
La identificación en Vigo de un hombre fallecido en 1981 evidencia el desarrollo de herramientas informáticas nutridas con bases de datos para cruzar información de casos que nunca se cierran
23 abr 2023 . Actualizado a las 21:55 h.El fallecido apareció ahogado y flotando frente a la costa de Vigo en 1981. No portaba documentación ni nada identificativo. La brigada de policía científica de la Comisaría de Vigo le practicó la necropsia y grabó los datos de ADN en la base de datos. El misterio que implicaba ponerle nombre y apellidos al cadáver tardó 42 años en resolverse. Ocurrió en febrero, y el éxito responde a la evolución de la tecnología en cuatro decenios, a la coordinación entre cuerpos policiales y a la creación en el 2018 del Centro Nacional de Desaparecidos dentro del Ministerio del Interior. «Aquel fue un caso inusual porque la familia denunció tres años después la ausencia. Los trámites, entonces, eran manuales y ahora está todo informatizado», explica el inspector jefe José Manuel Fernández Lago, responsable de la brigada de policía científica en Vigo.
Lago suma veinte años en el departamento, los cuatro últimos como jefe. La revolución tecnológica en su especialidad se apuntala en dos herramientas: el SAID, una base nacional donde se graban las huellas recogidas en escenarios de delitos y las dactilares de los detenidos; y la PDRH, creada en el 2010, para almacenar datos de personas desaparecidas y sin identificar. Un banco documental con los casos ocurridos desde el 2010, pero también anteriores y sin resolver. El subinspector Lamas, responsable de la PDRH en la Policía Nacional de Vigo, detalla que el cadáver hallado hace 42 años se identificó gracias a esta herramienta. «Aquí se actualizó la base de datos porque la denuncia se hizo en Vigo. Incluimos todas las características de la persona aportadas por la familia. Pero el desaparecido no tenía el DNI tramitado en Vigo, y de encontrar su ficha se encargaron los compañeros de Madrid con la huella que constaba».
El trabajo restante lo asumió el Centro Nacional de Desaparecidos. Lago y Lamas coinciden al ensalzar el rastreo silencioso de miles de datos realizado en el centro, y complementario al de la Policía Nacional y la Guardia Civil. El caso del cadáver hallado en 1981 es un ejemplo: «Hace filtros de búsqueda por fechas y cotejaron cadáveres de Vigo en aquellos años —detalla Lamas—. Lo normal es que busques desde que se presenta la denuncia en adelante, no hacia atrás, y se pudo identificar».

Alimentar las bases de datos del SAID y la PDRH conlleva un trabajo de oficina y calle que se realiza por igual en la Comisaría de Vigo que en la de Teruel. Las técnicas para identificar cuerpos son tres: por huella, ADN o pieza dental. Los tipos de casos de cadáveres anónimos por resolver son diversos: desde una persona en traje de baño ahogada en la ría, a un indigente extranjero que fallece en la calle o un ciudadano asiático sin documentación que se ahorca. Este último suceso ha implicado muchas horas de trabajo en la comisaría de Vigo, y evidencia que cada país tiene su forma de trabajar: «Sabemos que es asiático por los ojos, pero no si es chino o japonés. Lo intentamos con China, pero allí no recogen las huellas de sus ciudadanos al hacer lo equivalente a nuestro DNI, y no hemos podido identificarlo. En los últimos veinte años tenemos unos cuatro casos sin identificar. Generalmente sí se acaba sabiendo la identidad», explica el inspector jefe Lago.
Escenas de delitos
La lectura de ADN ha vivido una revolución en la última década. «Son restos de células epiteliales. Ha mejorado la técnica y se ha conseguido fotocopiar el ADN con una muestra pequeña. Se consigue con 21 marcadores, pero hace 10 años había que sudar mucho para obtenerlos», revela Lago, en referencia a escenas del delito donde resulta crucial obtener muestras para dar con los responsables. Robos con fuerza o crímenes son las principales casuísticas que se analizan. El inspector jefe añade: «Se dejan restos porque alguien ha bebido de una botella, se olvida una gorra o una herramienta». Las muestras recogidas en ese trabajo de campo acaban en las mismas bases de datos informatizadas para cotejarlas. Lo siguiente es cruzar los dedos para que coincidan con las almacenadas.
En España, por ley, está permitido coger muestras de ADN a detenidos por delitos contra las personas, libertad sexual, robos con fuerza e intimidación, integración en bandas organizadas o delitos graves y muy graves. «Se puede pedir al detenido que aporte su ADN, pero es voluntario y la mayoría no se deja. Se está hablando a nivel político para corregirlo, pero si sabemos que hay indicios contra alguien por la comisión de un delito, hablamos con el juzgado para que autorice cogerlo de forma obligatoria», añade el subinspector Lamas.

El cotejo de huellas y ADN en bases de datos supera las fronteras de España y se expande por Europa. Desde el 2005, mediante un tratado internacional, se comparan con más naciones. Francia e Italia, por lindar con España, resultan especialmente relevantes. «Nos vienen muchos casos de albaneses que pasaron por aquí», detalla la policía, que evidencia la diferencia de criterio entre naciones: «En Inglaterra les toman huellas y ADN quieran o no a los delincuentes. Rumanía también coge más ADN que España, y en Europa del Este en general cogen muestra si te detienen. Esto ha permitido resolver más de un caso, sobre todo con Inglaterra y Rumanía», expone Lago.
Pero no todo es trabajo de laboratorio, vistiendo bata blanca y descifrando códigos genéticos o huellas dactilares. Hay escenas del delito que implican levantamientos de cadáver. Algunas más desagradables que otras. Una especialmente macabra se analizó en la calle Arenal de Vigo en diciembre del 2021. La víctima, degollada, era el profesor jubilado Benito Torreiro. La búsqueda de ADN para dar con el culpable resultará crucial, y complementa el otro trabajo policial que implicó la detención del presunto asesino, David Macía. «Encontramos abundantes huellas, pero muchas eran de la víctima y amigos suyos. Sí sacamos huellas [del acusado] de una bola decorativa de minerales que se arrojaron, posiblemente en el contexto de una discusión. En un cuchillo también sacamos ADN», explican en la policía científica.
Otra inspección positiva de una escena de un crimen se realizó en Chapela (Redondela). El asesino, Manuel Matanzas, usó guantes de látex, pero al manipular el cadáver se rompió el plástico que cubría un dedo, quedó una huella debajo del cadáver y salió su ADN. «Esas muestras, sirvan en el momento o no, quedan ahí para el futuro —concluye el inspector jefe Lago—. Nunca se sabe si aportarán en el futuro. Lo único seguro es que las investigaciones no se cierran, permanecen activas siempre». El caso del cadáver de Vigo identificado tras 42 años es la mejor prueba.