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Sobre Leiceaga planea la misma sombra que truncó la carrera de Borrell tras ganarle las primarias a Almunia
24 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Doce meses y veinte días. Ese es el tiempo que Josep Borrell se mantuvo políticamente vivo desde que los militantes del PSOE lo eligieron candidato a la presidencia del Gobierno hasta que tiró la toalla debido a un escándalo fiscal que afectaba a sus excolaboradores. Borrell no era el hombre previsto por el establishment del partido, el llamado aparato. Y tras su caída lo acabó sustituyendo Joaquín Almunia, el perdedor de las primarias, poniéndole en bandeja al PP de Aznar su primera mayoría absoluta de la democracia española.
Las sombras que en 1999 truncaron la carrera electoral de Borrell planean ahora sobre Fernández Leiceaga. El partido está en una situación parecida, es decir, alejado del poder y envueltos en luchas fratricidas. Pero la diferencia es que el compostelano solo lleva 86 días desde que los militantes lo impulsaron como candidato a la Xunta en contra de Méndez Romeu, la persona apoyada por casi todos los pesos pesados del PSdeG.
En las primarias de mayo, o mejor dicho, en su resultado, está el origen de lo que ocurre ahora en la casa de los socialistas gallegos. Leiceaga no debería haber ganado. Así lo entienden al menos un buen número de dirigentes -algunos de trayectoria muy solvente- que acumulaban varios lustros en primera fila y contaban con mantener el codiciado sillón de diputado hasta la edad de jubilación.
Pero el caso es que Leiceaga ganó. Y de repente no solo se truncaron los planes personales de unos diputados que ya se veían a sí mismos recogiendo los bártulos en O Hórreo, sino también el esquema esbozado por un reducido grupo de notables del PSdeG para hacerse con las riendas del partido tras la caída en desgracia del imputado Gómez Besteiro. Poco tenía que perder toda esa gente en caso de aplicar esa especie de manual para destruir a un candidato que ya quisiera para sí el PP.
No son solo las listas. Cada una de las decisiones tomadas por Leiceaga o la gestora del PSdeG fueron cuestionadas por los críticos siguiendo el manual. Tras la dimisión de Besteiro, Ferraz nombró una gestora en Galicia de la que se apeó Vigo; el partido tenía cinco redactores del programa electoral, y el vigués dejó de acudir a las reuniones; a la presidenta de la gestora, Pilar Cancela, llegó a pedirle formalmente su dimisión el secretario provincial de Pontevedra, que haciendo un paralelismo es como si Alfonso Rueda reclamara el cese del propio Feijoo.
Así está el PSOE gallego, abierto en canal a 32 días de que los gallegos acudan a las urnas. Y no se vislumbran en el horizonte grandes perspectivas de que la guerra interna pueda amainar, pues la debilidad de la gestora gallega, de Ferraz y del propio Pedro Sánchez son tan acusadas, que nadie parece dispuesto a dar un golpe para hacer parar la polifonía.
Las sombras que acabaron con Borrell planean sobre el socialismo galaico. Amenazadoras. Ni siquiera puede darse por hecho que Leiceaga llegue a la meta sin tirar antes la toalla. Ahora bien, si llega, habrá ganado la segunda vuelta de las primarias. Porque la Xunta parece evidente que se gana de otra manera.