Manolo Planas: «Me sentí vacío, estudié y salí adelante»

GALICIA

CESAR QUIAN

Tras retirarse en el 2004, el deporte y su familia fueron vitales para que el presidente de la federación gallega de boxeo sortease la mala vida que derribó a otros campeones

24 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Madrileño de nacimiento. Coruñés de adopción. Su carrera fue vertiginosa. Con solo 20 años ya era campeón de España aficionado de kick-boxing. Uno después, neoprofesional y, cuatro más tarde, profesional. A los 26 logró su primer gran cinturón, el europeo. No había cumplido aún los 30 cuando ganó el mundial, que lo retendría en cuatro ocasiones. Con este bagaje, Manolo Planas (8 de diciembre de 1969) colgó los guantes con apenas 34 años, una vida por delante y mucho tiempo por cubrir que le había dejado el abandono del deporte profesional. «Si les sucede a muchos que se jubilan a los 65, qué no les va a pasar a los deportistas que no llegan a los 40. Por eso, habría que facilitarles el acceso al mercado laboral nada más retirarse», reflexiona.

Superada la barrera del medio siglo, preside la federación gallega de boxeo, a la que la ha llevado de tener 60 licencias y una enorme deuda cuando llegó, a los 4.000 afiliados y las cuentas saneadas que presenta en la actualidad. Todo ello, con una directiva formada íntegramente por mujeres. «Por su valía, no por cuota femenina», aclara y enfatiza. El trabajo, gallardía e inteligencia que exhibía en el ring los ha llevado a los despachos para convertir a Galicia en un referente a nivel nacional.

Sin embargo, el tránsito entre el cuadrilátero y el sillón de mando no fue fácil para Planas. Su retirada, como la de tantos otros deportistas, vino acompañada de un período de difícil adaptación. Las malas compañías que lo rodearon para aprovecharse de su todavía nombre como luchador lo condujeron a unos hábitos peligrosos. Su mujer y su hermano Chano, promotor y entrenador de boxeo, evitaron que acabara como un juguete roto.

«Dejas de tener una vida organizada en torno a la competición, con horarios y descansos marcados, el día a día focalizado en el deporte. De repente te encuentras con muchas horas por cubrir. Aparece entonces la gente tóxica que viene a aprovecharse de la fama que aún te queda. Caes en la trampa y flirteas con la mala vida. A diferencia de otros, yo tuve a mi mujer y a mi hermano que, junto con el deporte, me ayudaron a reconducir mi camino», recuerda.

Con el tiempo, aprendió a cubrir ese tiempo muerto con actividades. Tomó contacto con el mundo de la gestión deportiva y se reinventó. «Empecé llevando el tema del kick-boxing a nivel administrativo —relata— y me di cuenta de que no tenía ni idea. Me formé. Aprendí. Y luego llegué a dirigir el boxeo. Ahí, en este tránsito, hubo otras dos personas clave: Eduardo Blanco, un número uno en la gestión deportiva en este país, y Mercé Barrientos, que era presidenta de la gallega de taekuondo, en la que me fijé mucho para conducir yo la de boxeo».

Más de una década dedicado a la gestión le sirve para destacar a la administración deportiva gallega como un referente y poner el foco sobre la necesidad de prestar mayor atención al adiós de los campeones para evitar más juguetes rotos. «Cuando me retiré, me sentí vacío, estudié y salí adelante. Pero no todos tienen una familia como la mía. Por eso, hay que cuidarlos», sentencia.