Es muy probable que María Jesús Montero, a quien no se pueden discutir sus dotes para la oratoria, haya acertado de pleno cuando esta mañana ha sido así de rotunda: «Soy una roca para las amenazas». No es discutible: el ministerio que ella dirige, el de Hacienda, ha hecho eso, enrocarse desde hace más de año para no pagar a las comunidades algo que, sencillamente, es suyo. Eso tampoco es discutible. Primero jugó con los presupuestos, luego con la Abogacía del Estado y finalmente con los tiempos electorales para no pagar las entregas a cuenta a las comunidades. Ahora se niega a pagar una mensualidad pendiente del IVA -por una chapuzada de su antecesor, sí, eso tampoco es discutible- pese que en agosto del 2018 prometió encontrar una respuesta viable. La que ha dado hasta ahora es echar la culpa a otros. Al enemigo. Pero sucede que en esa trinchera, la del oponente, se ha encontrado con fuego amigo: comunidades y ayuntamientos socialistas que no pasan por que Hacienda siga sin pagar. Se están moviendo para que los tribunales -en unos, dos, tres años, esto es así- resuelvan lo que la política no hace. Para la ministra Montero eso es una amenaza. Y ante ellas, ella será una roca.
Es muy probable también que que la ministra haya dicho esta mañana lo que realmente piensa. Aunque en los últimos meses la palabra que más ha repetido ha sido otra: diálogo. «Este Gobierno tiene vocación clara de diálogo», ha dicho sobre la relación con Torra y Cataluña. «Fruto del acuerdo en el marco del diálogo social por el que Gobierno seguirá apostando» ha sido la subida del salario mínimo a 950 euros, ha proclamado. «La ciudadanía más madura y exigente, reclama más diálogo y acercamiento entre los partidos», dijo cuando le tumbaron en el Congreso sus primeros presupuestos. «Hay un evidente problema de infrafinanciación de las comunidades, que tiene que ser corregido con un diálogo fluido y abierto», añadió cuando se le preguntó por la reforma de la financiación a las comunidades.
Diálogo, sí. Pero ya avisa Montero: delante tendrán un roca. Así que apunten esto otro: eso se llama monólogo. La ministra tiene una buena oportunidad (quizá la última ante las comunidades) para demostrar qué palabra es la que quiere decir de verdad.