Jaime Palomera, experto en la situación inmobiliaria: «Hemos convertido la vivienda en el juego del Monopoli, solo que con las reglas trucadas»

GALICIA

palomera.El antropólogo Jaime Palomera ha publicado el libro «El secuestro de la vivienda» (Ediciones Península, 2025)
El antropólogo Jaime Palomera ha publicado el libro «El secuestro de la vivienda» (Ediciones Península, 2025)

No es agente ni economista, tampoco arquitecto. El antropólogo Jaime Palomera se ha convertido en un referente en la situación del mercado de la vivienda que propone, como solución a su encarecimiento imparable, «hacer lo que hace Singapur desde hace 40 años»

14 oct 2025 . Actualizado a las 10:21 h.

Jaime Palomera es un referente a nivel europeo en el ámbito del estudio de las problemáticas de acceso a la vivienda. Este miércoles está en Galicia, donde presenta en la delegación de A Coruña del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG) su libro El secuestro de la vivienda. Por qué es tan difícil tener casa y cómo esto puede romper la sociedad (Ediciones Península, 2025). Doctor en Antropología Económica por la Universidad de Barcelona, su intervención es a las 19.00 horas. 

—¿Por qué está la vivienda secuestrada en España?

—Durante buena parte del siglo XX había la conciencia entre los Gobiernos y los partidos más grandes de que la vivienda es un bien escaso en el que es muy fácil que aquellos que ya tienen suelos y viviendas puedan utilizar su posición de dominio para acumular más activos, poniendo sus viviendas extras en alquiler y cobrando rentas a los que no son propietarios, y con esas rentas compran más pisos. Después de la Segunda Guerra Mundial, en los años 40, 50, 60, hay un consenso, incluso entre la izquierda y la derecha en muchos países. La función social de la vivienda tenía mucho peso. En los 80 eso cambió.

—¿Qué pasó en los 80?

—A partir de esa época, se toman una serie de medidas políticas que consisten en convertir prácticamente todas nuestras casas en un activo, también para las clases trabajadoras. Se tratan como una especie de producto bursátil. Esto se hace a través de tres decisiones. Una es que ya no se va a hacer vivienda protegida, o que cada vez se va a hacer menos y, además, esas viviendas van a ser solo para los pobres. Por lo tanto, se abandona la idea de un sistema público de vivienda como el que tenemos en sanidad. Luego, se destruyen todas las regulaciones en los mercados de alquiler. En buena parte del mundo los contratos de alquiler eran indefinidos, los precios estaban regulados. Todo eso es desmantelado durante los años 80, no solo en España. En el mundo hubo pocas excepciones, como Austria o Singapur. Países y ciudades globales, y con políticas liberales.

—¿Y por qué se hace eso?

—Desde los 80, los salarios reales no han aumentado, se han visto muy mermados frente a los precios del consumo, es decir, el poder adquisitivo de la gente ha bajado. Entonces, ¿cuál fue la solución? Pues que, aunque tu salario baje, tú tienes una vivienda en propiedad que se revaloriza mucho más rápido y, por lo tanto, no pasa nada si tu salario real no aumenta, porque sí aumenta tu patrimonio, tu riqueza patrimonial si eres propietario.

—¿La propiedad marca la diferencia?

—Si no puedes crecer o distinguirte por tu salario socialmente, lo haces por tener propiedades. El problema es que la mirada de los 80 fue cortoplacista. Tuvo efectos positivos durante 40 años, pero hoy es insostenible. A los que no tienen una vivienda en propiedad cada vez les va a costar más entrar en esa sociedad de propietarios, que ya no es una sociedad, sino que es un club. Acceder a ese club ya no es posible por tu capacidad de ahorro, sino por si naces en una familia con propiedades o si eres heredero. Por eso digo que se ha secuestrado la función social de la vivienda.

—Y con estas recetas llevamos 40 años.

—Hemos convertido la vivienda en una especie de juego del Monopoli con las reglas trucadas. Como en el juego, aquellos que ya tienen muchas propiedades, cada vez acumulan más y, si entras a jugar a la partida con el juego avanzado, te va a ser muy difícil comprar casa. Seguramente, le vas a tener que pagar alquileres a otro que ya tiene casa en propiedad. Y, al cabo de pocas vueltas, te vas a encontrar con que ya no tienes dinero y te quedas fuera de la partida y, además, los que están jugando van a pensar que el problema es tuyo, porque no has sabido jugar bien tus cartas. Lo peor es que aquí tenemos las reglas amañadas por nuestro sistema fiscal. Si tú no limitas o fiscalizas a aquellos que ya tienen muchas propiedades, van a acabar quedándose con buena parte del tablero.

—¿Y cuál es la solución?

—Fundamentalmente lo que necesitamos es un cambio en las reglas fiscales. Los más ricos ahora mismo pagan menos impuestos de transmisiones para comprar casas. Si tienen sociedades inmobiliarias, prácticamente no pagan el impuesto de sociedades, pagan menos que una empresa que se dedica a producir zapatos. Es imprescindible hacer dos cosas. Por un lado, bajar impuestos a quien no tiene ninguna propiedad y que trate de acceder a una primera casa. A esa persona sí que la tienes que ayudar, a la persona que vive de su trabajo. En cambio, para la población que ya tiene muchas casas y que lo que está haciendo es concentrar cada vez más propiedades, en esos casos de lo que se trata es de hacer lo que hace Singapur desde hace 40 años.

—¿Y qué hace Singapur?

—Cambiar las reglas del juego. Si usted se quiere comprar una casa, yo le ayudo, pero si usted lo que quiere hacer es acaparar casas, yo le voy a subir los impuestos para hacer que usted se dedique a invertir o a especular con otra cosa. Si miras la evolución del precio de la vivienda desde 1985 hasta el 2025, en estos 40 años, ha sido el mayor de nuestra historia de la historia. No solo aquí, en todo el mundo, exceptuando aquellos países donde se optó por no tomar estas decisiones. En el libro hablo mucho de los casos de Viena y Singapur. Siguieron haciendo mucha vivienda pública, tienen el mercado muy regulado y son ciudades donde el porcentaje de lo que la gente destina al pago de la vivienda es infinitamente menor que lo que pagamos nosotros.

—¿Hay un choque generacional?

—La mayoría de personas aún hoy son propietarias y lo que han vivido es que uno, con su esfuerzo y capacidad de trabajo, e incluso sacrificio, va a poder comprarse una propiedad. Como su precio va a aumentar, su patrimonio también. Sin embargo, lo que están viviendo los milenial y la generación Z es muy diferente. Viven en un mundo más desigual, donde su futuro está determinado por si heredas o no, o por si tus padres te dan una herencia en vida. Esto desmiente la idea de que hay un choque entre generaciones. Lo que sucede es que tu situación vital cambia en función de eso, de si eres o no heredero.

—¿Esta es una historia de buenos y malos?

—Nuestra economía lo que está haciendo es incentivar la compra de vivienda para la obtención de rentabilidad. Lo vemos con un dato. En el 2025, las rentas del alquiler tradicional, no hablo del turístico, sino del tradicional, han sido del 12,5 %. La mayoría de acciones de bolsa no te dan esa rentabilidad. Y es un círculo vicioso, porque cuantas más casas compran para poner en alquiler, y con alquileres cada vez más altos, más dinero tienen a final de mes, y no les quedaba otra que reinvertir ese dinero en la compra de más casas. No es que sean buenos o malos. Es una cuestión matemática. El problema es que los más ricos se están comiendo los recursos que necesita la clase media: la casa en propiedad.

—Hay quien dice que la solución es construir más casas.

—Y yo digo, claro que sí, hay que hacerlo. Y hay que hacer, sobre todo, viviendas y que sean protegidas, pero el sistema de la vivienda no es como una fábrica de iPhones. No lo puedes hacer crecer de manera exponencial. El ritmo al que puede crecer  es muy pequeño. Y eso explica que en los últimos 40 años, a pesar de todas las cosas que han ido sucediendo, a pesar de las burbujas y los estallidos, la tendencia del precio es a una subida lineal. Si tú miras el gráfico, es una subida imparable, una diagonal. Quienes tienen dinero, lo ponen en ladrillo, y tienen una posición de poder.