Se les ve, a nuestros políticos, tan preocupados por Galicia que este mes pondrán sus ojos, y algunos sus piernas y sus presupuestos, más allá de Despeñaperros. Feijoo ha reservado dos días de bolos en Andalucía porque a lo mejor el precio de la aceituna de Jaén es vital para nuestros intereses, lo mismo que el número de diputados populares que saldrán por la provincia de Almería. También nos jugamos mucho, por lo visto, en Uruguay. Será por la globalización. Huele a urnas que tira para atrás, de ahí que, para algunos, ya estemos viendo el final del túnel. Otra cosa es lo que digan los de Cáritas, quienes han venido a recordar que, «aunque la crisis ha pasado, sus consecuencias permanecen»: 132.000 personas están aquí en riesgo de exclusión social. Es casi como decir que la tercera ciudad gallega, después de Vigo y A Coruña, está en riesgo de exclusión social. Y eso que la secretaria de Estado de Presupuestos, y exconselleira de Facenda, Marta Fernández Currás, sentenció en una reciente visita: «Se dice siempre en Madrid; Galicia es un valor seguro». Pues seguro que en la calle Ferraz no lo escuchó, claro que allí últimamente solo se oye el ruido de los sables. Faltan 90 días para celebrar la fiesta de la democracia en los concellos gallegos pero ya nos están intentando convencer desde El Ejido y Dos Hermanas, y lo mejor, y lo peor, está por llegar. La primera piedra la puso Ana Pastor, líder indiscutible de primeras piedras, como corresponde a una ministra de Fomento: después de soltar bombas de palenque en Galicia, el miércoles ya estaba prometiendo un tren para Marbella. Hay políticos que pueden prometer y prometen, y se pasan el día y la noche prometiendo -siempre habrá tiempo de rectificar, por algo se rodean de asesores- y otros, como los de algunas formaciones de ¿nuevo cuño? no prometen nada porque saben que sabemos que siempre existe el riesgo de que algunas promesas se cumplan.