Jarabes y palos para dar caza a la velutina

Manuel Arroyo Alves
Manuel Arroyo FERROL / LA VOZ

GALICIA

Las trampas caseras de los apicultores suplen la carencia de métodos definitivos y avalados para frenar la plaga

24 sep 2018 . Actualizado a las 11:33 h.

No lo tienen fácil las abejas en un cuerpo a cuerpo con ejemplares de velutina. Las avispas asiáticas las masacran. Desde hace casi un lustro, los apicultores libran en su defensa una guerra de guerrillas en la que buscan, en muchos casos por sus propios medios, un arma eficaz que dé cuartelillo a sus colmenas diezmadas, cuando no exterminadas por la especie invasora.

Desde que en el 2015 se empezó a estudiar en profundidad la actividad del insecto con trabajos de campo en A Mariña y Ortegal, y a falta de medidas avaladas para erradicar de una vez por todas los enjambres asesinos, los apicultores han ideado sus propios métodos domésticos para combatir la plaga. El más extendido, incluso explicada su fabricación casera en la página web de la Xunta, es la utilización de botellas de plástico. Se corta la parte superior y se invierte en el interior del envase, a modo de embudo, por el que entran las avispas atraídas por un jarabe dulzón, también preparado artesanalmente. Y es aquí donde el I+D particular entra en juego. Desde vermú a palo seco hasta una mezcla de cerveza (40 %), vino blanco (40 %) y zumo de arándanos (20 %). Lo último que se está probando, con muy buenos resultados, es un brebaje fermentado por el que se pirran las velutinas y que se elabora con cinco litros de agua, dos kilos de azúcar y unos gramos de levadura de panadería.

Otra mezcla letal es la de miel y alcohol. Este último se añade para que las propias abejas no caigan en la trampa, pero sí las velutinas. Se vierte en un bote de miel y se deja sin tapa cerca de las colmenas. Caen como moscas.

La cera de opérculo extraída de las colmenas sirve asimismo como atrayente. Se deposita en un táper agujereado por los costados. Y allí dentro se quedan las avispas asesinas. 

Defensa del colmenar

Pero hay quien opta por blindar la entrada de las colmenas ante los ataques. Para eso también hay un invento, francés: el arpa eléctrica, una serie de hilos metálicos dispuestos en paralelo y conectados a una batería. Entre los filamentos pueden colarse las abejas, pero no sus predadoras. Las aturde y caen a un recipiente colocado en el suelo. Tiene un efecto disuasorio, por lo que una colmena próxima, desprotegida, será el siguiente blanco del ejército nigritorax. No obstante, la instalación de estas trampas electrificadas requiere un mayor conocimiento para que su efecto no conlleve males mayores como incendios o muertes de animales. Y aunque menos efectiva que la trampa eléctrica, la instalación de redes, por cuya malla no pasan, también da sus resultados. 

A tiro limpio

El uso de cebaderos con «comida» envenenada mediante insecticida que llega al nido a través de los mismos insectos ha evolucionado igualmente de manera inusual. A balinazos. La idea surgió de unos vecinos del municipio pontevedrés de Tomiño. Buena puntería hace falta. Impregnan un algodón con miel y matagarrapatas en la punta del proyectil y disparan al nido. Si hacen diana, el enjambre está sentenciado a muerte. Claro que los hay que prefieren fórmulas menos sutiles y de dudosa seguridad, como acabar con ellas a palos. José Benito Alejandro García, un vecino de Bembrive (Vigo) jubilado, logra, espátula en mano, matar unas doscientas al día para defender sus colmenas.

 

En manos de especialistas

Las trampas con atrayentes también se comercializan, aunque su coste es mucho más elevado que fabricárselas uno mismo. Sin embargo, existen procedimientos de exterminio, muy eficaces, que deben dejarse en manos de especialistas, como son el fuego directo o las detonaciones. Recientemente se presentó en San Sadurniño una herramienta consistente en un dron desde el que se lanza un pequeño misil que, al clavarse en el nido, libera una sustancia tóxica. Otra empresa presentó esta semana en Vila de Cruces un sistema similar.

Objetivo, las reinas

Según Manuel Ferreira, presidente de la asociación de apicultores Casa do Mel, de Goente, en zonas de mucha presión «unha soa trampa pode acabar con centos de avispas». La clave es su ubicación y la época en la que se instalen: «A primavera e o final do verán son os períodos axeitados. As últimas que nacen son raíñas, polo que, coa súa caza, evitariamos que quedasen invernando para o ano que vén». Y abunda en que «cazar obreiras non ten moito sentido se non acabas co niño». Los lugares apropiados para instalar las trampas son «as beiras dos ríos e onde hai abellas ou froita», detalla Ferreira. De la fruta se alimentan y del tórax de las abejas obtienen el sustento para criar sus larvas.