El pueblo más lluvioso se seca

Jorge Casanova
jorge casanova FORNELOS DE MONTES / LA VOZ

GALICIA

Emilio J. Cerviño / Daniel Portela

El embalse de Oitavén, en el municipio con más precipitaciones de España, muestra cosas nunca vistas

26 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuentan los vecinos del pueblo que el domingo pasado no había sitio para que aparcaran los coches de los curiosos que se asomaron al embalse de Oitavén, uno de los que da de beber a Vigo y su área metropolitana. Pese a que no ha alcanzado todavía sus mínimos históricos, se trata sin duda de un espectáculo. Un triste espectáculo, en realidad. «Me lo dijo mi abuela, que había quedado destapado el puente por el que ella cruzaba hace muchos años. No me lo creía, pero es verdad». Vanessa tiene 29 años y se pasea por lo que normalmente sería el fondo del pantano. Viene del puente medieval por el que cruzaba su abuela y su cara es un poema: «Nunca pensé que llegaríamos a este punto, a esta nada».

Lo del puente está bastante corrido por el pueblo. Lo cierto es que ya se había visto otras veces. La novedad es el arco, del que nadie se acordaba. «Bueno, sí se había visto -aclara Mari Carmen, una vecina de Oitavén de 53 años-. Pero en agosto. En invierno, nunca». Mari Carmen y Pilar pasean también por el fondo del embalse, cruzan el puente con una preciosa perra san bernardo que parece también algo descolocada en este extraño paisaje. La perra y su dueña viven en una preciosa casa colgada sobre el embalse: «Hace ocho años, esta balaustrada se vino toda abajo», afirma. Se la llevó el agua. Hoy, desde la misma balaustrada hay una caída de cuatro pisos hasta la lámina de agua en la parte del embalse donde aún fluye algún caudal. 

Sin restricciones

«Esto se llena en cuatro días que llueva», dice otro vecino que limpia la piedra de su casa con una máquina de agua vaporizada. La imagen del hombre tirando agua a presión contra la piedra chirría en tiempos de escasez. Pero es que Fornelos no padece la falta de agua que amenaza a Vigo porque no bebe del embalse, sino de otros manantiales. En realidad es difícil encontrar a alguien que tenga dificultades con el suministro, aunque eso no signifique que no haya preocupación. «Eu penso que hai xente que non vai tomar conciencia ata que xa non saia auga pola billa», lamenta Pilar, una vecina de 33 años que afirma que tareas como lavar el coche o baldear han desaparecido de su agenda.

Después de hablar en el pantano con un jinete que ha querido cabalgar por donde nunca lo hizo y con unos obreros que salieron de trabajar antes de tiempo para ver lo nunca visto está claro que todos opinan que lo que está ocurriendo no es un episodio aislado, sino una tendencia y que esta sequía ha venido para quedarse. Conviene recordar que estamos en uno de los pueblos más lluviosos de España.

«Nos vamos a acordar del agua cuando falte de verdad», dice el alcalde

«Aquí no nos pasa lo que le pasa a Vigo porque nos abastecemos de manantiales», aclara antes que nada Emiliano Lage, el alcalde de Fornelos de Montes. Subraya el regidor el esfuerzo económico que la corporación hizo en su día para dotar de traída de agua a muchos vecinos. Por eso saca pecho. Cuando hablamos, el regidor viene también de sacar unas fotos del embalse, que se ha convertido en un polo de atracción para curiosos. También para él. «Yo nunca había visto el ojo del puente», admite, en referencia al paso medieval que ha destapado la sequía.

Los problemas únicamente afectan a la parroquia de A Laxe, la más elevada del concello y en la que se radican algunas explotaciones agrarias. Allí sí que están notando la escasez. En el resto del concello, aún no: «Yo no recuerdo una situación como esta, pero es que en el pueblo nadie lo recuerda».

Y aunque ellos tengan agua, la visión del embalse esclerotizado es una imagen que encoge el alma: «Yo creo que nos acordaremos del agua cuando falte de verdad, porque el área de Vigo tiene casi medio millón de habitantes y sigue creciendo. Si no toman medidas, aunque llueva, en un plazo de quince años tendrán problemas muy serios».

M.MORALEJO

La vida con doscientos litros al día

A menos de 20 kilómetros de Fornelos, en Redondela, hace ya meses que las restricciones son habituales. En Asneses, un populoso barrio de la parroquia de Reboreda, son ya especialistas en el ahorro hídrico: «A min gústame ducharme, pero agora fágoo menos. Parezo o pau do galiñeiro», bromea Manuel Figueroa. Lo que no es ninguna broma es la charca vacía que hay detrás de su casa: «Levo aquí 53 anos e nunca a vin así». El perro que nos acompaña entra y sale del hueco seguramente contento de poder hacerlo sin mojarse. Aquí, en Reboreda, la comunidad ha restringido el agua a doscientos litros diarios. Es el último recorte, porque las cantidades a gestionar han ido disminuyendo a medida que los recursos hídricos de la comunidad mermaban.

«Ahora tenemos menos problemas, pero porque hicimos un pozo este verano», explica Sandra, una vecina del barrio. La familia se vio acorralada por la escasez y pensaron que la mejor inversión era horadar la tierra y buscar una solución. Les costó 3.500 euros, pero los dan por muy bien empleados. No son los únicos que han tomado esa misma decisión. A pocos metros de allí, Begoña, una chica de 37 años, señala que en su casa tuvieron que hacer lo mismo y por el mismo precio: «Es que con doscientos litros no da ni para dos lavadoras». Ni la familia de Begoña ni la de Sandra pasan las penurias que pasaban antes de disponer del pozo, pero tampoco malgastan una gota de agua: «No nos podemos pasar porque tenemos miedo de que se nos acabe». Lo cierto es que la mayor parte de las familias que residen en el barrio disponen de pozos que les permiten gestionar algo mejor la restricción de los doscientos litros. Pero no es menos cierto que todos están muy pendientes del ahorro: los jardines se han convertido en macetas, las huertas se han reducido al mínimo, los coches acumulan polvo y el césped vive del rocío otoñal.

En la cima del barrio está el viejo lavadero reformado hace un par de años. Lo corona el cuadro de una vigorosa cascada cedida por un artista local, pero es toda el agua que mana por el lavadero donde hace meses que no cae una gota. Lo nunca visto en Asneses. Eso sí, moscas hay para aburrir. Y parecen rabiosas. Cosas de la sequía.

Antonio y Antonia viven enfrente. Ellos no tienen pozo, así que Antonio ahorra, por ejemplo, en la cisterna. «Solo la uso una vez». Las duchas, con poca agua; fregar los platos, con el grifo cerrado; solo dos lavadoras a la semana y el agua para beber, de la fuente. Para las gallinas y los conejos, van a buscar el agua al río: «Ya le digo que nunca pensé que tendría que volver al río a buscar el agua», dice Antonia, mientras les llena el bebedero a las gallinas. Así es la vida con doscientos litros, pendientes siempre del grifo: «Aquí tiene que venir una buena tronada para que revienten los manantiales. Hasta que no pase eso, vamos a tener escasez», dice Antonio, que con 82 años repite el mantra del barrio que es casi el mantra de Galicia: «Nunca vi una sequía como esta».