Xosé Manuel Beiras sobre Yolanda Díaz: «Foi a primeira persona que me traizoou»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

SANDRA ALONSO

Achaca el conflicto en En Marea a «forzas externas», aunque admite «erros» propios

27 abr 2017 . Actualizado a las 13:31 h.

Xosé Manuel Beiras se encuentra en una situación de «desconcerto» porque fue derrotado dos veces, la primera en la Transición y la segunda, «agora, nestes anos que non se conseguiu a ruptura deste réxime podre». Por eso, aunque sigue en la primera línea política, lo hace de otra manera, porque «o que hai que facer é repensar o país e a iso», y a eso es a lo que se dedica ahora.

Así se pronunció en una entrevista radiofónica un mes después del consello das mareas en el que se nombró la coordinadora cuestionada por una parte del partido y unos días antes de que ese órgano, ahora dividido, vuelva a reunirse: lo hará el sábado. Habló, además, solo unas horas después de que Esquerda Unida diese a conocer un documento de su coordinadora en el que cuestiona la actual deriva de En Marea. Y si bien Beiras evitó referirse a nombres propios, hizo una excepción con Yolanda Díaz, que a su entender no tiene «lexitimación» para hablar. «Foi a primeira persoa que a min me traizoou», dio como razón. No quiso aclarar si hubo más traiciones, pero apuntó que quien sí podía decirlo era la dirección del partido.

Eso sí, reconoció que se había caído en ocasiones en los vicios de la vieja política, y admitió que él había tenido que reciclarse y reeducarse, «e non todos están reeducados». También apuntó como un «erro» que se convirtiese en un conflicto si el portavoz parlamentario debería serlo también, o no, del partido. Y si bien asumió que el proceso de construcción de En Marea estaba siendo «traumático», matizó que se debía, sobre todo, a que «está asediada por todas partes». No es todavía la En Marea que a él le gustaría, porque está «en proceso construínte».

En su entrevista radiofónica, Beiras evitó hablar de Xulio Ferreiro, aunque sí recordó, en relación con las críticas de este a Villares, que «no PP ninguén ataca a Rajoy». Habló, en cambio, para defender la gestión de Martiño Noriega al frente del Concello de Santiago, y sobre todo para calificar como «pistonudo» a Luís Villares, aunque admitiendo que «nin ten a formación nin ten a experiencia do traballo político, e menos institucional, e é unha persoa que tamén ten que ir á práctica dunha nova situación onde hai que ter un clima de apoio clarísimo». Por eso se pregunta qué ocurriría si Villares, que fue votado por 8.000 personas para ser candidato, fuese presidente de la Xunta: «Estaríase discutindo a portavocía?». No negó que él podría haber alcanzado más votos porque aportaba «un plus», pero subrayó que el recorrido de En Marea va mucho más allá de las elecciones gallegas. «Naceu a medio prazo para promover un novo suxeito político».

También tuvo palabras de elogio para Pablo Iglesias. A su entender, es el único dentro de Podemos que «ten unha idea de como debe ser o Estado español», aunque posteriormente matizó sus palabras para añadir que, «bueno, na actualidade hai algún dirixente máis, ou algunha máis, mellor dito».

No evitó las críticas ni al proceso ni a la situación actual, porque, a diferencia de otros partidos, recalcó que ellos sí hacían autocrítica, y a ese respecto conminó al consello das mareas, del que él forma parte, a «poñer o motor en marcha» para marcar la dinámica «non só no Parlamento, senón tamén na sociedade, porque non podemos converternos nunha especie de elite».

En todo caso, Beiras recalcó que el proceso va más allá de los partidos. «Non se trata de Podemos ou Esquerda Unida, é En Marea e o que intentamos é que En Marea sexa iso que acabará por ser», manifestó esperanzado el histórico líder del nacionalismo gallego.

La inicial unión entre los fundadores evolucionó hacia dos bandos enfrentados

Las mareas municipales que despuntaron en agosto del 2014 cobijaron bajo el paraguas de En Marea a dirigentes históricos como Beiras, a discípulos suyos como Martiño Noriega, a jóvenes políticos con experiencia como Yolanda Díaz o Antón Sánchez y a otros que acababan de llegar a la política, como Xulio Ferreiro (Marea Atlántica) o Antón Gómez Reino (Podemos), con un objetivo común: repetir la esperanzadora experiencia de las municipales en las autonómicas y asaltar la Xunta.

El problema surgió a la hora de decidir el candidato: no solo no hubo consenso, sino que Yolanda Díaz se manifestó abiertamente en contra de que fuese Beiras. Fue la única que lo hizo, porque si en algo coinciden todos los dirigentes, ahora y antes, es en el respeto al viejo líder nacionalista. Hubo que buscar un candidato fuera, y el elegido fue el magistrado lucense Luís Villares.

El asalto a la Xunta se quedó en una intentona, y los catorce diputados obtenidos en el Parlamento de Galicia no fueron ni de lejos suficientes para arrancarle la mayoría absoluta a Núñez Feijoo. Recordando ese momento, Beiras no puede evitar seguir mirando hacia atrás y reprochándole al BNG que no se haya sumado en la anterior legislatura a Alternativa Galega de Esquerda: «Feijoo perdería as eleccións», afirma convencido.

Hubo que asumir la derrota, pero la herida ya estaba abierta. Ya no era solo Yolanda Díaz, en los discursos públicos de Eva Solla (EU), Xulio Ferreiro o Gómez Reino se reiteraron las críticas más o menos veladas a cómo se estaba gestionando el proceso de formación de En Marea, y tras esa discusión sobre si Villares podía ser portavoz parlamentario y también de En Marea, que Beiras califica como un «erro», se cuestionaba con más o menos disimulo al líder.

La tesitura de Anova

Más cautos se mostraban los dirigentes de Anova, aunque también con un fuerte debate interno. Hasta que se nombró la nueva coordinadora, y entonces ni siquiera Antón Sánchez, sucesor de Beiras en la portavocía, ni Martiño Noriega, su antiguo delfín, disimularon su preocupación por lo ocurrido, y coincidieron con EU y con un sector de Podemos en lamentar que en la nueva dirección no estuviesen representadas todas las «sensibilidades» de En Marea.

No es extraño que Beiras reconozca que nada le da tantos disgustos como la política.