Niños de cristal, padres tóxicos

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

FUTBOL GALLEGO

YAHYA ARHAB | EFE

11 feb 2025 . Actualizado a las 11:50 h.

Sucedió de nuevo. A la salida de un campo de fútbol. Este fin de semana. En Galicia. El árbitro reflejó que tuvo que ponerse a salvo de un grupo de padres enfurecidos que le escupieron, le desearon la muerte en su viaje de vuelta en coche a su tierra, le insultaron, le golpearon el vehículo… Hace poco, pasó en una pista de balonmano. La federación de ese deporte tuvo que suspender la asistencia de las familias a los partidos para evitar más incidentes y como escarmiento por lo sucedido.

Es un problema de educación. Muy claro. Lo dicen los expertos. Los padres quieren controlar a los hijos de tal manera que los convierten en niños y adolescentes de cristal. Buscan protegerlos de todo. La violencia en los estadios la hubo y la hay. No es nueva. Lo que va a más es la asistencia de los padres a los partidos de sus crianzas. Jugué al fútbol toda mi vida y mi padre, que era muy aficionado, seguía mis partidos. Pero era la excepción. Eran tres los padres que estaban. No había más. Mi madre no fue nunca. O un par de veces, a lo sumo, por tratarse de encuentros importantes. Ahora cada vez más se pueblan las gradas de padres y madres. Está muy bien seguir al chaval. Darle cariño. El problema es cuando parece que la liga la está jugando el padre, que enseguida se pone en el papel del entrenador y en el rol del árbitro. Todo está mal si afecta a su hijo, a los del equipo de su hijo.

Algo estamos haciendo muy mal. Un politólogo me dice, tal vez dejándose llevar por su vocación, que la política es la que vicia a la sociedad. Los políticos juegan a la polarización salvaje y eso, poco a poco, va calando en todo, me explica. No sé si es así. Pero lo cierto es que lo visceral se impone y da lugar a lo tóxico. Y, de lo tóxico, siempre llega de la mano cerrada la violencia. Niños de cristal, padres tóxicos. Es imposible que a nuestros hijos no les suceda nada. Ni en la calle, ni en el colegio, ni en los campos de juego. No existe el daño cero. Además, es un error. La vida consiste en que pasen cosas. Buenas y malas. Pero no se les puede echar la culpa de todo a los demás, a todos los profesionales con los que están en contacto los niños, menos a nuestros chavales. Ellos no son santos. Profesores se quejan de que aumenta la presión que reciben de los padres por temas menores. No estoy hablando del drama grave del acoso. Estoy hablando de padres que asisten a la reunión con sus tutores con la convicción de que su hijo tiene la razón hasta el infinito y más allá. Pasa hasta en el amor. Dicen en una película: deja que se enamore, que aprenda lo que es subir y bajar, que se las lleve. Vivir es lo que educa.

Ahora que están de moda los aranceles, lo único que les falta a los padres tóxicos es imponer aranceles a sus hijos para que nadie se atreva ni a soplarles. Los que acosaron fueron esos padres que, concluido el partido, insultaron a un árbitro porque no les gustó cómo pitó al equipo de sus muchachos. Por ese camino alfombrado que queremos que transiten vamos fatal.