El descontrol del Gobierno eleva la euforia en el PP

GALICIA

Tras el éxito obtenido en Galicia, Mariano Rajoy busca apoyos dentro y fuera del Congreso de cara al 2012

20 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El ambiente en Génova es de tal euforia que los dirigentes del PP, con Rajoy a la cabeza, hacen esfuerzos para no aullar cada vez que reciben uno de esos sondeos que les otorgan cifras cercanas a los dos dígitos de diferencia con el PSOE en las elecciones europeas. El pasado miércoles le pregunté a Rajoy en su despacho si este era su mejor momento desde que accedió a la presidencia del PP. Fue la única pregunta que tardó un segundo en responder. Estaba claro que su primer impulso era decir: «Por supuesto que sí». Pero se contuvo y colocó una respuesta de manual sobre lo mucho que ha sufrido el PP y lo mucho que queda por hacer.

En realidad, era una pregunta retórica. No es que sea su mejor momento. Es el único bueno que ha vivido en cinco años. Desde que tomó el relevo de Aznar, Rajoy ha recibido tantos golpes que lo inaudito es que se mantenga en pie. Dos derrotas en las generales, cinco debates de la nación perdidos contra Zapatero, rebeliones internas en el PP, cuestionamiento continuo de su liderazgo, conspiraciones en medios hasta hace poco amigos para derribarlo y un gravísimo escándalo de corrupción.

Y sin embargo, se mueve. Es de suponer que el baño de masas de ayer en Galicia junto a Feijoo haya elevado varios grados su nivel de autoestima. A Rajoy se le ve orgulloso de ser todavía una alternativa cuando todos lo daban por acabado. Pero, sobre todo, se le nota satisfecho de haberlo logrado sin ceder a las presiones de su propio partido y de haber resurgido sin dejar de ser él mismo.

Hace un mes y medio, como el animal que al verse acosado busca el abrigo del hogar para intentar allí la última embestida, Rajoy decidió que si había que jugársela por última vez nada mejor que hacerlo en casa y ayudando de paso a un buen amigo. Se jugó todo a cara o cruz en Galicia. Salió cara. El resultado es que, pase lo que pase, Rajoy tendrá a los 57 años su tercera oportunidad de llegar a la Moncloa, como la tuvo Aznar a los 43.

Sindicato de agraviados

En el PP están convencidos de que ganarán las elecciones europeas de junio, aunque esperan un ataque furibundo de Zapatero, que probablemente reduzca la ventaja que le dan ahora los sondeos. En todo caso, en Génova se aprecian síntomas de descomposición en el Gobierno. Y esperan que el calvario vaya a más hasta el 2012. Aseguran que el aparente descontrol en el nuevo Ejecutivo es el preludio de la revuelta interna y de la deserción de algunos.

Con tanto cambio, Zapatero va dejando cadáveres por el camino. Y eso es lo más peligroso que puede hacer un líder en problemas. Se citan los casos de Ramón Jáuregui, desterrado a Bruselas, de Jesús Caldera, al frente de una fundación fantasma, o de varios ministros, independientes y del partido, indignados con su destitución. Hasta Chaves se puede revolver si percibe que ha sido engañado. A ellos se suman, dicen, destacadas personalidades decepcionadas con el proyecto de Zapatero.

Rajoy mimará a partir de ahora ese sindicato de agraviados y a sus posibles futuros aliados. No se descarta a nadie. Ni a CiU, ni al PNV ni siquiera al BNG. El líder del PP ha dado orden de mantener las mejores relaciones con los nacionalistas y de pactar con ellos todo lo que sea posible. Dentro y fuera del Congreso. Sabe que después del 2012 solo lo espera o la Moncloa o el adiós amargo a un carrera política que para entonces habrá superado los 31 años.