El vigués se dio a conocer con su provocador «Lo estás haciendo muy bien» y se sintió un «pringao» con Amistades Peligrosas, pero es ahora, con 57 años, cuando realmente cree que lo está haciendo «muy bien»
21 mar 2019 . Actualizado a las 09:02 h.Lleva treinta años en Madrid, donde vive «con una familia numerosa y bien avenida», pero sigue ejerciendo de gallego y de vigués. Y sigue siendo «del Celta de Vigo a muerte, aunque lo esté pasando mal». Visita Galicia «una vez al año más o menos» para cumplir el pacto no escrito con sus hermanos de verse cada Navidad. Hace años venía más. Mucho en realidad. Para cantar, para dar pregones o para presentar programas de televisión.
Hubo un tiempo en el que Alberto Comesaña (Vigo, 1961), ingeniero agrícola reconvertido en músico, no paraba. Primero con Semen-Up: «La universidad de la música que nunca tuve». Después, con Amistades Peligrosas, el dúo que formó con su entonces pareja Cristina del Valle. Con él llegó «la época más popular, más exitosa, de ganancias más altas», y, sin embargo, «era un infeliz personalmente, porque la pareja fue un fracaso». «A veces la vida te da estas contradicciones. La gente asocia éxito con felicidad y en mi caso fue todo lo contrario. El éxito lo asocio a mi época actual, donde me encuentro mucho más feliz; al final lo que importa es ser feliz, no famoso».
«Al final lo que importa es ser feliz, no famoso»
El éxito actual, más sereno y más maduro, se cimentó en el cambio de siglo, en una época en la que tuvo «que aprender a remar contra corriente, cuando la industria discográfica se vino abajo». Pero la música siguió ahí. Y Alberto también.
«Llevo seis años en un montaje que se llama La edad de oro del pop español. Hacemos un espectáculo muy interesante para el público y atractivo para el cantante. Te sorprendería la cantidad de gente de menos de 35 años que viene a vernos, porque si algo tiene este tipo de música es que los padres la han transmitido a los hijos». Además, se ha embarcado en un proyecto personal: «He inaugurado hace unos meses una página web donde a la gente que se quiera apuntar le regalo mi último disco, Hit Hot». Y para adecuarse a los nuevos tiempos, en los que «la forma de llegar al usuario no tiene nada que ver», ha iniciado un curso de márketing digital con el que está «abriendo un poco la cabeza con respecto a eso».
Siempre la música. Treinta años después. A pesar de su declaración de principios: «A mí la música que se hace ahora no me interesa lo más mínimo, aunque no soy quién para decir si es mejor o peor que lo que hacíamos entonces». ¿Podrían hacerse hoy letras como las del llamado porno pop de Semen-Up? «Bueno, ahora mismo, depende de en qué sector de música. Parece que en el reguetón está todo permitido, las letras pueden ser faltonas, machistas, provocativas o escatológicas. Quizás en el pop las letras sí son más recatadas, pero la gente joven escucha reguetón, y en el reguetón se dicen auténticas barbaridades. Han hecho hasta mojigato a Semen-Up».