
Hoy se cumplen nueve años desde que Iago Aspas debutara en Balaídos salvando al Celta del pozo
06 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Balaídos, 6 de junio del 2009. Más de 24.000 fieles arropan al Celta en un partido en que se juega media vida. La sombra del descenso a Segunda B le persigue. El equipo de Eusebio necesita ganar al Alavés, pero pasan los minutos y el gol se resiste. La presión de la necesidad no ayuda, ni tampoco las bajas con las que los célticos llegan al partido. El banquillo está mermado, pero el entrenador necesita revolucionar el choque, así que se la juega. En el minuto 59 saca del tapete a Óscar Díaz y le da la alternativa a un chaval del filial que entrena a menudo con el primer equipo. Se llama Iago Aspas, es de Moaña y un año antes, de la mano de Alejandro Menéndez, había vivido su estreno con el primer equipo.
Menudo y descarado, el delantero parece olvidarse de que se enfrenta por primera vez a Balaídos. A la necesidad. A la presión. Comienza a hacer filigranas sobre el terreno de juego y a falta de diez minutos hace rugir a la tensa afición al marcar el primer gol del partido. El primero de su historia con el primer equipo del Celta. Pero como buena historia épica, el Alavés, en el 88, empata la contienda. La grada aguanta la respiración y, en el descuento, de nuevo, el chaval del filial que no había cumplido ni los 22, registra el 2-1 que certifica la salvación de su equipo y que le hace salir a hombros del estadio.
«Todo el mundo me dice que voy a pasar a la historia del Celta y yo les digo que solo son dos goles», decía al día siguiente Aspas en una entrevista premonitoria con La Voz. Porque no se equivocaba. Nueve años después de aquel partido, el delantero es una de las grandes figuras de la casi centenaria vida del club y está a punto de ver convertido un sueño, disputar un Campeonato del Mundo, algo al alcance solo de los elegidos.
Entre aquel doblete al Alavés y el Mundial de Rusia distan nueve años y mucha batallas. En la temporada 2010/11 Aspas se convirtió en jugador del primer equipo, en la siguiente ya era un futbolista destacado y uno de los hombres a seguir, y un año más tarde centraba todas las miradas. En la temporada del ascenso fue clave. Su fútbol y sus goles le pusieron en el foco. Anotó 23 dianas, su tope en liga en una temporada, y disfrutó como un niño al alcanzar el ansiado escalón de Primera.
Iago quería jugar en la élite y lo logró. Se estrenó destacando y siendo el futbolista franquicia de un Celta que se salvó en la última jornada cuando muy pocos apostaban por él. Salió vitoreado y entre lágrimas porque tras una vida de celeste, se marchaba al Liverpool. Allí no cuajaría, como tampoco en Sevilla, por lo que en el verano del 2015 regresó a casa. Al Celta.
Ha sido en Balaídos donde Iago, más humilde y asentado, ha alcanzado el cénit de su fútbol y donde se ha ganado el billete para Rusia. De la mano de Berizzo ayudó a conducir al club a dos semifinales de Copa del Rey consecutivas y a una de la Europa League. El curso pasado bajó el telón con 19 goles en la hucha y el trofeo al pichichi nacional bajo el brazo, y vivió su debut con España. Julen Lopetegui llevaba tiempo siguiéndolo en el Celta. Veía a un futbolista diferente, con instinto y sin miedos, capaz de ver portería y de recorrer metros y metros para recuperar un balón. Esa fue una de las lecciones que aprendió con el Toto. Los de arriba no solo brillan, también trabajan.

Con la primera llamada de Lopetegui, que le llegó a los 29 años, a Aspas se le abrió el cielo. Vio recompensado su trabajo y empezó a soñar con disputar un campeonato vestido con la roja de España. En Wembley, en un amistoso, marcó su primer gol con la selección, y desde entonces ha sido un fijo en las listas del seleccionador.
Marcar 22 goles en Primera, repetir como máximo anotador español y ser figura en un Celta más gris que los anteriores, le dieron el espaldarazo definitivo hacia el Mundial de los zares. Nueve años después de salvar al Celta del pozo del fútbol de bronce, Iago tocará las estrellas.