Pablo Mosquera, político y médico: «Por la libertad vale la pena morir»

JORGE NOYA BOTANA / R. S. LA VOZ

GALICIA

Pablo Mosquera, en el paseo de la ría de Viveiro este verano
Pablo Mosquera, en el paseo de la ría de Viveiro este verano XAIME RAMALLAL

Amenazado por ETA varias veces, ha construido su carrera entre la medicina y la política en unos años complicados en el País Vasco. Ahora disfruta de sus días de retiro en su San Cibrao natal

01 sep 2022 . Actualizado a las 18:18 h.

Como el yin y el yang. Así describe Pablo Mosquera (Lugo, 1947) cómo se siente ahora que está retirado. Lo dice feliz de haber construído una trayectoria vital plena de actividad y de servicio público. Con 18 años comenzó a trabajar, decidido a emprender una carrera en el mundo de la medicina. Lo consiguió, y se siente «satisfecho» de ello. Fue médico asistencial, jefe de servicio y hasta profesor asociado. Mosquera fue también gestor. Mientras estaba en Barcelona, le propusieron «toda una aventura»: poner en marcha el hospital de Txagorritxu, en Vitoria. Una experiencia «muy interesante» que se volvió agridulce cuando empezó a sufrir «las amenazas» del terrorismo de ETA.

Recordando a su profesor Vallejo-Nágera decidió actuar «como una tempestad en movimiento» y luchar ante aquellos acontecimientos. Fue así como, casi sin quererlo, se «jugó el bigote» y acabó dedicándose también a la política en el País Vasco. Fundó Unidad Alavesa, y aprendió que «sin libertad no se puede vivir, y que por la libertad vale la pena morir». Fue parlamentario durante cinco legislaturas, y no fueron tiempos fáciles. La situación obligó a Mosquera a llevar escolta durante doce años, y su vida pendió de un hilo varias veces. «Recuerdo a un comandante cuando me dijo que me había salvado porque era el primero en la lista de la banda terrorista», recuerda. Pero no se amedrentó: «Decidí no tener miedo y ponerle proa al temporal».

Pablo Mosquera (en la derecha de la imagen) sentado a la mesa del pacto de Ajuria Enea, que buscaba la pacificación del País Vasco.
Pablo Mosquera (en la derecha de la imagen) sentado a la mesa del pacto de Ajuria Enea, que buscaba la pacificación del País Vasco. DAVID AGUILAR

Muchas cosas han cambiado desde entonces. Como «partidario del mundo antiguo» que es, Mosquera lamenta la «mediocridad de sus dirigentes» como un importante problema de la España actual, y habla con nostalgia de referentes como Churchill, Azaña o Fraga, «un hombre culto, honrado e ingenuo con el que me lo pasaba muy bien». Crítica a la clase política actual no le falta, y le enfada «la tentación que existe por parte de algunos dirigentes de convertir los derechos en mercancías». Habla así de la sanidad, que «no puede ser un negocio» y también de la cultura, su gran pasión, algo que «crea malestar, obliga a seguir indagando y engancha».

Soñador, nostálgico, romántico y necesitado de estar consigo mismo son los adjetivos con los que caracteriza su personalidad, donde esa actividad cultural ha jugado siempre un papel fundamental. Ahora que está retirado, lo que más disfruta es «estar cerca de la gente» de San Cibrao (Cervo), el pueblo que le «ha imprimido el carácter sensible y bravo» que tan lejos lo ha llevado y donde aún ejerce como médico rural. Para los próximos años desea un «mundo más igualitario y próximo a la verdad». Y como emigrante que fue, pide a quien aún lo es que «regrese, porque no hay tierra mejor que Galicia».