Los políticos gallegos reciben un trato paternalista en la capital

GALICIA

El denominado cuarto poder muestra ante los miembros de ?la Xunta una arrogancia que no dispensa a catalanes o vascos

01 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El AVE llegará o no a Galicia en el 2012. Pero cuando lo haga, el recorrido entre Finisterre y Madrid llevará el mismo tiempo en ambos sentidos. Mucho más se tardará para que la información fluya en las dos direcciones a la misma velocidad. Y con la misma carga de contenido. Guste o no, Galicia sigue considerándose un territorio párvulo desde Madrid. Lo comprobó el vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, tras su intervención en uno de esos foros de moda en Madrid, donde soportó el acoso de un supuesto moderador que actuaba más bien como fiscal y mostraba síntomas de desconocer la realidad de Galicia, a la vez que insistía en calificar de independentista al BNG. «Celebran el próximo sábado el Día de las Letras Gallegas», comenzaba. «No, se celebró hace una semana», le corrigió Quintana. «Bueno, es lo mismo», prosiguió impávido el periodista, que colocó lo siguiente: «Si todos los gallegos hablan castellano, el problema de la lengua está resuelto. ¿A qué viene entonces tanta defensa del gallego?». La propuesta produjo estupor no solo a Quintana, sino también a dirigentes del PP, como Fraga o Ana Pastor, que asistían al coloquio.

Claro que peor fue lo de Touriño el pasado viernes, cuando invitó a la prensa a la Casa de Galicia en Madrid. Tras hacer un exhaustivo balance de su gestión, no exento de triunfalismo, un periodista se dirigió a él en estos términos: «Todo eso está muy bien, pero ahora tendrá que hablar de política de verdad», y le preguntó por la penúltima trifulca entre el PSdeG y el BNG. Touriño, atónito, le contestó con una cordialidad no exenta de sorna, que sus definiciones de la política no coincidían. Y que, para él, el progreso económico y el bienestar social son su máxima expresión. Esos periodistas o más bien tertulianos de Madrid, que tratan a los políticos gallegos con paternalismo y menosprecio, son los mismos de las visitas del lendakari o el vicepresidente catalán, Carod Rovira, a los que dispensan reverencia y trato de jefes de Estado, aunque sus propuestas y sus formas cuestionen la existencia misma del Estado español.