Hartos de ataques en A Lama hasta con armas hechas de huesos de costilletas

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

Ramón Leiro

Los funcionarios alertan de que la precariedad con la que trabajan no les permite defenderse ante el peligro

29 dic 2018 . Actualizado a las 15:58 h.

Dejar de ser invisibles. Ese fue el objetivo con el que este viernes los funcionarios de A Lama plantaron una mesa informativa delante de la subdelegación del Gobierno. Le explicaban a los viandantes cómo trabajan y la «precariedad laboral» en la que están instalados. Le contaban cosas como que cuando tuvieron que reducir a Fabrizio João Silva, un guineano de más de 1,80 de estatura y 120 kilos de peso, condenado por asesinar a su novia y acusado de matar a golpes a otro recluso, se vieron solos ante el peligro. Dicen que, pese a que está considerado uno de los presos más peligrosos de España y para trasladarle actuó una unidad especial de la Guardia Civil, ellos, a la hora de reducirle, actuaron como siempre: «Tenía un objeto cortante en la mano, ya que había roto un cristal, y ahí entramos nosotros, sin armas ni nada».

Los viandantes que les escuchaban ponían ojos como platos. Y se quedaban más atónitos aún cuando añadían que, si bien para situaciones de previsible peligrosidad hay un traje de protección, en el día a día los recursos con los que cuentan los funcionarios de prisiones son «un bolígrafo, unos guantes de jardinero y un traje que parece el que llevaba Antonio Alcántara en Cuéntame, con americana y chaleco». Algo tan simple como que los guantes sean demasiado finos provoca situaciones de peligrosidad enormes: «Yo mismo me pinché hace poco tiempo con una máquina de tatuajes casera que hizo un interno. Estos guantes traspasan todo y lo mismo te puedes pinchar con eso que con una jeringa al hacer los cacheos. Tuve que estar seis meses haciéndome análisis», decía Marcos Blanco, portavoz del sindicato Acaip.

Hablaba así mientras Javier Collazo, de UGT, enseñaba un panel horrendo, lleno de variopintos objetos punzantes. «Los internos fabrican armas con todo tipo de cosas, desde la pletina de una ventana o una puerta a tornillos. Incluso las hacen con huesos de pollo y costilletas. Pueden enzarzarse entre ellos y usarlas para defenderse o atacarnos a nosotros. La única defensa que tenemos son los guantes de jardinero y el bolígrafo, nada más».

Piden medios materiales, pero sobre todo reclaman más personal. Dicen que solo en A Lama hay 50 vacantes en el funcionariado que trata con los internos.