El fuego que consumió 12.800 hectáreas en O Courel alcanzó velocidades nunca vistas

mónica p. vilar / carlos cortés REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El gran incendio de hace justo un año, el mayor de Galicia, calcinó 15 hectáreas por minuto

09 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

12.800 hectáreas ardidas. Cinco concellos y 36 comunidades de montes afectadas. 73 núcleos de población evacuados. 1.150 personas desplazadas. 2,7 millones de euros en gastos de extinción. 37 millones de pérdidas agroforestales. Pérdidas medioambientales incalculables. Son algunos de los datos que dan idea de la magnitud del incendio que en julio del año pasado cabalgó durante dos semanas los montes de la Serra do Courel y que pasa por ser el más grande registrado nunca en Galicia.

Su origen fue natural. Todo comenzó en la tarde-noche del jueves día 14, con un fenómeno meteorológico conocido como sistema convectivo de mesoescala, es decir, una gran tormenta situada sobre Galicia y el norte de Portugal. La jornada dejó datos de récord en la historia meteorológica gallega, como los 44 grados de temperatura máxima alcanzados en Ourense, las lluvias torrenciales en esta provincia y en el sur de Lugo, o los seis mil rayos caídos en tan solo doce horas.

Esos relámpagos fueron, precisamente, los que desataron el infierno. Y es que en zonas de Courel, Valdeorras y el Macizo central gallego no vinieron acompañados de agua. Se produjo una tormenta seca, y cerca de un centenar de rayos llegaron a prender al impactar en tierra, favorecidos por la bajísima humedad existente. En concreto, en la parte sur oriental de la provincia de Lugo originaron cinco incendios en distintos puntos de los concellos de Folgoso y A Pobra de Brollón, que acabaron por unirse en un único fuego de enormes dimensiones y muy difícil control.

«Ao principio todos eran pequenos lumes, pero a tormenta seca estaba acompañada de altas velocidades de vento, polo que avanzaron con moita rapidez, e ademais en zonas orograficamente moi complicadas», explica Xabier Bruña, técnico forestal del servicio antiincendios de la Xunta y uno de los profesionales que se encargó de dirigir la extinción del fuego de O Courel, turnándose con otros compañeros.

Imágenes de la misma zona tomadas esta semana y en julio del año pasado

Durante esos trabajos pudo observar cosas que nunca antes había visto en Galicia. Por ejemplo, la velocidad y voracidad con que avanzaron las llamas. «O incendio tivo taxas medias de avance de 40 metros por segundo, e chegou a consumir 15 hectáreas cada minuto, incluso máis en certos momentos e zonas», revela.

En esas altísimas velocidades tuvo mucho que ver lo sucedido el domingo 17 de julio, tres días después de iniciarse el incendio, cuando la situación se complicó todavía más. Esa tarde se generó un pirocúmulo, una gran nube con forma muy reconocible, similar a un champiñón, formada por humo del incendio, cenizas, partículas y también vapor de agua, «que evidencia que o incendio pasa a ter a súa propia vida, a súa propia enerxía», explica el técnico. Ese pirocúmulo se desplomó hacia el final de la jornada, «xerando ventos moi fortes que baixaban en todas as direccións e que espallaban o incendio a gran velocidade e cara todos lados». Los expertos indican que no era la primera vez que se formaba un pirocúmulo en Galicia, pero que la intensidad que desató en este incendio provocó tasas de avance de las llamas nunca antes registradas en la comunidad.

Imágenes de la misma zona tomadas esta semana y en julio del año pasado

Esperando a las llamas

«Todo isto supuxo ter que buscar formas de afrontar o seu control moi distintas ás dun incendio normal, porque o do Courel entrou nunha situación que se coñece como estar fóra de capacidade de extinción. Nós podemos traballar directamente nun lume que xera ata 4.000 kilovatios de enerxía por metro, pero este chegou a superar os 10.000, que sería como ter colocados xuntos cinco mil radiadores. En casos así non podemos atacar de fronte, temos que formular alternativas e agardar ao lume en puntos onde teñamos oportunidade de traballar, de tentar paralo», describe Xabier Bruña.

El técnico apunta que por los trabajos de lucha contra este inmenso incendio pasaron más de mil personas; no se dio por extinguido hasta el 28 de julio, dos semanas después de iniciarse. Y aunque finalmente no hubo que lamentar ningún incidente grave, se vivieron momentos de mucha tensión. «Cheguei a ter compañeiros atrapados no salto de Eiriz, e xente coa que estiven horas sen poder contactar, pensando que se cadra os collera o lume», recuerda.

Precisamente en ese punto, un profesional muy experimentado logró grabar otro fenómeno que nunca se había documentado en Galicia, conocido como explosión de ladera, una situación en la que no solo arde la superficie del terreno, sino también los gases y los elementos en suspensión, un fenómeno muy rápido y con llamaradas de gran intensidad.

Imágenes de la misma zona tomadas esta semana y en julio del año pasado

Las lecciones del incendio

«Estamos vendo que comportamentos que se daban noutros sitios xa se dan tamén aquí. Que a virulencia dos lumes é moito maior da que tiñamos, porque cada vez hai máis biomasa, máis combustible dispoñible para dotalos de enerxía. E que cada vez temos máis situacións meteorolóxicas extremas, como as megatormentas das que falabamos. E con elas estas tormentas secas tan perigosas, que xa existían, pero que cada vez vemos máis, por exemplo nos incendios que acaba de haber en Canadá. E todo isto vén para quedar, o que ten que facernos reflexionar, aos profesionais, pero tamén a toda a sociedade, porque ademais antes a posibilidade de que os lumes impactaran nas casas era baixa, pero agora é cada vez maior», destaca el experto.

Entre las principales lecciones que según Bruña deja el gran incendio de hace un año en O Courel destaca la necesidad de hacer una planificación y gestión activa del territorio que propicie un paisaje «en mosaico», con discontinuidades en la vegetación, no solo para dificultar el avance del fuego, sino también para dotar a los equipos de extinción de «puntos estratéxicos», de lugares en los que poder esperar y desde los que atacar unas llamas que, año a año, y pese a contar con más medios y tecnología, se vuelven más complejas de atajar.

Ruinas de varias viviendas quemadas en la aldea de Vilar, un año después del incendio
Ruinas de varias viviendas quemadas en la aldea de Vilar, un año después del incendio ALBERTO LÓPEZ

«O que ardeu non vai volver arder agora, pero o medo está»

La reconstrucción de las casas quemadas en Folgoso y A Pobra do Brollón va lenta, y la de los sotos ni siquiera ha empezado

A estas alturas del verano, Vilar do Courel debería estar llena de vida. De vida temporal, la de los emigrados que vuelven a casa por vacaciones, porque esa aldea del municipio de Folgoso solo tiene dos casas habitadas de forma continua. O más bien tenía, porque una de ellas ardió el 17 de julio del año pasado, igual que la mayor parte del pueblo. El enorme incendio que llevaba dos días avanzando por la Serra do Courel se convirtió aquel domingo en un monstruo imparable que subió y bajó montañas, sobrepasó el río Lor y redujo a escombros o dejó tocadas 14 de las 15 casas de la aldea. Un año después, siguen destrozadas, así que los veraneantes no han venido. Hay alguna obra de reconstrucción en marcha, pero casi todo sigue como estaba. Menos el miedo a otro incendio, que antes no lo había y ahora sí.

«O que ardeu non vai volver arder neste verán, pero o medo está aí», admite Tania Cobo, que tiene su casa en Vidallón, la aldea a la que le tocaba arder después de Vilar si el viento que alimentaba aquel incendio no llega a cambiar. Ella ayudó a apagar el fuego que ardía en los escombros de Vilar y espera no verse nunca más en una situación así, y pasar este verano sin tener que ver ningún incendio forestal cerca.

También la alcaldesa de Folgoso do Courel, Lola Castro, reconoce ver entre los vecinos, si no miedo, sí hay desconfianza ante lo que pueda pasar esta temporada estival. «Eu intento non pensalo demasiado —explica—, e quedo con detalles que me tranquilizan, como que o ano pasado foi moito máis seco que este».

También reconoce una cierta frustración porque la reconstrucción no haya ido más rápido, pero lo disculpa. «Arranxáronse as traídas que arderon, todas as pistas, os peches de pastos...» Con las casas, dice, todo es más lento porque hay mucho papeleo y, en algunos casos, porque los propietarios están a la espera de los contratistas que eligieron. Pero la cosa va lenta y en el Ayuntamiento ya piensan en pedir una prórroga a la Xunta, porque la mayoría de los propietarios no van a poder cumplir los plazos.

Pero lo de las casas no es lo que más despacio va. «Está todo sen replantar», resume Evaristo Méndez, de la asociación Fonte do Milagro de Froxán. El verano pasado ni siquiera los sotos, habituales barreras naturales contra el fuego, fueron garantía. Ardieron el 100 % del de Vilar, el 80 % del de Froxán y porcentajes menores en otros pueblos. La Xunta tiene un proyecto para arrancar los castaños quemados de Vilar y plantar otros, pero todavía está en fase de planificación. En Froxán no hay nada más que iniciativas de vecinos ayudados por asociaciones que pagaron la compra de decenas de plantas de castaño. «Imos seguir —promete Méndez— pero o que xa se fixo non compensa nin o 0,5 % do que ardeu».

El impacto económico

Más complicado es medir el efecto económico de todo aquello. Buena parte de la madera de pino quemada ya ha sido talada y vendida, o está en proceso de serlo, pero está por ver si el turismo se resiente. Xabier Trepat es el propietario de Acampamento Courel, el único cámping del municipio de Folgoso. Ellos no están notando que bajen las reservas, pero es que están en el norte del municipio. «Aquí está todo verde, non ardeu nada», resume.

Peor lo tienen en la Casa Comerciante, que con su apertura en 1993 se convirtió en el primer establecimiento de turismo rural de la Serra do Courel. Está en Vilamor, en plena zona carbonizada. Carlos Rodríguez, su actual propietario dice que tienen la mitad de clientela que antes del fuego. «A xente sae facer sendeirismo e volve case chorando», lamenta.