El fiscal superior de Galicia es una persona razonable y cabal y por eso se entiende que con base en que hoy no se persigue de forma suficiente la corrupción en la Administración pública haya propuesto un plan para perseguirla. Los partidos políticos representados en el Parlamento no han dudado en abonar la tesis. Pero por desgracia, se trata, una vez más, de un brindis al sol como la propia propuesta lo asevera.
Los delitos contra la Administración no existen; dicho con más precisión, de forma generalizada no se aplican. El cohecho, la violación de secretos, el tráfico de influencias o la prevaricación han desaparecido en la práctica y baste para comprobarlo los datos de la memoria que el fiscal presentó ayer. Se trata de delitos de cuello blanco, que cometen personas educadas y honorables, como nosotros, a los que comprendemos y a los que investigar no deja de ser de mal gusto. Pero la marea sigue subiendo y la corrupción se hace en algunos casos evidente. No es comprensible que nadie se haya dado cuenta hasta hoy del asunto Urdangarin que, según parece, era del dominio público; y que hoy, cuando ha aflorado, es probable que todo o parte esté prescrito. Es jocoso que el cohecho sea una palabra que pasa al argot popular por vestirse a cuenta de otros.
Permítame el fiscal superior que le pida que llene de contenido el plan que ayer anunció, y que lo haga pronto. En el Parlamento seguro que lo esperan, en la calle también. Se lo agradeceríamos. Como dijo el representante de uno de los partidos, aunque nos cueste dinero. Lo peor es que se quede en un brindis al sol. Ese día algunos reirían.