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En dos semanas, ocho coches se han empotrado en algún inmueble gallego
07 ene 2012 . Actualizado a las 11:35 h.Desde que arrancó la Navidad, el número de siniestros que han afectado a viviendas se ha multiplicado en Galicia. Al menos ocho vehículos acabaron su viaje contra una fachada gallega desde el 21 de diciembre hasta el brutal accidente de anteayer en Barbadás. Uno de ellos, ocurrido el 26 de diciembre en Cedeira, acabó con la muerte del conductor.
Resulta imposible determinar una media de accidentes de este tipo en las carreteras gallegas, ya que muchos de ellos ni siquiera generan un parte, pero su incidencia es mucho mayor que en otras comunidades por la dispersión poblacional, la nutrida red viaria, y las condiciones meteorológicas. Ante una situación que se repite con semejante frecuencia, cabe preguntarse cómo viven los habitantes de esos inmuebles que, una y otra vez, resultan acuchillados por el tráfico.
La curva de Noceda
«Esta es la casa Carnero. Aquí nací y aquí me quedaré». Las dos frases quedan reforzadas con la edad de Manuel Carnero, 80 años. Y explican en cierto modo por qué este hombre se mantiene en una vivienda que ha sido golpeada decenas de veces por coches, furgonetas y camiones. Su caso dista mucho de ser excepcional. En un país donde la carretera ha sido una tentación atávica para construir a su vera y donde hay pueblos enteros levantados únicamente sobre el eje vial que los atraviesa, los choques contra las casas son un fenómeno muy común.
Aparte de quienes finalizaron el recorrido contra su fachada, Carnero ha tenido que atender a lo largo de su vida a decenas de accidentados que midieron mal la curva de Noceda, en O Incio. Algunos murieron allí. La mayoría solo se llevaron un susto. Carnero se los llevó casi todos. El último, hace un par de años, cuando un camión cargado de losas de granito vio cómo toda la carga basculaba en la curva hacia la casa de Manuel. Allí fueron toneladas de piedra que casi le tiran la casa abajo. «Eu iba a coller un destornillador, pero olvideime algo antes. Cando voltaba, xa sentín o accidente. Non me colleu por un minuto».
Carnero me lo cuenta desde una galería con vistas a la curva y casi a nivel del suelo: conversación de alto riesgo. «Uh, esta galería xa a tivemos que facer de novo unha vez, porque a levaron toda por diante». En toda una vida, Manuel ha presentado sus quejas y sus alternativas a varias instituciones con escaso éxito.
Ahora, la curva está limitada a 50, señalizada con bandas en el firme y con señales luminosas a la entrada y a la salida. Y ha causado su efecto. Hay menos accidentes y, sobre todo, Manuel espera con impaciencia que se abra el último tramo de la nueva carretera entre Lugo y Monforte, que desviará la mayor parte del tráfico. Hasta entonces, y nadie sabe cuánto queda, seguirá durmiendo con un ojo abierto y esperando el cataplof.
Acto de fe en Oza
Casos como el de Carnero los hay en prácticamente todos los concellos de Galicia: una curva donde por un mal trazado, un firme deficiente o una señalización escasa, el punto negro está justo en una casa que muchos vehículos no pueden evitar.
Se ve muy claro desde la puerta de Josefa Gómez. Hay que hacer un acto de fe para aguantar allí, tieso, la imagen de un camión bajando, reduciendo y girando justo dos metros antes de aplastarte la cabeza. La casa tiene heridas de guerra por todas partes: desconchones, grietas... No siempre el conductor para; otras veces el seguro perita a la baja. Así que la propia estructura de la casa, en la que vive Josefa con su marido y su hija, está probablemente afectada.
La curva, con un tráfico muy intenso por estar a pocos metros del enlace con la A-6, está ahora bien señalizada, pero la familia no se siente a salvo. El alcalde ha manifestado en más de una ocasión la necesidad de expropiar el inmueble para aliviar el tráfico en ese punto, pero la familia dice que solo es consciente de esa promesa por la prensa y que a ellos nunca les hicieron una oferta pese a que, dadas las circunstancias, la considerarían con ilusión. Así que apenas hacen vida en la parte de la casa más próxima a la carretera. «Hai tempo xa que cambiamos de sitio os dormitorios, polo medo a que pase algo». Solo se exponen en la cocina, desde donde se ve con claridad cómo desciende el tráfico al que se le supone la prudencia. Se le supone.