Que la clase política no atraviesa su mejor momento es una evidencia. Casos de corrupción o falta de decisión ante la crisis son los reproches que soportan en los últimos meses. A estas cuestiones se suman comportamientos que refuerzan la impresión de que día tras día le toman el pelo a los ciudadanos. El acuerdo de ayer en el Parlamento gallego es un ejemplo. Los tres grupos hacen un frente común contra el transfuguismo -es la séptima vez que pactan la cuestión- pero ese acuerdo podría tardar menos de siete meses en saltar por los aires. Exactamente el plazo que resta hasta las elecciones municipales.
En los últimos años se ha visto cómo los partidos expulsaban a ediles que se apoyaban en un tránsfuga para hacerse con una alcaldía. Pero también cómo, a los pocos días, los expedientados campaban a sus anchas por la sede del partido o incluso por alguna institución en la órbita de la formación. Ahora, falta ver quién es el primero que da el paso de incluir en sus listas a uno de esos expulsados. Porque lo que todos tienen en cuenta son los votos que se pueden arañar.