El BNG surfea sobre las mareas

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Álvaro Ballesteros

Los nacionalistas aprovechan el desmoronamiento de AGE para intentar recuperar la tercera posición política en Galicia tras las municipales

22 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde la implosión del nacionalismo gallego que tuvo lugar hace tres años en la asamblea de Amio, el BNG fue sometido a una jibarización progresiva con cada nueva noticia que llegó a la sede de Rodríguez de Viguri. La que fue la segunda organización política de Galicia y referente de la oposición en la segunda mitad del fraguismo, comprobó con dolor como su antiguo referente, Xosé Manuel Beiras, la arrastraba a la cuarta posición en las autonómicas del 2012, mientras las europeas del 2014 le daban la puntilla, confinando al Bloque en una quinta plaza próxima a la irrelevancia. Y aunque ahora mismo el BNG parece mostrar más rasgos de obsolescencia política que de frescura, lo cierto es que las municipales de mayo van a darle la oportunidad de levantar la cabeza por encima de otras fuerzas que compiten en su mismo espectro, pero diluidas en las llamadas mareas ciudadanas.

Para los ideólogos del BNG lo que toca ahora es resistencia para que «a sementeira algún día se traduza en flor», como escribió hace unas semanas en Terra e Tempo Bautista Álvarez, fundador de la UPG. Y algunos incluso ven llegar la primavera desde la cúpula del Bloque, pues vaticinan que las municipales de mayo le darán la oportunidad de recuperar la tercera plaza política en número de candidaturas, de votos y de concejales, circunstancia que los nacionalistas intentarán transformar en un balón de oxígeno para afrontar después unas generales que amenazan con ponerle fin a sus dos décadas de presencia en el Congreso.

Y para llegar hasta aquí poco más tuvo que hacer el BNG que aplicarse cataplasmas y sentarse a esperar. El desmoronamiento del castillo de naipes de AGE, provocando básicamente por las tensiones en el seno de Anova, le están dando al Bloque la oportunidad de mostrar cierta confiabilidad frente a los experimentos políticos que se van superponiendo como capas de cebolla sin tener un destino claro.

El paradigma de Noriega

El propio Martiño Noriega, coportavoz nacional de Anova, alcalde de Teo y aspirante a alcalde en Santiago, es el paradigma de todo lo anterior. En los últimos tres años transitó del BNG a Anova Irmandade Nacionalista, pasando antes por el Encontro Irmandiño y el Novo Proxecto Común, aluviones que a su vez ayudaron a colmatar Alternativa Galega de Esquerda (AGE) y Compostela Aberta. Y por si acaso avisan: «Esto non rematou». La nueva cultura política es una gigantesca sopa de letras que, mal administrada, puede resultar indigesta para cualquier votante.

Fue a partir de que a Anova se le desengajó Cerna, el grupúsculo en el que se marcharon los amigos personales de Beiras, cuando el Bloque lanzó su apuesta para volver a recuperar el protagonismo de la oposición, también en el Parlamento gallego, donde el grupo de Francisco Jorquera le saca punta al desmembramiento de AGE y a que en el PSdeG están bloqueados los teléfonos entre Besteiro y buena parte de sus diputados.

Aun así, las llamadas mareas o coaliciones instrumentales en las que participan Anova, Esquerda Unida, Podemos y Compromiso por Galicia, aunque los dos últimos no en todos los casos, tiene grandes posibilidades de convertirse en una fuerza protagonista en el mapa de las siete ciudades, por encima del BNG. Pero no en el conjunto de la comunidad, debido a la mayor implantación que tiene el Bloque a nivel municipal.

Existen, con todo, grandes incertidumbres y contradicciones en el itinerario del nacionalismo y las fuerzas que pivotan en su espacio. Las mareas de las que forma parte Anova y EU están llamadas a aclarar qué harán con el PSOE, con quien tanto Noriega como Yolanda Díaz decían que era imposible gobernar, pero que el futuro puede ser fundamental para que toquen poder local.

Y el BNG, con el tiempo, está llamado a volver al frontón de Riazor, como en 1982, para refundirse o diluirse en un nuevo instrumento político, más integrador y atractivo, capaz de sobrevivir otras tres décadas.