga ni les coja demasiado cariño. Pero si hubiera un incendio en mi casa, lo primero que salvaría son dos guitarras.

—¿Has aprendido a dejar cosas atrás con los años?

—Sí. Aunque últimamente me he permitido algunos momentos de revolcarme en esa sensación entre triste, dulce y bonita, que es la nostalgia, mi impulso casi siempre es el de mirar hacia delante. Me parece más divertido. El mundo cambia muy rápidamente y creo que hay que responder a cada época con una forma distinta de escribir y de ser.

—A pesar de tu sempiterno aspecto juvenil, en «Hoy duermo sola» dejas entrever que no anhelas la eterna juventud...

—No, para nada. ¡Qué agobio! De hecho, cuando escucho que la gente va a poder vivir 150 años, me parece una pesadilla. El mundo funciona porque nacen unos y se mueren otros. No puede ser que la gente no se muera nunca. Y lo que más me preocupa es que las personas que van a tardar el doble en morirse son justo las que más recursos utilizan, las más ricas, las que están taponando el desarrollo de los demás.

—¿Hay que ser muy valiente para no entrar en la dinámica del éxito y rechazar muchas propuestas que se orientan en una dirección opuesta a la que tú quieres ir?

—No sé si es valentía. Sí que es verdad que encontrar cosas que supongan no repetirse y no hacer lo que ya has hecho antes, pero peor, es cada vez más difícil, pero yo lo sigo intentando.

—En las letras de tu último disco hay mucho de pasión y de deseo. ¿Hay cosas que dices en las canciones que no te atreverías a decir de otra forma?

—¡Uy!, no lo sé. Es verdad que las canciones muchas veces revelan tu subconsciente. Una escribe algo pensando que es solo una frase para la canción y no es consciente de hasta qué punto lo que es, es una autoprofecía. Sí, es verdad que eso ocurre.

—Si pudieras borrar de la historia una etiqueta que te hayan puesto, ya sea musical o personal, ¿cuál te cargarías?

—Seguramente muchas. Aunque tampoco soy muy consciente de qué etiquetas me han puesto. Al no haber muchos antecedentes del tipo de carrera que he tenido yo, ha costado entenderme y situarme. Empecé dentro del mainstream, luego pasé a hacer música más personal, he pasado por varias épocas, he cambiado de continente, de idioma... Puede parecer que donde estoy ahora es donde he estado siempre, pero no ha sido así. Yo he tenido que pelear mucho para hacerme mi sitio.

—Has dicho en alguna ocasión que tu carrera era fruto de la cabezonería. ¿Te vuelves más tozuda con los años?

—No. Eso es algo que una lo tiene o no lo tiene. Y aunque puede parecer una cualidad negativa, también tiene cosas muy positivas. Te aseguro que tener capacidad de determinación, objetivos muy claros y no dejarse influir por la opinión de los demás en esta profesión es muy bueno.

—¿Cuál es el consejo más inútil que te han dado en la industria musical?

—Cuando una compañía de discos te dice que repitas una canción o un disco igual que otro que hiciste y que tuvo éxito. Repetir la misma fórmula casi nunca funciona, pero la industria musical es más bien conservadora, aun cuando se ha demostrado mil veces que la originalidad también se premia y que el público también la busca.

—¿Sientes que te has ganado por fin el derecho a hacer lo que te dé la gana?

—Me lo he ganado hace tiempo, no ahora. Pero, a ver, tampoco es que haga lo que me da la gana. Hago lo que intuyo que tengo que hacer, aunque sea luchando contra los elementos.

—Siempre has dicho que cuando tú eras adolescente, el único referente femenino que tenías en el rock era Patti Smith. Hoy eso ha cambiado, ¿no?

—Sí, pero si te das cuenta, sigue ocurriendo que Patti Smith es la única mujer que con una carrera tan larga sigue hoy en activo. Es un caso extraordinario, lo cual no es nada bueno. Hay muchísimos hombres de su generación que están en activo y, sin embargo, solo hay una mujer. Eso significa que ha habido un montón de mujeres que tenían el mismo talento que toda esa generación y que, no obstante, se han desanimado y lo han ido dejando. Por desgracia, no hemos ido mucho a mejor.