Esta australiana se acaba de casar con un joven ingeniero de Salvaterra de Miño, que construye un circuito de fórmula 1, del que se enamoró en Praga hace cinco años
09 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.Blue Mountains. No es sólo el café más caro que se puede beber en Galicia, procedente de Jamaica, sino el paradisíaco lugar donde se crió y creció Stephanie Whybrow. Esta joven australiana nació en Sídney, pero a los dos años se mudó con su familia a la casa que había construido su abuelo en el monte. Las Montañas Azules están situadas a una hora al oeste de Sídney. Es una zona de reciente colonización, «buena para que pueda crecer una familia. Tenemos un bosque detrás de la casa. Soy la segunda de cuatro hermanos». Hija de la presidenta de una coral, ha heredado su arte y llegó a actuar en la Ópera de Sídney en un coro de 700 voces. Visado caro «Australia es un país joven, poco poblado y requiere profesionales de la medicina o la enfermería. Luego, paradójicamente ponen trabas para entrar y cobran 900 dólares por un visado mientras que el de estancia en España me salió gratis», relata Stephanie. Al acabar el Bachelor of Arts en la Macquarie University de Sídney tenía el síndrome de insularidad («estamos aislados») y ganas de conocer mundo. Así, aterrizó en el 2001 en Londres dispuesta a patearse Europa. Procedente de un país que cuenta con apenas dos siglos de historia y donde un edificio construido hace cien años es una reliquia, se armó con una cámara fotográfica y disparaba «como loca a cualquier cosa vieja». En su periplo europeo, recaló en Praga. Entró en un bar con unos compañeros de albergue y conoció de casualidad a un grupo de chicos que hacían inter rail. Entre ellos estaba Diego Lorenzo Aparicio, que llevaba puesta una camiseta de la Festa do Viño de Salvaterra. Diego habla perfectamente inglés y simpatizaron rápidamente. Los SMS mantuvieron viva la llama durante el resto de las vacaciones, cada uno por su lado, entre Hungría y Alemania. Stephanie regresó a su campamento base en Londres porque tenía el visado vigente en Inglaterra y estuvo trabajando durante meses en el ferri entre Portsmouth y Bilbao. Acumulaba días de trabajo y estuvo «cinco semanas sin salir del barco, a razón de doce horas diarias. No se lo recomiendo a nadie». Con el dinero y los días libres cogía en Bilbao trenes para visitar a Diego en Vigo. El pasado 8 de abril se casaron. Todavía no han podido disfrutar de la luna de miel, ya que Stephanie está liada con las clases que imparte en una academia de inglés mientras acaba a distancia el Máster of Journalism de Melbourne. Diego Lorenzo es ingeniero de Minas y trabaja en una empresa que lleva a cabo el movimiento de tierras en las obras de la Ciudad del Motor, en Alcañiz. Se trata de un gran complejo de circuitos, «uno de ellos homologable para fórmula 1 con la idea de que entrenen los equipos de competición del Gran Premio», señalan desde la localidad turolense.