Antiguo entrenador y jugador, Antonio Collazo lleva las riendas el club de su barrio desde hace 21 años
23 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Tiene 77 años y proclama que, si de él depende, espera llegar a los 100 y hacerlo ostentando el cargo de presidente del C. D. Teis. «Por este barrio, doy todo», dice Antonio Collazo Álvarez (Vigo, 1947), que asume ese cargo desde hace más de dos décadas, pero cuyo vínculo con la entidad comienza cuando se fundó, en 1964. Entonces, él era futbolista del equipo juvenil y aunque luego pasó por otros conjuntos, volvió para ser entrenador, introduciéndose posteriormente en la directiva para ser el máximo responsable. «A veces, la gente dice que en vez de ser el C. D. Teis, es el club Collazo», pues aparte de él, uno de sus hijos es coordinador y entrenador del primer equipo; una hija es tesorera y la otra colabora de forma más puntual.
Collazo es de esos presidentes que ha hecho de todo en su club, remangándose cada vez que ha sido preciso. «Antes, hasta que nos pusieron el de hierba sintética, marcaba yo el campo. Cogía la carretilla y lo hacía», señala. Se encargó en su momento de la cantina, pone lavadoras, tiende la ropa y procura tener todo preparado antes de cada entrenamiento, a modo de utillero. «También soy el que pelea con los niños por el material, insistiendo en que hay que contar los balones y devolver los mismos. Me dicen: ‘Presi, ¿ya estamos?’». Y sí, porque él, si se trata de su club, es incansable.
Recuerda que en sus inicios como entrenador, antes de entrar en la directiva, el Teis no tenía todavía campo de fútbol. «Empezábamos a correr entre los arbustos de la carballeira de A Guía y hacíamos cositas que nos habían enseñado nuestros entrenadores mayores», detalla. No tenía experiencia previa como técnico, pero le gustó desde el primer momento. «Estuve un porrón de años con los benjamines, los infantiles, los juveniles... Hasta que empecé de vocal, fui subiendo en la directiva y cuando Mingos lo tuvo que dejar por temas laborales, subí yo», recuerda.
Aunque desliza que «para criticar la labor de uno hay mucha gente, pero para arrimar el hombro, ya no», él se siente reconocido por su trabajo. «Si no estuviera cómodo, sería el primero en marcharme. Pero siento como que es una misión que alguien me encomendó, como si alguien pensara: ‘Tú eres el tal para recibir este equipo y búscate la vida’», señala. Incluso dice que él siente que se volvió a casar con este club tras hacerlo con su mujer. «Trabajé 30 años en Álvarez y me prejubilé a los 51. Desde entonces, me volqué con el Teis», añade. Ahí ha encontrado «una vía de escape».
Su club le ha quitado tiempo, por su propia voluntad, pero le ha dado y le sigue dando muchas otras cosas. También quebraderos de cabeza. «El tema económico siempre estuvo a ras. Sobrevivimos gracias a las subvenciones y a empresas de por aquí, a base de estar siempre pidiendo, de buscar dinero por todas las esquinas», recalca. Entre eso y la cantina, van pudiendo hacer frente «a los gastos de los árbitros y las multas que llegan por las tarjetas», aparte de que «la mutualidad subió muchísimo» y de que tratan de contar con buenos entrenadores para formar a sus niños. Lo que celebra que ahora es más fácil es la manera de realizar trámites administrativos. «Me pongo detrás de mi hijo en la oficina y veo cómo con el manejo de las nuevas tecnologías es todo mucho más rápido. Antes tenías que ir los miércoles y viernes a la Federación y pasar allí un montón de tiempo».
Collazo dice que no le inquietan los resultados de la cantera, pues a esas edades, los marcadores son lo de menos. Pero sí que lo pasa mal con el primer equipo. «Estamos en Tercera Autonómica e ilusionados con ver si podemos volver a Segunda, pero se nos hace un poquito cuesta arriba», señala. «¿Que si sufro? ¡Dios mío, vaya si sufro!», exclama. Cuando llega a casa, su mujer ya sabe por su cara cómo han ido las cosas. «Y si no ganamos, cuesta conciliar el sueño», revela.
Se enorgullece especialmente de ver cómo les va bien a personas que dieron sus primeros pasos en su club, como el jugador Diego Folgar y el entrenador José Riveiro, que actualmente triunfa en Sudáfrica, como máximos exponentes. «A José Luis le di yo la alternativa. Le dije que tenía que coger el primer equipo estando él con los pequeños. Me dijo que estaba loco, que cómo iba a dirigir a sus amigos, que iba a acabar enfadado con ellos», recuerda. Pero lo hizo, ascendieron siendo él el entrenador más joven de la categoría y, a partir de ahí, fue creciendo hasta ser profesional del fútbol.
Sabiendo que ese tipo de metas se consiguen pocas veces, la prioridad es otra: que los chavales se formen y disfruten del deporte. Empezando por sus tres nietos, dos de los cuales siguen jugando en la entidad, mientras el otro lo hizo en el pasado. «Por aquí pasaron muchas generaciones. Siempre hay los que te encuentras y si te he visto, no me acuerdo, pero muchos te reconocen y te agradecen el tiempo que pasaron en el club». La mayor satisfacción.